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Revuelta en las universidades públicas brasileñas por el salario de los profesores El 40% de los docentes lleva semanas promoviendo huelgas y manifestaciones

Juan Arias

La universidad pública brasileña se ha rebelado contra la dejadez del Gobierno con los profesores de enseñanza superior. Los grandes centros universitarios públicos de las mayores ciudades del país, como los de São Paulo y Río de Janeiro, llevan varias semanas en huelga con manifestaciones muy duras, en las que han vivido incidentes tan graves como la agresión física al gobernador de São Paulo, Mario Cova. Alrededor del 40% de los profesores, apoyados por estudiantes, protestan por la congelación del salario de los docentes desde hace cuatro años y para exigir más fondos para la investigación.

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Junto con la seguridad ciudadana, la educación sigue siendo una asignatura pendiente en Brasil, que, a pesar de sus grandes desequilibrios y desigualdades sociales, es el octavo país más rico del mundo. En el terreno educativo, la Universidad es un clavo ardiendo que preocupa a todos los progresistas del país.Hasta hace poco, Brasil ha visto impasible crecer como hongos toda una serie de universidades privadas para suplir la carencia de puestos en las universidades públicas, donde, teniendo en cuenta la severidad de los exámenes de selectividad, sólo pueden conseguir un puesto los superdotados o los hijos de las familias ricas, que pueden permitirse que sus hijos no trabajen y tengan caros profesores particulares que les ayuden a prepararse los exámenes de entrada.

La universidad pública brasileña sigue siendo generalmente mejor que la privada, pero no se sabe hasta cuándo. El problema es que se está permitiendo el crecimiento de los centros privados, que, dado el bajo sueldo que perciben los profesores en las universidades públicas, se están llevando a los mejores catedráticos y profesores de los públicos ofreciéndoles el doble o el triple de salario. A cambio se les pide un alto precio: que multipliquen las horas de enseñanza y lleguen a dar 30 horas semanales de clases si quieren un buen sueldo (unas 400.000 pesetas mensuales). Esto implica que se quedan sin tiempo para la investigación y la lectura y con la espada de Damocles de que puede ser despedido en cualquier momento si la universidad así lo decide.

El 2% de aprobados

El dilema para la Universidad de Brasil es si seguir el modelo europeo centrado en el saber abierto a todos o el modelo americano de convertir a la Universidad prioritariamente en una empresa rentable, aunque para ello haya que sacrificar parte del saber. En el último examen de calidad organizado por el Ministerio de Educación en diciembre pasado, sólo el 2% de las facultades obtuvo el aprobado. Además, Brasil quedó el año pasado en el puesto 94 en un ranking general de educación entre 165 países.

Brasil tiene el problema añadido de que es un país con 163 millones de habitantes, el 80% de los cuales son jóvenes, con un índice de analfabetización que está disminuyendo, pero que en las regiones más pobres del interior llega aún hasta el 90%. A esto hay que añadir una población infantil que sólo ahora empieza a estar escolarizada en casi su totalidad.

Para terminar de ilustrar el panorama, basta fijarse en un dato: sólo el 7% de la población ha seguido sus estudios más allá de la escuela básica. Esto ha hecho que el Gobierno se esté volcando en los programas de alfabetización y de promoción de la enseñanza básica y media donde lo sueldos de los maestros y profesores están entre 30.000 y 50.000 pesetas mensuales, dejando en parte olvidada a la Universidad, que ha salido de nuevo a la calle.

Se acusa a grupos de extrema izquierda de las universidades de São Paulo y Río de Janeiro de estar atizando el fuego de la huelga. Pero el problema existe con independencia de esta posibilidad y es múltiple: la gran burocratización de la Universidad pública, donde hay más funcionarios que profesores; la dificultad para los jóvenes de entrar en ella; los bajos sueldos de los profesores, y la escasez de medios para la investigación.

Sin embargo, el problema de fondo es el crecimiento de las universidades privadas por todo el país, sin criterios de calidad profesional, con el señuelo de que en ellas todos aprueban y de que cualquier alumno puede escoger la facultad que más le guste con tal que pague. Los profesores no pueden suspender so pena de ser expulsados de su puesto.

En esas universidades se están formando dos tipos de alumnos: los hijos de los ricos que no consiguen, por sus bajas calificaciones, entrar en la exigente Universidad pública y los hijos de los pobres que trabajan, no han podido pagarse cursos particulares para entrar en la pública y asisten de noche a la privada, donde les aseguran el diploma de cualquier forma.

Muchos se preguntan qué va a hacer Brasil con esas legiones de médicos, abogados, periodistas y arquitectos que salen a miles de esas facultades privadas sin preparación seria. Muchas de ellas han sido acusadas de corromper a los responsables del Ministerio de Educación para obtener el permiso de abrir sin cumplir los requisitos necesarios. El mandamiento número uno de los propietarios de estas universidades privadas es el lucro. El rector de una de estas universidades privadas se jactó el día de su inauguración de haber creado una universidad-shopping, donde hay de todo: tiendas de vídeos, pizzerías, farmacias, pastelerías y mil actividades comerciales más.

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