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TEMPORAL DE LLUVIA EN CATALUÑA

20 minutos para acabar con toda una vida

,Sólo 20 minutos fueron suficientes para acabar con el trabajo de toda una vida. Buena parte del humilde barrio de La Font d'Esparreguera (Baix Llobregat) amaneció ayer convertida en un lodazal por el efecto de las lluvias torrenciales. La Font d'Esparreguera es un barrio de trabajadores con un índice alto de población jubilada.

Todo sucedió entre las 6.00 y las 6.30. Los dos grandes tubos de canalización situados bajo la carretera en la que confluyen la antigua Nacional II y la autovía de Lleida quedaron completamente taponados por la maleza que arrastraba la riera. Árboles, contenedores y todo tipo de desperdicios formaron un muro de contención en los desagües que impedía el paso del agua. Y fue este caudal el que invadió el terreno de las casas unifamiliares, muchas de ellas construidas con las manos de sus propietarios, situadas a escasos 50 metros de la riera. "La suerte", como dijo uno de los vecinos afectados, "es que acabó reventándose la carretera porque, si la lluvia dura un rato más, no sé qué hubiera pasado".

"Lo primero que voy a hacer es preparar una demanda contra el Ministerio de Obras Públicas. Si en vez de dos tubos hubiera habido un túnel, no habría pasado nada", dice Iván Martín, un escultor de 63 años cuyos ojos aún reflejan el pánico que vivió ayer cuando se levantó y vio cómo todos los objetos de su casa flotaban sobre un mar marrón de agua y barro. Pero eso era sólo una parte de la tragedia. Martín ha perdido cuatro de los cinco caballos que dormían en un establo frente a su casa, hoy reducido a ruinas. No puede quitarse de la cabeza la imagen de sufrimiento de uno de sus equinos: "Lo tenía agarrado para que saliera del establo, pero el pobre estaba ya muy débil y vino un remolino y se lo llevó". El hijo de Martín había buceado antes para tratar inútilmente de desatascar la puerta de las cuadras.

Martín trabajaba ayer junto a sus dos hijos, su mujer y algunos empleados del Ayuntamiento para sacar el lodo que anegaba su casa. Una imagen que se repetía en todas las viviendas del barrio, que se quedaron sin agua, luz ni teléfono.

María Durán, de 63 años, y su marido, Amador Oller, de 66, estaban desolados. "Lo hemos perdido todo, hasta los tres coches de los hijos. Nunca lo podremos recuperar", sollozaba la mujer mientras contemplaba lo que antes fueron dos de las habitaciones de sus nueve hijos y hoy no es más que un habitáculo con el tabique reventado y marcas de dos metros de barro en las paredes. Aunque, como dice su marido, ganaron un hijo. Emilio, de 25 años, magullado y aún con la mirada ausente, trató de entrar en una de las habitaciones en plena avalancha de agua para salvar el televisor. Lo hizo, pero cuando fue a salir de la casa la puerta estaba obturada y el agua le llegaba a la cintura. Al final, con la ayuda de uno de sus hermanos, consiguió tirar abajo la puerta de entrada de la casa. "Cuando el Ayuntamiento vino a revisar el túnel [el desagüe de la autovía] ya les dijimos lo que podría pasar", decía su padre mientras se le escapaban unas lágrimas de rabia.

En la calle de al lado, la casa de Rafael Morales, también jubilado, era una ciénaga. "Ropa y muebles. Aquí no se ha salvado nada. Si no hubiesen estado los tubos [el desagüe de la autovía] no habría pasado nada", dice su mujer, que lo único salvó del garaje y la planta baja de la casa fue su cartilla de la Seguridad Social. "Si no nos ayuda la Administración, no podremos salir adelante", musitaba.

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