Un bebé en Downing Street
"Me siento como cualquier padre que ve nacer a su hijo. Es una emoción increíble". Tony Blair, tan emocionado como cansado, dio al mediodía de ayer los primeros detalles del alumbramiento de Leo, su cuarto hijo y el primer retoño en 150 años de un primer ministro británico. "Fue un parto natural, bastante largo. Hubo mucho forcejeo y pienso que Cherie está aliviada de que todo haya terminado", dijo frente al número 10 de Downing Street.Dentro de la residencia oficial, en el piso superior, Cherie se recuperaba, a sus 45 años, de un parto que comenzó al mediodía del día anterior, cuando ingresó en el hospital de Chelsea y Westminster, y culminó felizmente a las 0.25 de la madrugada. A esa hora nació el primer bebé del Reino Unido, con seis libras y 12 onzas de peso (unos tres kilos), que será bautizado con el nombre de Leo en honor al abuelo paterno. La noticia se confirmó a las tres de la madrugada con el regreso del matrimonio Blair a Downing Street.
Es la primera vez que el primer ministro asiste a un parto de su esposa. "El mediano se adelantó y, bueno, yo me perdí la experiencia. Con el mayor hubo complicaciones y mi hija nació de cesárea, así que es la primera vez que presencio todo este asunto", dijo. Queriendo, quizá, excusarse ante los hermanos de Leo por haberles fallado en su día, Blair se presentó en los peldaños de su residencia con una taza de té con imágenes grabadas de Euan, Nicky y Kathryn, de 15, 13 y 11 años, respectivamente. "Están encantados con el bebé. Lo han visto y se han hecho fotos con él", dijo sonriente.
El resto de los británicos se sumaron también al acontecimiento. La reina envió flores y felicitaciones. William Hague, líder de la oposición, declaró el sábado "un feliz día para el país" y el laborista Tony Banks, anterior viceministro de Deportes, no pudo resistir un chiste. "Es una supermujer. Se las ha ingeniado para parir antes del chupinazo de la final de Copa", dijo en referencia al encuentro de fútbol entre el Chelsea y el Aston Villa que se jugó ayer. En la calle, londinenses y turistas echaban una mirada tras las rejas de Downing Street con la esperanza de ver las mejillas de Leo.
No pudo ser. Los Blair extreman la protección de sus hijos y defienden, incluso ante los tribunales, el derecho a su privacidad. El primer ministro, como él mismo señaló ayer, tiene que volver a aprender a poner pañales, calentar biberones y dormir al son de los llantos infantiles. Pero, tanto él como Cherie, experta abogada, saben cómo mantener a raya al pelotón de fotógrafos.
Tony y Cherie Blair descansarán en familia este fin de semana. El primer ministro ha renunciado a la baja paternal y, aunque limitará los actos oficiales, no relajará la guardia en los asuntos de gobierno. Los planes de su esposa se mantienen, de momento, en secreto. En vísperas del parto, este mismo martes, defendió a los sindicatos en un pleito contra la Administración laborista y, dentro de unos meses, bien podría regresar al trabajo. Quiere ampliar su horizonte profesional, y llegar a ingresar en la judicatura, pero necesita unos tres años para realizarlo. El pequeño Leo podría hacer retrasar su gran sueño.
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