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Entrevista:

"Mi vida ha sido el sindicalismo"

Este hombre, risueño y a ratos serio, buen conversador, tímido cuando habla de sí mismo, apasionado cuando defiende al sindicato, leal con el adversario y fiel con los amigos, un sí es no es hosco -o lo parece en ocasiones- vivió el rojerío en carne propia, en su casa; lo aprendió en los recuerdos y en la actividad de su padre, viejo militante de UGT, teniente de las fuerzas republicanas.-¿Usted recuerda aquellas fotografías del exilio republicano cruzando la frontera francesa? Pues mi padre era uno de ellos.

Rodolfo Benito, secretario general de CCOO de Madrid hasta ayer mismo y elegido secretario confederal de organización y responsable de comunicación en el último congreso de Comisiones, vivió la izquierda en su propia casa. Tal vez escuchando los cuatro años que su padre pasó en un campo de concentración en Francia. Quizás oyendo el relato de la vuelta a España, el trabajo en la construcción del teniente vencido en la guerra, viviendo en el barrio en Ventas, donde nació Rodolfo Benito en 1957.

-Empecé a trabajar en Plata Meneses a los 16 años. Y en Plata Meneses he estado toda mi vida.

Dice que su peor recuerdo fue el cierre de su empresa, en 1992. Y hay todavía un poso de tristeza, como un regusto amargo al recordarlo. Un silencio.

Rodolfo Benito estudió hasta los 16 años. Terminó el bachillerato. Alguien a su lado tiene que recordarle que, ya en el sindicato, sacó los estudios de técnico superior de Administración y Finanzas.

-Bueno, sí, claro.

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Se puso a trabajar -ya está dicho- en Plata Meneses. Era -y es- profesionalmente pulidor, en la cadena de cubertería. A los 18 años salió elegido enlace sindical, y después, jurado de empresa. Eran tiempos en los que CCOO se planteaba tomar el sindicato desde dentro, presentarse a las elecciones oficiales, dinamitar el vertical.

-Yo ya estaba vinculado a Comisiones con aquellas tarjetitas de 25 pesetas, ¿sabe? Para mí, el sindicalismo es lo más importante que he podido hacer en mi vida.

Y es que el sindicalismo ha sido prácticamente su vida. En 1976 fue elegido miembro de la Comisión Ejecutiva del Metal de Madrid; después sería secretario de organización, secretario general de la misma federación y, en 1987, secretario general de la Unión de Madrid de CCOO. Hasta hoy, que se marcha con José María Fidalgo a la confederación.

-¿Y no le da pena dejar la Unión de Madrid?

-Pues no.

Pero duda.

-Bueno, quiero decir que las cosas tienen su momento. Y ahora empieza para mí otro momento. En el fondo, es seguir en lo mismo.

-¿Y ese momento con José María Fidalgo será muy distinto al de Antonio Gutiérrez?

-Me parece a mí que con Fidalgo comienza un sindicalismo más flexible, un sindicalismo abierto a las empresas. Tenemos que recuperar el trabajo en la empresa. Yo creo que tenemos una asignatura pendiente en la pequeña empresa. No porque no tengamos representantes en ella, sino porque no hemos sabido hacer nuestro trabajo. Las condiciones en este tipo de empresas son más precarias, y el trabajo sindical, más difícil y necesario.

Comprende que las cosas han cambiado. Que, aunque los objetivos sindicales son inalterables, hay nuevos retos.

-Los valores sindicales de solidaridad, equidad social, libertad, justicia... siguen vivos. Pero hoy, además, hay que dar respuesta a nuevos problemas, a nuevas situaciones: la revolución tecnológica, las empresas temporales, las telecomunicaciones, la globalización.

Las malas lenguas -o buenas, que nunca se sabe- dicen que Rodolfo Benito se ha llevado mejor con sus adversarios que con sus compañeros de trinchera. La gente, ya se sabe, habla mucho.

-Dicen que se ha llevado usted mejor con Ruiz-Gallardón que con Joaquín Leguina, mejor con Jaime Lissavetzky que con Ángel Pérez.

Se ríe Rodolfo Benito.

-¡Qué va, qué va! Yo he tenido buenas relaciones con todos. Por ejemplo, con Joaquín Leguina hemos hecho grandes acuerdos. El diálogo social, en una comunidad que empezaba a andar, se ha hecho con Leguina. El movimiento sindical se ha desarrollado con él. Otra cosa es que también hayamos firmado grandes pactos con Ruiz-Gallardón. Pero hay que reconocer que él no ha hecho otra cosa que heredar una cultura de diálogo que impulsó el Gobierno de Joaquín Leguina. Y le voy a decir una cosa: yo me he sentido siempre más a gusto con los gobiernos de izquierdas.

-Y con Ángel Pérez, ¿qué tal se lleva?

Mira con picardía.

-Pero, hombre, muy bien, ¿cómo voy a llevarme con él? Pues muy bien. Claro, hombre, claro.

Y Rodolfo Benito, hábil, cambia de tema.

Y sonríe.

Parte de la historia

-¡Ya ve usted qué despacho! En esto voy a salir perdiendo. No creo que en la confederación vaya a tener uno igual.Es amplio el despacho, sí. En este edificio estuvo el antiguo sindicato vertical. Ahora hay otro aire: más popular, más abierto a lo mejor; digamos que distinto al de los burócratas de aquel sindicato que se empeñó en llevar a empresarios y trabajadores a una "unidad de destino en lo universal".

Tiene Rodolfo Benito dos hijas ("su perdición", dicen sus amigos con sorna) que son, por encima de otras cosas, su auténtico futuro.

Aunque el pasado para él no es algo para olvidar. El pasado está vivo, tiene rostros y nombres: Marcelino Camacho, Julián Ariza, Eduardo Saborido, Miguel Ángel Zamora, Juan Moreno, Nicolás Sartorius. Nombres que hicieron el sindicato, que escribieron el movimiento obrero, dice Rodolfo Benito.

-¿Cómo se puede negar alguno de esos nombres? Marcelino, que ha dedicado su vida a la clase obrera; Sartorius, Zamora; el mismo Julián, que aún sigue en la brecha ¿Cómo se puede ignorar a gente como Tranquilino, Macario, Arcadio, el trío de la construcción de Madrid? Son gentes que dieron un ejemplo de lucha, de honestidad personal. Yo asumo con orgullo ese pasado y esos nombres. Son nuestro mejor legado. Ese amor por el pasado es lo que, tal vez, le ha llevado a dedicar buena parte de su tiempo a la lectura de novelas históricas.

-Cuando me dejan libre otras lecturas, ya sabe.

El sindicato -se lo recuerda Francisco Naranjo, a su lado desde hace años en la responsabilidad de comunicación- dedica buena parte de sus esfuerzos a la edición de obras sobre historia del movimiento obrero, sobre divulgación y estudios sindicales.

En música se considera un clásico. Pero, tranquilos, que Rodolfo Benito ha huido del tópico aquel de "me relajo escuchando música clásica". No. Rodolfo Benito entiende por sus clásicos a gente como Víctor Manuel, Ana Belén, Labordeta.

¿Podía ser de otra manera?

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