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Tribuna
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López Piñero

Miguel Ángel Villena

"Quiero morir aprendiendo", me comentó hace poco la escritora Carmen Martín Gaite en el transcurso de una larga conversación. Es de esas frases que se te quedan grabadas en la memoria, que conservas como oro en paño para que la vida signifique un estímulo, siempre un camino y nunca una meta. Cuando te dedicas durante años al periodismo y tienes el privilegio de ver de cerca a pretendidos mitos públicos, la mayoría de ellos no resiste la corta distancia. Engolados, vanidosos, autosatisfechos, más pendientes de las lentejuelas del poder, de las adulaciones de los focos o de la lotería de los premios que de un trabajo constante y riguroso, de un esfuerzo por aprender. Así son, contemplados a un metro de distancia, innumerables escritores, actores, políticos, banqueros, intelectuales, músicos y toda la extensa nómina de personajes que viven del público. La sencillez se convierte, por tanto, en excepción y la megalomanía deviene en norma.A mediados de los años ochenta, este periódico me envió a entrevistar al doctor José María López Piñero a quien el Gobierno acababa de conceder el Premio Nacional de Sanidad. Catedrático de Historia de la Medicina, autor de imprescindibles libros, maestro de muchos investigadores y experto en Ramón y Cajal, varias generaciones de estudiantes y de médicos pueden atestiguar el impresionante currículo de este murciano de nacimiento y valenciano de adopción. Pues bien, López Piñero se encuentra entre las escasísimas personalidades que he conocido en mi ejercicio profesional que alegaban falta de méritos para rechazar una entrevista. Finalmente accedió a la charla y descubrí que la sencillez no era una pose fingida sino una actitud ante la vida. Ahora, José María López Piñero se ha jubilado, ha publicado dos ensayos sobre su especialidad y ha concedido una interesantísima entrevista que mañana publica el suplemento Babelia. Afirma López Piñero: "Colocarte en tu sitio es la única opción seria que tienes de trabajar y de saber cuándo llega la hora de vaciar tu despacho y seguir trabajando". ¡Sombrero!

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