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El discurso de un poeta "periférico"

Bartomeu Fiol recibe el premio Crítica Serra d'Or de poesía por "Tot jo és una exageració"

Bartomeu Fiol (Palma de Mallorca, 1933) tiene una biografía atípica, como atípico es su discurso de poeta "periférico". Él mismo se define de esta manera. El jueves por la noche le tocó pronunciar el parlamento que, como es tradición, cierra la cena durante la cual se entregan los premios de la Crítica Serra d'Or. Habló después de recibir la pequeña insignia de solapa en forma de sierra, única plasmación material del galardón, por su antología poética Tot jo és una exageració (Proa), y lo hizo para dejar constancia, ante representantes de instituciones -la Generalitat y el Ayuntamiento- y del mundo literario y editorial, de algunas de sus opiniones contundentes acerca de las "carencias" de la cultura catalana.A la hora del postre, Fiol cargó contra la hegemonía del "catalán central"; afirmó que "el problema de nuestra cultura no es tanto la normalización del uso de la lengua como la penuria de ideas", y se preguntó "si no se confunde la cultura con la forma": "assenyats i pràctics que som i com som", ironizó. Ante el consejero de Cultura de la Generalitat, Jordi Vilajoana, y el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, Ferran Mascarell, remachó: "Los políticos no pueden ser nuestros maîtres à penser".

El poeta pronunció estas palabras después de agradecer la distinción -"lo que más se agradece es lo que nos llega desde el aire del cielo"- y desde su posición de "outsider por partida múltiple": por ser "catalán de Mallorca"; por dedicarse "al pariente pobre de la producción editorial", es decir, a la poesía; por ser un "autodidacta demasiado osado y no haber formado parte de ningún grupo o capillita"; por haber empezado a escribir en catalán viviendo en Madrid, y por haberse ganado el pan con la hostelería y no con las letras.

Fiol ha publicado 10 libros en 40 años de escritura y no duda en reconocer, como ha hecho en alguna entrevista, que ha tenido "dificultades para editar". En los últimos años, no obstante, su obra ha empezado a recibir los parabienes de la crítica, aunque no había sido aún bendecido con ningún premio (el poemario Cave carmina, cape canes, de 1998, quedó finalista en el Ciutat de Palma).

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