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Tribuna:VII CONGRESO DE COMISIONES OBRERAS
Tribuna
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Un sindicato para todos y todas

Comisiones Obreras celebra su VII Congreso a punto de comenzar un nuevo siglo en el que se deberían abrir grandes expectativas al ser humano. Sin embargo, vivimos en un tiempo en el que, a pesar de un progreso científico y tecnológico sin precedentes, no se han logrado reducir las desigualdades entre las personas y los países. La economía está al servicio del capital especulativo y financiero, se propicia una distribución de la renta y de la riqueza cada vez más desigual, se acosan los derechos y los servicios sociales, las relaciones de producción fragmentan la clase, la ideología fomenta la pérdida de conciencia. Frente a este panorama, el sindicalismo de clase resulta imprescindible.Ahora bien, el sindicalismo no ha estado a la altura de las circunstancias. El Partido Popular ha aplicado uno de los ajustes más duros del periodo democrático, reduciendo la inversión pública y los gastos sociales en educación, sanidad y desempleo; recortando las pensiones, privatizando las empresas públicas, etcétera. Unido lo anterior a un ciclo económico expansivo y a una inestimable paz social, el PP ha podido divulgar el "España va bien", permitiéndole ganar las elecciones del pasado 12-M.

Durante cuatro años se ha seguido una estrategia sindical sin la participación y la movilización de los trabajadores, basada en la continua firma de pactos con el Gobierno y la patronal. Los resultados obtenidos con este modelo de concertación son absolutamente insuficientes e incluso negativos: no han modificado la política económica, han deteriorado la unidad de acción sindical y han contribuido a la legitimación de la derecha en el poder. En efecto:

- La reforma laboral de 1997 ha fracasado. Los asalariados temporales siguen siendo el 33%, a pesar de las fuertes subvenciones a los empresarios. El despido se ha abaratado un 20%. Los contratos indefinidos que se realizan son mayoritariamente con indemnizaciones más bajas.

- El desmantelamiento del sector público ha sido prácticamente completo, con la pasividad e incluso la comprensión sindical.

- Con el Pacto de Toledo (ampliación del periodo de cálculo, reducción de los porcentajes...) se han recortado los derechos potenciales en pensiones entre un 7% y un 21%.

- Han retrocedido los salarios de los empleados públicos y se ha producido una congelación en el sector privado en la práctica, ya que los incrementos salariales se han movido en torno a la tasa de inflación, sin mejoras de poder adquisitivo.

- El Estatuto de la Función Pública, con respaldo sindical, afectará a más de 1,4 millones de trabajadores y supone una desregulación de las condiciones de trabajo y una discrecionalidad ilimitada para el Gobierno de turno.

- No han avanzado los acuerdos en la negociación entre Gobierno, sindicatos y patronal sobre la reducción de la semana laboral de 35 horas, la mejora de la cobertura al desempleo y la estabilidad de la contratación.

Esta estrategia sindical, por un lado, ha tenido importantes consecuencias: en las elecciones sindicales se ha producido un retroceso de la ventaja de CCOO y la unidad de acción sindical está atravesando momentos difíciles. Por otro, ha ido acompañada de un retroceso en la democracia interna y de una gravísima represión contra el sector crítico (cientos de sancionados), condenada muchas veces por los tribunales (incluyendo el Tribunal Supremo).

Un giro sindical a la izquierda. La ponencia oficial al Congreso plantea la continuidad de una política fracasada. Para cambiar esta situación es preciso que el congreso bascule sobre dos grandes líneas: un giro sindical a la izquierda y la recuperación de la democracia interna.

Por lo que respecta al primero, se trata de insistir en estrategias sindicales a la ofensiva (la lucha contra la política económica neoliberal, la defensa firme de los derechos de los trabajadores, la recuperación del papel del Estado, una política fiscal progresista), en los programas de transformación de medio alcance (legislación laboral progresista, la ampliación de los derechos sociales...), en la participación de los trabajadores y en el desarrollo de una política de alianzas de amplio espectro frente a la derecha.

Con el giro sindical a la izquierda se debería dar una respuesta a la política neoliberal y apostar por un nuevo marco europeo para la acción sindical. Para ello es necesario reivindicar una política económica generadora de empleo, socialmente avanzada y ecológicamente sostenible. Una política que combata el paro y la precariedad (ley de 35 horas, jubilación a los 60 años, prohibición de horas extras, supresión de las ETT, etcétera); una política industrial alternativa y el fortalecimiento del sector público; una mejor distribución de la renta y de la riqueza, con una política salarial a la ofensiva y un aumento de la progresividad de los impuestos; un mayor bienestar social público, con la defensa de la sanidad pública y la mejora de la calidad de la enseñanza; la mejora de las pensiones y el rechazo de nuevos recortes, la protección a los parados y el salario social, y la defensa del medio ambiente.

Mejorar la relación de fuerzas a favor de los trabajadores exige poner en primer plano el papel de la movilización; revitalizar una negociación colectiva, que está en crisis; apostar por la unidad sindical y buscar alianzas con los sectores progresistas. Y una organización sindical adecuada a la diversa composición de la clase trabajadora, que dé un nuevo papel de las uniones y federaciones y contenga nuevas propuestas organizativas hacia colectivos desprotegidos (parados, inmigrantes, jóvenes, precarios...).

La independencia sindical es clave para el futuro del sindicato. Ello pasa por una toma de decisiones democrática, una política de relaciones sin complejos ni dogmatismo y unas finanzas más equilibradas, recuperándose para ello la cultura de la militancia, del compromiso y del trabajo voluntario.

Recuperar la democracia en Comisiones. La otra clave del congreso debe ser la recuperación de la democracia. Defendemos la idea de que CC OO tiene que ser el sindicato de todos y de todas, y ello pasa por el respeto al pluralismo, la supresión de todo tipo de exclusiones y la amnistía a los represaliados, para cerrar así una etapa totalmente negativa. Hay que avanzar en la democracia interna, en la participación de los trabajadores (asamblea, consultas), en el fortalecimiento de las estructuras sindicales de base (secciones sindicales, etcétera) y en configurar una dirección integradora de la pluralidad. Es decir, todo lo contrario de lo que se pretende con la propuesta oficial de modificación de los estatutos: un auténtico código penal-sindical, más preocupado sobre cómo sancionar que por aumentar los afiliados; que coarta la libertad de expresión; que recorta la autonomía y funciones de las secciones sindicales y organizaciones confederadas; que fija una estructura de órganos que quiebra la pluralidad y legaliza la exclusión de las posiciones críticas. Para frenar esta involución democrática hubiera sido fundamental organizar un debate rico, reflexivo y plural de cara al VII Congreso, con libertad e igualdad de oportunidades. Pero ni se han publicado las enmiendas ni se han consencuado las normas y se ha reprimido hasta el último momento (Defensa, Sindicato Ferroviario, Sanidad de Huelva...).

La regeneración del sindicalismo de clase es una tarea ineludible que requiere un esfuerzo de titanes. En ella deberán participar la mayoría de los militantes, recuperando a todos, y especialmente incorporando a los más jóvenes. Se necesitan cambios profundos de estrategia y de método. Es preciso normalizar el sindicato, sin exclusiones ni intolerancia. Los afiliados y afiliadas deben tomar conciencia de lo que está en juego en este congreso y asumir con su participación activa el protagonismo que les corresponde. Son ellos los que pueden defender la democracia, la pluralidad y las posiciones de clase en CCOO y abrir una perspectiva ilusionante para los trabajadores.

Este artículo lo firman también Jesús Albarracín, Salce Elvira, Íñigo Etxenike, María Victoria Martínez, Araceli Ortiz y Pedro San Frutos, miembros de la ejecutiva confederal de CC OO y del sector crítico.

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