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Tribuna:
Tribuna
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¡¡A las barricadas!!

Siempre creí que lo peor tras la pérdida de unas elecciones no es la larga noche que aguarda tras rasgarse el velo de las primeras papeletas escrutadas, sino los días interminables que siguen sin conocer la luz y el caos que se apodera del partido perdedor. Porque no es verdad que uno gana y los demás pierden. Cierto resulta que sólo hay un ganador, pero no menos cierto que a sus pies cae un gran perdedor. Los demás, colocados a modo de relleno en la lista de resultados finales, cumplen con el rito de medirse mutuamente su escasa estatura y presumir, como enanos en el bosque, del escaso centímetro que crecieron respecto del rival.Pero en esta ocasión, la del 12-M de un año que por ignoto no nos ponemos de acuerdo en definir como final de siglo o principio del siguiente, nadie puede anidar la menor duda de que la derrota del PSOE -la nuestra, la mía- ha sido, está siendo, rotunda, amarga y patética. Todo a la vez, si se considera que lo peor no ha pasado, sino que está por llegar y la amenaza no proviene tanto del sesgo que adopte el nuevo Gobierno ganador con ser negros los augurios, sino de la concienzuda labor de demolición de los restos del naufragio, inaugurada apenas conocidos los resultados provisionales del cómputo de votos obtenidos en cada Comunidad.

Se acaban de abrir no menos de una decena de banderines de enganche, no para luchar contra un enemigo común sino para emprender una guerra de exterminio del compañero/a a quien sólo desde el sopor de la calentura cabría otorgarle la condición de líder (de barricada) o de pequeño líder (de salón de estar). La mescolanza entre partido e instituciones, o por decirlo con más exactitud la detención del poder en los órganos de gobierno del partido como medio para reforzar la permanencia en los cargos remunerados de la política, amenaza con pudrir las expectativas de futuro del gran partido de Pablo Iglesias si no somos capaces de aplicar grandes remedios.

Para esta guerra santa se nos convoca al grueso de la militancia en la que, como es sabido, nos integramos los no alineados a quienes nos desagrada asistir a sesiones de despelleje cutáneo de fin de semana. Pues en nombre de todos ellos digamos claro que en esta hora de dar la cara sin careta, es necesario deslindar las dos áreas de activismo dentro del PSOE -poder orgánico y poder institucional- con el fin de atraer a cada una a quienes estén dispuestos a trabajar por el éxito de un programa socialista. Los mayores que acumulamos experiencia en la política estamos en condiciones óptimas para mantener al partido en un plano de estabilidad, vigilando el cumplimiento de los acuerdos de nuestros congresos y juzgando la idoneidad de quienes, desde dentro o desde fuera del partido, aspiren a integrarse en listas electorales u ocupar y mantenerse en cargos de designación en las más diversas instituciones. No defiendo la existencia de dos compartimentos estancos e incomunicados, sino todo lo contrario, pues en un momento dado pueden surgir aspirantes a cambiar su rol, siempre que se tenga clara la incompatibilidad para simultanear ambas funciones, evitando así consolidar las actuales castas de reina madre, obreros/as y zánganos sin las ventajas de las laboriosas e inteligentes abejas. Si optas por mandar en el partido, no vivirás de la política, pero si te ganas la vida en cualquier cargo público ya sabes que no serás ni incombustible ni eterno, porque otros decidirán si debes continuar o es mejor dar paso al relevo.

De la variante valenciana, cuyo barroquismo y espíritu borgiano encarna a la perfección el PSPV-PSOE, poco se puede decir que permanezca oculto. Yo sólo pido que alguien me explique y convenza de por qué una gestora que en su día fue elegida por cooptación desde Madrid -procedimiento lamentable, pero dentro de las reglas del juego que marcan nuestros estatutos para sacar al partido de situaciones de grave crisis- con un vencimiento fijo, coincidente con la elección democrática de una nueva Comisión Ejecutiva, debe anticipar su cese como consecuencia de los resultados electorales adversos celebrados a mitad de su mandato. Por qué este grupo de compañeros de la gestora han recibido y soportado las puyas de su origen poco menos que ilegítimo y ahora deben hacer el papel de cirineos como primeros/únicos responsables de la derrota. Por qué cuando se encuentran dos militantes en una esquina y sacan a relucir los problemas del partido, terminan poniéndose de acuerdo para constituir una plataforma, grupo de presión, corriente, etcétera, para derribar a los que en ese momento mandan, pero nunca renuncian a sus ambiciones en beneficio de millares de ciudadanos que pueden prescindir perfectamente de tanto improvisado político, pero no de los ideales del socialismo. Por qué no se debate en los congresos que están por venir, esta fórmula de la división de poderes en el partido, que no sólo oxigenaría su órgano pensante, sino que fortalecería el vigor de su musculatura quitando lastre a las ideas y liberando estímulos de trabajo. Por qué los sin voz estamos condenados a callar siempre.

De nuevo hemos de acordarnos de la receta que Sir Winston Churchill daba a los ciudadanos británicos en el punto más crítico de la II Guerra Mundial para lograr la victoria: sangre, sudor y lágrimas.

Francisco Granados es abogado.

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