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Al menos 45 niños murieron abrasados en el suicidio colectivo de Uganda

La policía de Uganda comenzó a contar ayer los centenares de cadáveres calcinados en el suicidio colectivo de Kanungu, ocurrido el viernes en una iglesia del suroeste del país controlada por una secta apocalíptica. Los primeros informes de las autoridades daban cuenta de más de dos centenares de muertos, entre los que se incluían al menos 45 niños, pero otras fuentes de los servicios de seguridad ugandeses temían que se pudiese elevar hasta 500 el número de víctimas de la matanza ritual. La secta del Movimiento por la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios -controlada por el antiguo activista de la oposición Jospeh Kibwetere y varios curas y monjas católicos excomulgados- ha protagonizado en Uganda el segundo mayor suicidio colectivo cometido en los últimos tiempos, tras la macabra inmolación de 914 seguidores del Templo del Pueblo ocurrida en Guyana en 1978. Kibwetere y sus colaboradores habían sido investigados como posibles explotadores de menores. Algunos de los cadáveres localizados en Kanungu, cerca de la frontera ugandesa con la República Democrática de Congo, presentaban los brazos alzados como si su último gesto hubiese sido una dramática petición de auxilio. Otros parecían representar a familias enteras que habían muerto abrasadas mientras se fundían en un último abrazo. Los seguidores de la secta de Kanungu, uno de los numerosos grupos religiosos que han proliferado en África procedentes de antiguas misiones cristianas, habían vendido todas sus posesiones antes de dirigirse a la iglesia cubiertos con túnicas blancas, verdes y negras. Dijeron a sus vecinos que iban "al arca de Noé" ante el inminente fin del mundo. Kibwetere, el supuesto profeta del Movimiento por la Restauración de los Diez Mandamientos, seguía ayer en paradero desconocido. Había sido visto por última vez en un hospital de Kenia, donde recibía tratamiento por una afección cardiaca.

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