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Reportaje:

Una mezcla de cristianismo y tradiciones indígenas

La secta del Movimiento por la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios, a la que pertenecían las más de 200 personas que el pasado viernes se inmolaron en Uganda, es representativa de una evolución del cristianismo indígena que ha proliferado desde la independencia y que incluso ha tomado la forma de rebelión armada en algunas zonas.En Uganda, Kenia, Tanzania, Ruanda y Burundi, ese cristianismo, fundamentado sobre todo en las campañas de reacción a las iglesias occidentales, se transformó en un movimiento milenarista en vísperas del año 2000. En Uganda, el fenómeno tomó incluso un giro hacia el mesianismo armado con la cruzada de Alice Lakwena. Mezclando el cristianismo con las creencias tradicionales, su Movimiento del Espíritu Santo amenazó militarmente el poder del presidente Yoweri Museveni en 1986, antes de que sus hombres fueran aplastados por el Ejército ugandés en 1987.

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Su movimiento encontró un heredero: Joseph Kony, que tiene lazos de parentesco con Alice Lakwena y que dirige desde 1989 el Ejército de Resistencia del Señor, la rebelión más activa de Uganda, que propugna un régimen basado en la estricta aplicación de los diez mandamientos.

En el curso de los últimos meses, la policía ugandesa desmanteló dos sectas, acusándolas de ser una amenaza para sí mismas y para toda la comunidad.

El 18 de septiembre de 1999, la policía tomó por asalto una granja situada en el centro del país que servía de campamento a la Iglesia del Último Mensaje de Advertencia Mundial, una secta apocalíptica cuyos miembros están acusados de secuestro de niños y de abusos sexuales a menores.

Según la policía, los miembros de esta secta eran exclusivamente tutsis y bahima del sur de Uganda, de Burundi, del norte de Tanzania y del este de la República Democrática de Congo (RDC).

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El 19 de noviembre de 1999, la policía ugandesa puso fin a una reunión ilegal de otra secta, adepta de la joven profeta Nabassa Gwajwa, en el noreste de Uganda.

Unos 500 miembros de la secta, de las etnias hima y tutsi, estaban reunidos en un campo situado en Muzeri, en el distrito de Sembabule, cuando fueron dispersados por la policía antidisturbios. La joven profeta, de 19 años, aseguraba que murió en 1996 y que fue reenviada por Dios a la tierra para exhortar a su pueblo al arrepentimiento antes de la llegada del año 2000.

En Ruanda, las sectas religiosas que anuncian el fin del mundo o prometen una redención colectiva también han proliferado al aproximarse el año 2000. Tras el genocidio de 1994, el número de iglesias cristianas "ha pasado de ocho a 300 gracias a la liberalización religiosa del nuevo régimen ruandés", declara el pastor André Karamaga, presidente de las iglesias presbiterianas.

Mayoritariamente católica, Ruanda también ha visto desarrollarse las sectas milenaristas y otras derivadas del protestantismo.

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