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Antoñita Iborra: la intuición vive en casa

En las pasadas elecciones, cuando todas las encuestas colocaban a los populares al frente del Gobierno autonómico, ganaron los socialistas, y del naufragio de IU se salvaron 13 diputados. Sólo una persona acertó los resultados reales días antes del recuento electoral: Antonia Iborra, la mujer del presidente andaluz. Su intuición política no tiene límites, dicen. Las ve venir de lejos y sabe cuándo son amigos o enemigos.Antoñita, como la llaman, nació en San Roque (Cádiz, 1946). Es nieta de agricultores e hija de militar. De lo primero conserva posos que se le escapan de la boca en forma de refranes y de lo segundo nace su disciplina, por ejemplo en su empeño férreo por dejar de fumar. Rompe ese rasgo castrense con un punto de desorden y condescendencia: lo mismo cambia los muebles de un lado para otro que consiente al gato que arañe toda la casa. Es su gato, uno de los elementos que acompañan la intimidad de esta mujer que se niega a hablar con la prensa, que es discreta hasta la saciedad y que prefiere las conversaciones alrededor de la mesa camilla, el rincón de su casa en el que apiña su vida.

Iborra es licenciada en Ciencias Químicas pero su corta vida profesional se convirtió pronto en una larga trayectoria al lado de un marido que lleva un cuarto de siglo en el ámbito público. No suele acompañarle salvo cuando el acto oficial verdaderamente lo requiere, pero en los momentos privados el presidente nunca está solo. Es entonces cuando esta mujer que escucha (hasta dos conversaciones a la vez) más que habla, se convierte en la protagonista de las reuniones con los amigos. Ella ocupa el foco mientras Chaves descansa a la sombra de la reunión.

Antes de ser la mujer del ministro y luego del presidente andaluz, ya vivía a su lado en una colonia militar. Chaves iba a su casa a ver la televisión. Un día Manuel se tiró a la piscina (literal) y en pleno chapuzón le pidió noviazgo. Hasta hoy.

La antítesis de 'Hillary'

En la clandestinidad se hacía llamar Amanda, como homenaje a la mujer creada por Víctor Jara. Por aquel entonces, Carmen Morillo Morillo ya tenía carné del Partido Comunista y militaba en los grupos cristianos del cura Diamantino. Fue "en la lucha" donde conoció a Antonio Romero, con quien se casó con apenas 20 años.Ahora, esta sevillana de Martín de la Jara tiene 43 años, dos hijos y una trayectoria política propia. Aunque en el pueblo le dicen La Romera, nunca se ha quedado a la sombra de su marido. Ha trabajado mucho por Izquierda Unida -de la que es coordinadora local en Humilladero (Málaga), donde reside- pero ha declinado todas las ofertas para ir en sus candidaturas. "El estilo Hillary lo detesto", confiesa.

No le gusta aparecer en los medios de comunicación ni tiene ambición por los cargos públicos; prefiere trabajar de tramoyista. Así que en estos días tan pronto pone el puchero como pega carteles.

Es ama de casa. En su juventud trabajó en la tienda de la familia, pero lo dejó cuando llegaron Antonio y Amanda, sus hijos. Se quedó en el graduado escolar y hoy se arrepiente. Le hubiera gustado estudiar Filosofía o Letras. Es una apasionada del flamenco y de la lectura. Le gusta escribir poesía y hasta se atreve con algunas letras de carnaval en las que por supuesto la derecha nunca sale bien parada. Dice que su mayor defecto es ser dura para perdonar, que se apunta a las tesis feministas sin caer en radicalismos y que la intensa vida política de su marido resulta a veces "un coñazo". Está "contentísima" con el acuerdo PSOE-IU, aunque reclama respeto a la identidad y a la discrepancia. Es optimista y cree que vivirá para ver grandes cambios sociales.

Cobo & Martínez: la familia, los negocios y un teléfono de aliado

A. HERNÁNDEZ-RODICIO Cádiz

Él la llama Martínez. Ella, Cobo. Y se casaron a los 24 años. Santiago (53 años) y Teófila (52) lo comparten todo, excepto el tiempo. Martínez & Cobo son una sociedad que funciona: son matrimonio, accionistas del Hotel Santa María y los apartahoteles Los Jándalos, en El Puerto de Santa María (Cádiz); militantes del mismo partido; naturales de los valles pasiegos de San Roque del Río Miera; amigos de Rodrigo Rato y admiradores de Fraga. Comparten un hijo, Javier, de 27 años. Disfrutan juntos, incluso del despertador que a las 6.00 horas pone en pie a la candidata. Cobo, hombre reflexivo y moderado, se ha rendido a la evidencia. Sabe quién manda en su casa. "Los alcaldes mandan la de Dios es Cristo", dice.

Aprovecha el madrugón para pasear a sus dos perros de trineo de Alaska por la playa de Valdelagrana. Cobo, presidente de la patronal de Cádiz desde hace ocho años, se marchó a Venezuela a finales de los setenta para dirigir la cadena Puente Cultural. Tres años en el Caribe y camino a El Puerto de Santa María.

Este empresario niega el papel de manijero que se le atribuye. Su mano no mece ninguna cuna, asegura. "Le doy mi opinión [a Martínez] sobre las cosas, pero mantengo una distancia escrupulosa".

En plena campaña, tiene como aliado conyugal al teléfono. Ve poco a su mujer y eso lo entiende. Y no se enfada si transcurren dos semanas sin verse. Lo que le exaspera es que la candidata se ponga a arreglar los armarios cuando regresa a casa después de comerse 3.000 kilómetros de asfalto andaluz.

sabel Donaire: la mujer invisible

JAVIER BENÍTEZ Jerez

Isabel Donaire (Jerez, 1958) está casada con Pedro Pacheco desde 1975. Mauricio y Delia son los dos hijos del matrimonio. Esta mujer, perteneciente a una familia dedicada tradicionalmente en Jerez a la confitería, no se ha asomado jamás a la carrera política del candidato del PA. La discreción de Donaire la ha hecho ser una auténtica desconocida para la mayoría de los ciudadanos de un municipio como Jerez, regido por su marido desde hace más de 20 años.

La campaña electoral autonómica tampoco es su terreno: son contadas las ocasiones en las que se ha dejado ver en un mitin del Partido Andalucista, excepto cuando se celebran en Jerez. "Ya estoy acostumbrada, después de 21 años. Es algo normal ver a Pedro salir muy temprano y volver muy tarde en estos 15 días". En cuanto a la trayectoria política de su marido, Donaire piensa que mejor que ella, quien puede valorarla son los electores: "Cuando lo llevan votando tantísimo tiempo, por algo será".

Isabel Donaire, a la que sus conocidos llaman Beli, ha volcado sus aficiones hacia las artes plásticas. En su afán por aprender en este campo, ha participado como alumna en las últimas ediciones de los Cursos de Escultura y Pintura de la Universidad de Cádiz en Jerez.

El cuidado por la estética no es competencia exclusiva de su marido para una mujer de corte clásico que ha ganado en elegancia en los últimos años. Isabel Donaire Torres ha conseguido, en definitiva, no dejarse atrapar por el vértigo que rodea la vida pública de Pedro Pacheco. Se ha convertido en una mujer casi invisible de puertas hacia fuera.

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