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Entrevista:ANTTON PÉREZ DE CALLEJAECONOMISTA

"La economía se está independizando de la política como el Estado se separó de la Iglesia"

Anttón Pérez de Calleja (Zarautz, 1943) no oculta que se siente indentificado con el rumbo actual de la economía. El que fuera director de la división empresarial de Caja Laboral, ahora asesor de empresas independiente, mantiene su visión rompedora y liberal de la economía vasca, y afirma que una de las grandes aportaciones de la Europa de Maastricht es que reduce el riesgo de que "los políticos puedan hacer tonterías" en materia económica.Pregunta. En 1981, en su Informe Diagnóstico, realizó un análisis demoledor sobre la economía vasca. ¿Cuál es su visión veinte años después?

Respuesta. El informe sobre la renta provincial del BBV recoge muy bien lo que ha sido la historia económica del País Vasco desde los 50 hasta hoy. A mediados de siglo la renta vasca era el 168% de la media española. De repente, a partir de 1975 llega el derrumbe. Coincide todo: el cambio político, la crisis del modelo industrial tradicional y de una economía hacia dentro, enfocada a las necesidades del mercado español, y la negativa general, qué es lo que más me escandalizó entonces, a enterarse de que teníamos entre manos una bomba que nos estaba estallando año tras año. De hecho, el informe del BBV revela que Euskadi es la única comunidad donde la renta bruta cae entre 1975-85, y del 168% de la renta cae al 109%, una caída que en términos económicos es un desastre absoluto.

P. ¿Y cómo se ha producido la remontada?

R. Hasta 1993 yo no hubiera dado un duro por este país. De hecho, cuando por entonces daba clases a postgraduados les decía que la asignatura más importante era el inglés, porque les permitiría emigrar. La gran sorpresa se produce a partir de ese año. Esta economía echa unos zorros, que parecía negarse a espabilar y a enterarse de que el mundo estaba cambiando, empieza a reaccionar, y precisamente en el peor momento de la economía española. Así, entre 1994 y 1999, el País Vasco ha crecido bastante más que la media española, lo que no ocurría en los últimos 40 años.

P. ¿Cuáles han sido las claves de esa reacción?

R. Lo curioso es que nadie ha liderado ese proceso: desde luego, no el Gobierno vasco. Lo ha hecho cada pequeño y mediano empresario en su rincón, aplicando unas medidas sensatas. Han dimensionado la empresa a su tamaño razonable después de despedir en 1993 a toda la gente que pudieron, y han controlado los gastos salariales; han subcontratado todo lo que ha podido -por primera vez la empresa ha analizado qué debería fabricar y qué no, lo que ha dado unos resultados extraordinarios-;ha mejorado la calidad drásticamente; han reducido radicalmente el endeudamiento, se ha internacionalizado de forma decidida -los empresarios se han dado cuenta de que hay que salir fuera-, y el empresario vasco ha empezado a ganar lo que no había ganado nunca. Todas estas medidas dan una economía recuperada, modernizada, dinámica y enormemente rentable.

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P. Con esa idea de que nadie ha liderado la recuperación, va a dar un disgusto al Gobierno vasco y a las diputaciones, con sus planes de relanzamiento industrial e incentivos a la inversión.

R. No, no, el Gobierno está en lo suyo, que es dedicar el 71% de sus recursos al gasto social -si pudiera, se dedicaría también a las pensiones-, y no está para darse cuenta del momento que vive la economía mundial y del cambio que se ha producido en la estructura económica. El mayor favor que se ha hecho a la economía vasca no ha venido del Gobierno vasco ni del Gobierno español, sino de Maastricht, al reducir drásticamente la inflación y controlar el gasto público y, por ello, la inflación. Ese marco sí se lo ha proporcionado a la empresa la política, pero la política europea. Todo lo que ha conducido al euro me parece que es una de las grandes aventuras intelectuales de este siglo.

P. O sea, que, al final, sí había empresarios en este país, algo que usted puso en duda en su momento.

R. Pues sí, lo pusimos seriamente en duda. Lo que ha ocurrido es también muy curioso. El que en 1993 desapareciera en España casi el 20% del tejido industrial ha hecho que los empresarios supervivientes se hayan sentido más tranquilos. Hoy es noticia una empresa privada con problemas, cuando entonces todo estaba en crisis por la misma enfermedad: endeudamiento, exceso de plantilla, tecnología obsoleta, dependencia del mercado interior. Ahora sucede todo lo contrario. La economía está creciendo y continuará haciéndolo durante bastantes años, si los norteamericanos no nos dan un susto.

R. Sin embargo, viviendo un momento económico envidiable, existe la sensación de que el País Vasco ha perdido para siempre el papel de vanguardia industrial de España que tuvo durante un siglo.

R. Eso es evidente. Pero aquella posición no se debía a que los vascos fuéramos geniales; es que en el resto de España, industrialmente, no había nada. Y estuvimos ahí por una serie de circunstancias muy concretas: la acumulación capitalista generada por las minas a finales del XIX, la vuelta de los capitales procedentes de América, una serie de personas singulares y el fin de la guerra carlista en 1876, lo que supone siempre un importante esfuerzo de recuperación. Ahora los grandes centros de decisión, incluso la banca, no están ya en Bilbao. Sus directivos cuidarán las formas, pero el BBVA no puede considerarse un banco vasco, lo mismo que Iberdrola, por mucho que mantengan aquí la sede social. Pero es que dentro de poco el BBVA dejará de ser un banco español, como Telefónica ha dejado de ser una compañía española. Uno de los grandes fenómenos actuales es la ruptura de las raíces de las empresas y tiene muy poco que ver con la famosa globalización y mucho con el cambio de concepto de la misma empresa.

P. ¿En qué sentido?

R. En un determinado momento los empresarios se han preguntado qué es su empresa, y se han respondido que es mi producto, mi saber hacer, mis colaboradores, mi información y mis redes de distribución. Eso es lo importante. Los edificios y la maquinaria ya no es lo significativo y pueden estar en cualquier parte del mundo. Se dice ahora que la economía impone sus reglas a la política, pero creo que lo que se está produciendo es una laicización: de la misma forma que el Estado se separó de la Iglesia, la economía se ha independizado de la política, se desentiende de ella y comienza a ver el mundo de una forma global, no estatal.

P. ¿No percibe el peligro de que se den posiciones de concentración de poder, de control de determinados sectores sensibles?

R. Pueden producirse situaciones monopolísticas en momentos muy determinados. En Estados Unidos, que es donde más se han conocido, están muy atentos a estos fenómenos. Pero creo que un mercado abierto impide que pueda durar mucho una posición dominante. La ha tenido Bill Gates, como la tuvo hace años IBM, pero esta empresa ya no es el cabeza de serie y Microsoft, dentro de 20 años, será un episodio. Porque en una economía abierta van a salir miles de iniciativas diferentes. Nadie es capaz de controlar el futuro ni de hacer pronósticos a medio plazo.

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