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Un receso para la responsabilidad

El regreso del terrorismo a la escena se produce en unas circunstancias políticas en el País Vasco mucho peores que las que vivimos en el pasado. Si bien la capacidad operativa de ETA es considerablemente menor que hace una década y la reacción de la sociedad vasca es infinitamente superior a la que se daba entonces -hubieran sido impensable amplias movilizaciones ante el asesinato de un miembro de las Fuerzas Armadas-, la inestabilidad política que viviemos en Euskadi hoy es superior a la padecida en cualquier momento desde la transición. No hay más que observar que la mayoría de gobierno tanto en dos de las tres diputaciones como en el propio Ejecutivo vasco está soportada por EH.El arriesgado giro realizado por el PNV, quebrando una relación de gobierno con el PSE que había durado doce años y la ruptura de relaciones con el Gobierno del PP en Madrid, adoptados bajo la excusa de impedir la vuelta del terrorismo, ha dado como resultado una situación de debilidad política sin referencia de comparación en el pasado. Ni siquiera en los confusos tiempos del régimen preautonómico. A todo esto debiera añadirse la radicalización del discurso nacionalista en todas sus versiones partidistas, que ha vaciado de legitimidad al Estatuto de Autonomía y ha enfatizando su carácter esencialista, victimista, y agresivo hacia Madrid. Todo esto ha supuesto una dignificación y legitimación nunca observada en el pasado del nacionalismo radical. No en vano sostiene al Ejecutivo vasco. En estas pésimas circunstancias, ETA reaparece volviendo a matar.

No sería justo dejar de apreciar determinados movimientos que, aunque matizados, se han producido tras el asesinato del teniente coronel Blanco García. Lamentar por parte de Euskal Herritarrok el asesinato a manos de ETA de un militar no carece de importancia, a pesar de que unido a otras consideraciones que se hacían en su comunicado pueda considerar en un ejercicio de cinismo. Pero junto a ese matizado movimiento en EH ha existido otro por parte del PNV de naturaleza estratégica, valga la expresión; de abandono del Estatuto y de las reglas del juego establecidas hasta el momento, que empobrecen los movimientos de EH o los coloca en otra dimensión. En la dimensión que le quieren dar las nuevas autoridades del confuso proceso de construcción nacionalista. Ambas formaciones, en su respuesta al último asesinato, no sólo han jugado en el terreno de la ambigüedad, sino, sobre todo, en el vacío político e institucional que han construido en estos pasados meses denominados de tregua.

La necesidad de pararse en el camino emprendido y dar un respiro a la reflexión se hace inexcusable. Es imperiosa la necesidad de encuentro entre los partidos políticos para restablecer un marco mínimo de reglas de juego, so pena de que traslademos el enfrentamiento político a la sociedad. Es necesario restablecer la estabilidad institucional, puesto que estamos asistiendo a su vaciamiento. Aunque suponga un esfuerzo llamativo, precisamente, ante una consulta electoral que está a la vuelta de la esquina. Porque de lo que se trata es de sacar de su orfandad al PNV, una orfandad que se ganó a pulso. Y el mismo PNV tiene que estar interesado en ello, porque al fin y al cabo gestiona un Gobierno en una crisis de legitimidad total.

Tanto de ese partido como del resto de las fuerzas vascas es exigible un necesario ejercicio de responsabilidad que impida que se prolongue el actual proceso de caos político que padece Euskadi. Caos que sólo beneficia a la perduración y profundización de la violencia en el seno de nuestra sociedad.

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