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Polvos mágicos

XABIER ZABALTZA

Perdonen mi atrevimiento, estimados lectores. Sólo a un desalmado podría ocurrírsele hablar de sexo en fechas tan señaladas como éstas. Porque estas flácidas y familiares fiestas en las que la gula se dispara y la lujuria se evapora no son que se diga el momento más adecuado para pensar en lo Único. Pero es que hoy más que nunca me apetece hablarles del Desmadre de Todas las Batallas, con la venia. Bueno, a decir verdad, en este artículo voy a limitarme a analizar esos maravillosos polvos que se echan en las pelis americanas. Pero el tema da mucho juego, así que prometo volver sobre él más adelante.

Siempre he sido de la opinión de que si en esta vida, en lugar de joder al prójimo, nos dedicáramos más a joder con él todo sería más llevadero. Algo que por lo visto no está dispuesto a admitir cierta iglesia hegemónica por estos lares. Por eso mismo hace ya varios lustros que apostaté y me declaré pagano y fornicador (no practicante). Pero me da la impresión que el sexo de la inmensa mayoría de los mortales, entre los que me incluyo, tiene bastante poco que ver con los hiperbólicos orgasmos hollywoodenses. Recordemos brevemente el argumento típico. Chico conoce a Chica. Chico y Chica se echan los tejos. Chico y Chica todavía no se han preguntado cómo se llaman y ya se han metido en el cuarto de baño. Chico alza en volandas a Chica y por arte de birlibirloque, sin tiempo a despojarse de calzas y enaguas (y mucho menos, a ponerse el condón), ya están haciendo gimnasia. Qué posturitas, madre mía. Por supuesto, Chica resulta ser multiorgásmica y Chico, especialista en hacer el pino durante la eternidad y un par de horas más.

Vamos, vamos, señores actores, guionistas y directores. ¿A quién pretenden engañar? ¿Es que aquí no folla ni Dios? Estamos hablando de sexo, no de ciencia-ficción, aunque por lo visto en algunos lugares -nuestra amada Vasconia prefiere sin duda placeres más asequibles- deben de ser prácticamente sinónimos. No me extraña que luego la gente salga acomplejada: de aquellos polvos vienen estos lodos.

No es que yo sea supermán, ni mucho menos, aunque también hago mis pinitos. Puedo asegurarles que no confundo el culo con las témporas ni el erotismo con el contorsionismo. Mi eternidad dura como mucho unos minutos y desde luego jamás he tenido el gusto de conocer a una señora multiorgásmica. Y no por falta de ganas, lo juro.

No sé qué opinarán ustedes, pero yo prefiero las películas de porno duro. Por lo menos hay algo de autenticidad en las escenas de cama. Por el contrario, en el cine "politically correct" casi nunca se ve una teta y mucho menos un pene erecto. Todas las escenas de sexo son absolutamente inverosímiles. Y les digo más: puritanas y machistas.

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Piensen un momento en una película que resultó escandalosa en su época: Instinto básico. Todo el morbo de esa vulgaridad se basaba en la décima de segundo en que se pudo vislumbrar cierta parte peluda de la actriz Sharon Stone. Del protagonista masculino, Michael Douglas, tuvimos que conformarnos con sus carnosos glúteos, que eran más o menos dos, como los de todo el mundo. Pero nos quedamos con las ganas de saber si sus colgajos son también peludos o más bien imberbes.

No les voy a aburrir recordándoles lo hipócrita que es nuestra sociedad. Los periódicos -éste mismo- están llenos de reclamos de lupanares, que deben de ser una buena fuente de ingresos (a mí no me miren: yo no saco nada de eso). La pornografía está condenada a las catacumbas, como los cristianos bajo mi admirado Nerón. No hay un solo anuncio televisivo en el que no haya sexo subliminal. Pero no puede verse un prepucio en una película bien. En fin, yo no entiendo nada.

Respetable caballero que me lee. Si usted no tiene el aguante de Michael Douglas, no se preocupe. No hay razón alguna para acomplejarse. A él me gustaría verle cuando no hay cámaras delante. Y usted, sufrida lectora, tampoco se asuste si no llega. En realidad no se trata de llegar a ningún sitio, sino simplemente de pasar un buen rato. Además, estoy seguro de que ni siquiera Sharon Stone es multiorgásmica en la vida real.

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