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"Chechenia se convertirá en un nuevo Afganistán"

A sus 69 años, Kovaliov, que conoció la cárcel y el exilio interior por "propaganda antisoviética", fue y sigue siendo un disidente al estilo del fallecido premio Nobel de la Paz Andréi Sajárov. En la primera guerra de Chechenia, cuando era Defensor de los Derechos Humanos, se encerró en el palacio presidencial de Grozni para intentar detener los bombardeos rusos. Su acción cívica, continuada durante toda la contienda, contribuyó al cese de las hostilidades. Ahora, la atmósfera pública en Rusia es más desfavorable, pero él está acostumbrado a ir contra corriente. Por eso está pensando en repetir su odisea, si es que puede.Pregunta. ¿Qué está ocurriendo en Chechenia?

Respuesta. Primero le diré lo que no está ocurriendo: una operación antiterrorista. El objetivo de esta guerra es restablecer el poder central y tomarse la revancha por la derrota anterior. Pero Chechenia es también el elemento más sangriento de la nueva política interior, destinada a instalar un régimen duro y un orden nuevo.

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P. ¿Y qué pretenden los militares?

R. Se lee en títulares como éste: Guerra hasta el último checheno. Con una ventaja tan abrumadora en armas y personal es muy fácil ocupar ciudades y controlar el territorio, pero, ¿y después?

P. Después, las fuerzas rusas se quedarán allí indefinidamente.

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R. Eso no impedirá que haya una guerrilla. Y no se puede vencer a la guerrilla excepto con el método del exterminio completo de la nación. En el lenguaje moderno eso significa genocidio. La pregunta clave es: ¿está dispuesto el Gobierno a desatarlo?

P. ¿Cuál será el resultado de esta campaña?

R. Un nuevo Afganistán, con estado de emergencia no declarado en toda Chechenia, emigración masiva, actuación sin control de militares y terroristas. Habrá muchos años de una guerra sin reglas.

P. ¿Qué otra opción le quedaba a Rusia?

R. Ante todo, respetar los acuerdos de Jasaviurt y Nazrán y el que luego suscribieron Yeltsin y Masjádov en Moscú. Según ellos, se debía determinar antes del año 2002 el tipo de relaciones entre Chechenia y el centro federal. Nadie denunció estos compromisos, pero nadie hizo tampoco nada para cumplirlos.

P. Pero Masjádov no es quien manda en Chechenia.

R. Totalmente de acuerdo. Es un presidente débil. No tiene el poder real. Pero representa a la Chechenia legítima, a la que ni Rusia ni Occidente hicieron caso, lo que contribuyó a despojarle del poder real. Le dejaron solo, y tuvo que pagar un precio demasiado alto para evitar una guerra civil. Retrocedió ante sus oponentes, aceptó la ley islámica y que el poder se repartiera como en un mercado oriental, de acuerdo con el número de guerrilleros de cada cual.

P. El resultado fue el caos.

R. Masjádov no pudo luchar contra la herencia de brutales y salvajes tradiciones del Cáucaso, contra los secuestros, la compraventa de esclavos y las torturas. Todo esto era consecuencia de la primera guerra, de que Occidente fingiese que no veía lo que ocurría.

P. ¿Qué piensa la mayoría de los chechenos de esas atrocidades?

R. Le preocupan y repugnan. Si Masjádov se hubiese atrevido a enfrentarse a esa situación, habría tenido un apoyo masivo. Pero no se atrevió.

P. ¿Por qué es tan popular en Rusia esta guerra?

R. Primero, hay razones objetivas, relacionadas con el desorden en Chechenia, la invasión de Daguestán y la cadena de atentados.

P. ¿Quién puso las bombas?

R. No lo sé. Nadie lo sabe. Hay dos versiones: Chechenia y Moscú. No hay pruebas de ninguna de ellas.

P. Pero, ¿a quién benefician los atentados?

R. Los aprovecha Moscú. Es un ejemplo más de la manipulación de la opinión pública.

P. ¿Cambiará la opinión pública si empiezan a llegar las cargas 200, es decir, los cadáveres de los muertos en combate?

R. Me da vergüenza decirlo, pero me temo que sí.

P. ¿Cree usted que son ciertas las cifras oficiales de bajas?

R. No. No sé en qué proporción, tal vez en dos veces, pero están muy reducidas.

P. Hubo muchas voces que se alzaron contra la guerra entre 1994 y 1996, pero ahora la suya es casi la única. ¿A qué se debe esta deserción de los intelectuales?

R. Se equivoca al pensar que soy el único que protesta. No están calladas las madres de los soldados, ni la asociación Memorial, por ejemplo. Pero si organizan una rueda de prensa, salen tres líneas en los periódicos, y se sacan las citas de contexto.

P. ¿Hay censura?

R. Los periodistas rescataron un censor interior que tenían desde los tiempos soviéticos. Hay libertad de palabra, pero no prensa independiente. Es una auténtica desgracia.

P. La guerra es también informativa, por tanto.

R. Sí. Está mejor preparada que la anterior. Para ganar, hay que mentir. Y se miente.

P. En la pasada guerra, los periodistas se movían con más libertad por la zona de conflicto.

R. Ahora pueden viajar a la zona, pero sólo acompañados por los militares rusos, que les llevan a donde quieren. Estoy seguro, por ejemplo, de que existen campos de filtración, como en la pasada guerra. Sólo que ahora no se conocen. La situación es peor. Son las mismas personas quienes los dirigen, pero nadie las controla. Todo se desarrolla en secreto, y tiemblo al pensar en lo que ocurre allí con los presos chechenos.

P. ¿Piensa volver a Grozni?

R. Me gustaría. Tengo esperanzas de poder hacerlo a finales de mes o principios de enero, pero, ¿cómo lograrlo?

P. ¿Qué puede hacer Occidente para detener la guerra?

R. Voy a lanzar una idea utópica: internacionalizar el conflicto. Presionar constantemente a Moscú, exigir el cese de hostilidades, el alto el fuego, aunque sin retroceso de las tropas. Y presionar también a la parte chechena para acabar con los secuestros y castigar a sus autores. Exigir garantías de que se anulará la justicia bárbara, el corte de manos, las ejecuciones públicas y otras salvajadas de los tribunales de la sharia (ley islámica), exigir leyes y justicia civilizadas. Si Occidente ejerciese esa presión doble, cabría una esperanza.

P. Sadako Ogata asegura que no hay catástrofe humana entre los refugiados.

R. Lo dice porque no se producen muertes masivas a causa del hambre y las epidemias. Tampoco las hubo en Kosovo.

P. ¿Qué guerra es peor, la de Kosovo o la de Chechenia?

R. Como diría el camarada Stalin, las dos son peores. Con Milosevic se negoció un año entero, le pusieron contra las cuerdas y habría cedido de no intervenir Rusia, que, bajo la máscara pacificadora, echaba más leña al fuego. No habría habido bombardeos si Rusia no hubiese apoyado a Milosevic. En Kosovo empezaba la limpieza étnica masiva, era un auténtico genocidio, no había salida pacífica posible. En Chechenia es diferente. Rusia no estaba en un atolladero. Mienten los dirigentes que dicen que se hizo lo posible. No se hizo nada.

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