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EL COLAPSO SE INSTALA EN BARAJAS

"No me digan que Barajas es un aeropuerto de la Unión Europea"

Los pasajeros varados ayer en la Terminal 2 alternaron entre el malhumor y la resignación mientras las compañías aéreas se veían incapaces de atender todas las reclamaciones

"¡Qué desorganización! Esto es tercermundista... ¡No me digan que Barajas es un aeropuerto de la Unión Europea!". En infructuosa espera por un vuelo que lo depositara en las playas de Tenerife, el estadounidense Víctor Monsalve daba rienda suelta a su ira frente al mostrador de reclamaciones de Iberia. Un compatriota suyo tuvo mejor suerte. "Tiene una breve demora", le informó una mujer de uniforme rojo y sonrisa cortés. Acto seguido, y como el hombre ya había perdido su conexión internacional hacia Panamá, le entregó un vale para pasar la noche en un hotel.Aunque el movimiento del aeropuerto fue crítico y las demoras estuvieron a la orden del día, en el salón central de la Terminal 2 reinaba ayer un clima algo más sereno que en días anteriores. Se respiraba una tensa calma, y parecía que, de algún modo, los pasajeros varados en Barajas se habían dejado ganar por la resignación. Los rostros de la mayoría de ellos revelaban un agobio de horas haciendo guardia frente a los paneles con información de vuelos, donde el rótulo Cancelado se repitió al menos 70 veces durante la tarde. Muchos otros se rindieron al cansancio y se echaron a dormitar sobre sus maletas, a la espera de alguna voz autorizada que les informara de la fecha y la hora del vuelo con el que, finalmente, arribarían a su destino.

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Llegados desde Brasil, con más de 15 carros de transporte de equipaje repletos de artesanías típicas, 30 vecinos de Vigo se turnaban para visitar la cafetería sin dejar desatendidos los bultos. A las seis de la tarde llevaban allí más de ocho horas a la espera de un avión de Iberia que saliera con rumbo a su ciudad de Galicia. El que originalmente llevaban marcado en sus billetes debería haber despegado a las 12.45, y según les explicaron se había cancelado a causa de la niebla. "Estamos desde anoche sin comer, porque venimos de un vuelo desde América y nos dieron tan sólo un vale para la cafetería", se quejó Purificación García Simón.

"El tratamiento que nos da esta línea aérea es inaceptable", reclamó María José Albo Guiroga, de Vigo, que llegó desde Roma con su sobrino Ignacio y se encontró con la noticia de que su avión no despegaría a las 16.30, tal como estaba previsto. "Vimos que salió otro avión hacia allí, con lo cual, evidentemente, no se trata de una cancelación por razones meteorológicas. Ahora nos dicen que tal vez salgamos a las nueve, ¿quién sabe? Nos faltan dos de nuestras tres maletas y estamos hartos de Iberia. Vamos a cambiar los billetes para irnos en Talgo", afirma.

Los viajeros con destino a Barcelona no corrieron mejor suerte. "Cada uno de los empleados me cuenta una versión distinta respecto de lo que ocurre", afirma Mohamed O., pasajero en tránsito, que además reclama que sus maletas "estaban facturadas hasta Barcelona, y sin embargo, me hicieron recuperarlas aquí y cargar con ellas todas estas horas".

José Sánchez, por su parte, lleva más de 24 horas deambulando por los mostradores, desde que la niebla del miércoles le impidió tomar su avión rumbo al noreste. Tan pronto llegó la noche, y sin solución a la vista, decidió pagarse un hospedaje en la ciudad con dinero de su bolsillo. "Con la excusa de la niebla, la compañía no se hizo responsable", se quejaba.

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Cuando por los altavoces de la terminal Air Europa anunció la cancelación definitiva de su ya demorado servicio a Jerez, los pasajeros que se precipitaron ante el mostrador de la compañía eran presa de la resignación. "Ésta ya es la quinta ventanilla en la que me tengo que presentar. Nos dijeron que iremos a Sevilla con Spanair y de allí en autobús a Jerez", expresó Antonio Andrades. Él y los otros 35 pasajeros apuntados en ese vuelo finalmente cubrieron en autocar el trayecto completo.

Ajenos al ajetreo de los empleados y los humores alterados de los frustrados viajeros, Ricardo Orjuela Peñuela y su esposa, Carmen, recorrían Barajas sin maletas. "Vinimos de paseo, a ver cómo estaba todo por aquí", revelaron, mientras seguían tomados del brazo y a paso lento.

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