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Bush resulta vencedor en el primer debate electoral entre los republicanos

Sin sorprender, pero sin cometer errores, George W.Bush aguantó sólidamente los ataques de los otros cinco aspirantes republicanos a la candidatura presidencial. Favorito en las encuestas dentro y fuera de su partido, Bush, gobernador de Tejas, había evitado en tres ocasiones el debate directo con sus oponentes; finalmente, el foro acabó convertido en un examen a su candidatura que superó sin brillantez, pero con firmeza.

Bush reiteró su experiencia como gobernante -"Soy el único de los que estamos aquí que ocupa un puesto ejecutivo"- y se amparó en su propuesta de recortes fiscales para evitar pronunciarse sobre las cuestiones sociales más polémicas. En caso de tablas, la tradición política de EEUU da por vencedor de un debate al principal candidato; aplicada esa regla al debate del jueves en Manchester (New Hampshire), Bush venció en la contienda, pero sólo porque fue capaz de no cometer ningún error. Será en ese Estado en el que se celebren las históricas primarias presidenciales, el próximo 1 de febrero. El sistema establecido para el debate era rígido: dos periodistas formulaban preguntas a los seis candidatos (Bush, los senadores John McCain y Orrin Hatch, el editor multimillonario Steve Forbes y los más conservadores Gary Bauer y Alan Keyes, este último afroamericano), a los que se concedía un máximo de un minuto para responder; en teoría, no podía haber debate entre ellos, pero todos aprovechaban su tiempo para comentar o enmendar las intervenciones anteriores.

"Si Tejas fuera un país, su economía sería la undécima del mundo; de los que estamos aquí, sólo yo sé lo que es ser líder", repetía Bush durante el debate. Usó su tiempo de manera calculada para recitar párrafos del programa electoral a los que trataba de dar inútilmente un aire de improvisación. La estrategia restó valor al debate y a su figura política, pero sirvió para evitar que sus oponentes lograsen ver cumplido el objetivo con el que acudieron a New Hampshire: conseguir que Bush se dejase llevar por su complejo de superioridad y cometiera una equivocación irremediable.

Hubo pocos momentos de pasión en el encuentro más allá de algunos reproches basados en la incoherencia de los argumentos. Forbes había criticado la propuesta de Bush para aumentar la edad en que los trabajadores reciben pensiones de la Seguridad Social; el gobernador de Tejas recurrió a un artículo periodístico escrito por Forbes en 1977 en el que pedía esa misma medida. Forbes contraatacó: "Al menos usted sabe a qué me dedicaba yo en mi juventud", en alusión a la información, no desmentida, de que Bush consumió drogas durante un periodo de su vida. Bush eludió de nuevo profundizar en ese tema, pero reconoció: "Hice cosas irresponsables cuando era joven e irresponsable".

McCain, convertido en el principal oponente de Bush en la carrera hacia la nominación y avalado incluso por alguna encuesta a su favor, fue quien más evitó el cuerpo a cuerpo con Bush y prefirió centrarse en su programa y sus propuestas. A este senador por Arizona se le acusa de tener un temperamento desbocado y ser fácilmente irascible; cuando se le planteó esta cuestión, McCain respondió: "Esa pregunta me saca de mis casillas". Tras la carcajada, aclaró que vive las cosas "con pasión" y, en ocasiones, "me enfado".

Fue McCain el que introdujo las mejores dosis de humor en el debate, componente fundamental en este deporte de la política americana. Cuando Steve Forbes cuestionó la política del responsable de la Reserva Federal, Alan Greenspan -"Me gustaría que me explicase esa teoría enloquecida de que la prosperidad provoca inflación", dijo Forbes-, McCain salió en defensa de Greenspan: "Si soy presidente, no sólo confirmaré a Greenspan en su cargo; si Greenspan se muriese -que Dios no lo quiera-, haría como en la película Este muerto está muy vivo: le sujetaría de pie y le pondría unas gafas oscuras".

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Bauer, Keyes y Hatch no hicieron nada destacado para salir de su papel de candidatos marginales.

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