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Uruguay se divide ante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales

Uruguay está partido al medio ante la segunda ronda electoral. Tras el triunfo de la izquierda el pasado 31 de octubre en la primera vuelta, la lucha encarnizada por la presidencia que el domingo próximo resolverán el líder progresista, Tabaré Vázquez, y el candidato del gobernante Partido Colorado, Jorge Batlle, impide la tibieza: o se vota a la coalición Frente Amplio para que Uruguay tenga por primera vez en la historia un presidente de izquierdas, o se escoge la certidumbre de un colorado, que garantizaría la continuidad del actual modelo.

Tal es el escenario que los partidos políticos plantean a los ciudadanos ante el empate técnico en la intención de voto que muestran los sondeos de los últimos días. Obligados a emplear todos los recursos en la pelea por cada papeleta, las posiciones se han radicalizado y el voltaje de la campaña se ha disparado, como atestiguan la acritud de las polémicas entre los políticos y la agresividad de las publicidades televisivas, radiofónicas y de prensa.Las opciones, dicen unos y otros, son antitéticas: o se prueba con el cambio "a la uruguaya" -moderado y gradualista, en palabras de Vázquez- que propugna el Frente, o se afianza el camino firme y seguro de los últimos años, como ofrece el senador Batlle.

De momento, la dirección de la tercera gran formación política, el Partido Nacional o blanco (21,7% de los votos en octubre, por el 31,9% de los colorados y el 39% de la izquierda), resolvió el dilema poco después de la primera vuelta y manifestó su apoyo a Batlle convocando a los votantes blancos a hacer lo propio; previa firma, eso sí, de un acuerdo de gobierno que reserva tres ministerios a los blancos en caso de victoria.

Un tanto aparcada la advertencia contra el peligro de los "extremistas" del Frente Amplio (comunistas y ex guerrilleros tupamaros) y sus "ideas totalitarias", colorados y blancos centran ahora sus ataques en la propuesta de la izquierda de implantar un impuesto sobre la renta si llega al Gobierno.

La ofensiva contra esos planes tributarios que pretenden sustituir progresivamente el actual impuesto directo a los sueldos por el de la renta parece que ha surtido efecto, a tenor de los dos últimos sondeos, los primeros con Batlle en cabeza. El publicado el domingo por el diario montevideano El País otorga un 45% de la intención de voto a Batlle y un 42% a Vázquez; el de la consultora Fáctum, de ayer, le da un 45,5%, por el 45% de su adversario.

Y es que colorados y blancos hallaron el flanco débil del rival y lo han castigado a fondo. En un país con precios altos y sueldos bajos (el salario mínimo es de 90 dólares, unas 14.600 pesetas), aseguran que el impuesto a la renta perjudicará principalmente a la clase media -los más ricos se las ingeniarán para evadir- y que gravará bienes hasta ahora exentos. El Frente Amplio replica que le guía un criterio de justicia ("que pague más quien más tiene, y menos quien tiene menos", repite infatigable Vázquez) y que su propuesta es idéntica al IRPF vigente en la mayoría de los países más desarrollados del mundo.

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