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Aznar y Prodi abordan las discrepancias entre España y la Comisión Europea

El presidente del Gobierno español, José María Aznar, y el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, llevan años simulando un cariño político que la realidad les niega. El euro les separó antaño, cuando Prodi dirigía el Gobierno de Italia y reclamó de Aznar una solidaridad que no obtuvo. Ahora que el italiano preside la Comisión tropiezan con la discrepancia del día a día. Sobre el futuro (la reforma del Tratado de Amsterdam), sobre lo inmediato (la presencia española en el núcleo dirigente de la Comisión), sobre el trasiego de lo concreto (el plátano, la pesca, la construcción naval, el billón de las eléctricas). Aznar visitó ayer Bruselas para hablar de todo ello con Prodi.

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Pintan bastos para Madrid en Bruselas. Desde hace ya algún tiempo, el Gobierno español no hace más que recibir disgustos. En ocasiones, porque las estrictas normas de la política de la competencia chocan con las decisiones del Ejecutivo español; es el caso de las compensaciones de 1,3 billones que quiere conceder a las eléctricas o los más de 16.000 millones de pesetas de ayudas consideradas ilegales libradas al sector de la construcción naval.En otras ocasiones es el destino el que se cruza, sin que ambas partes disientan abiertamente, pero siempre dejando al Gobierno en posición delicada ante su opinión pública. Es el caso de las dificultades para renovar el acuerdo de pesca con Marruecos o los problemas que la competencia desleal de Corea del Sur plantea a los astilleros españoles.

A veces las discrepancias se vislumbran a simple vista, como en la reforma del plátano. Las islas Canarias viven ese problema tan en carne viva, que Aznar tuvo ayer que pedir al de la Comisión que modifique una propuesta de reforma que acaba de aprobar. Prodi, que arrancó sus palabras confundiendo Baleares y Canarias, apenas disimuló la dificultad del encargo y recordó que la reforma del plátano viene impuesta por los dictámenes de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Aznar, que rivalizó en lapsus con su anfitrión al llamarle "primer ministro" en vez de presidente y no recordar cuándo había sido su anterior visita a la Comisión, tampoco ocultó sus discrepancias en un tema de tanto calado político como la reforma del Tratado de Amsterdam.

La Comisión reclama un cambio en profundidad. Aznar ratificó ayer su preferencia por una reforma muy corta, que se limite a sacar adelante los dos temas que quedaron pendientes cuando se aprobó el tratado: la nueva Comisión y la modificación del voto en el Consejo de Ministros.

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Sí intentó ocultar Aznar uno de los principales objetivos de su visita: la infrarrepresentación española en la cúpula de la Comisión Europea, comisarios aparte. Se le olvidó mencionar ese tema al citar los que había abordado con Prodi, pero admitió, a preguntas de los periodistas, que habían hablado de ello.

La escasa presencia española se simboliza en la pérdida de una de las dos direcciones generales que hasta ahora eran ejercidas por españoles. Pablo Benavides pierde Energía al fusionarse esta dirección general con la de Transportes. Eneko Landaburu, durante años sólido baluarte de los fondos estructurales, se ocupará de la ampliación de la UE.

España aspira a una de las tres direcciones generales que quedarán vacantes de forma inminente: la de Agricultura. Pero todo indica que ese cargo, de enorme importancia estratégica, está destinado a acabar en manos de un candidato italiano.

Prodi se lavó las manos en este tema tanto como en el del plátano y recalcó que esos cargos no se deciden para compensar a un país o a otro, sino a partir de los méritos que cada candidato refleje en los concursos convocados para cubrir las vacantes.

Pero los discursos oficiales apenas ocultan la batalla política por colocar a los candidatos nacionales. El Gobierno español parece querer jugar con varias barajas y sigue sin respaldar abiertamente a ninguno de los dos funcionarios españoles que se han presentado al concurso. Quizá porque prefiere que la convocatoria interna quede vacante para poder colocar, así, a un candidato externo.

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