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ELECCIONES CATALANAS

CiU y PP dan por hecha su alianza para que Pujol siga al frente de la Generalitat

Nada ha cambiado. Jordi Pujol se dispone a ser investido de nuevo como presidente de la Generalitat con el apoyo del PP. La alianza entre nacionalistas y populares se da por hecha desde ambos bandos. Pero no todo sigue igual. Pasqual Maragall sigue esgrimiendo su legitimidad de candidato más votado y, con su abierta disposición a "participar" en la formación del nuevo gobierno catalán, inaugura una nueva época: por primera vez en muchos años, Pujol siente en la nuca el aliento de una oposición correosa. La insistencia de Maragall escandaliza a CiU y anuncia una legislatura animada.

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La noche electoral fue tormentosa. Diluviaba y amainaba al tiempo que cambiaba de manos la victoria. Al final, la ruleta del escrutinio se detuvo en una casilla paradójica: la mayoría en escaños se mantuvo del lado nacionalista aunque la mayoría en votos fuera de la izquierda. Toda esa inestabilidad se disipó ayer por la mañana. Las posiciones de CiU y del PP encajaron de forma casi natural, sin estridencias, pese a las aparentes divergencias desatadas por la campaña.El portavoz del Gobierno, Josep Piqué, hizo oir la voz de La Moncloa cuando anunció que sus diputados en el Parlamento catalán contribuirían a garantizar la "gobernabilidad" de Cataluña. Matizó que ese apoyo no se daría "a cambio de nada", lo que debe interpretarse como un recordatorio de algo que se pactó hace ya tiempo: CiU garantizará en Madrid la aprobación de los presupuestos para el año próximo.

El propio José María Aznar se esforzó por hacer que sus socios catalanes se sintieran cómodos en el tránsito de una legislatura a otra. El domingo por la noche llamó a Pujol para felicitarle; ayer, Pujol le devolvió la llamada y ambos mantuvieron una larga conversación sobre los rasgos de la nueva situación política. Una cosa quedó clara entre ambos: las relaciones entre PP y CiU en el ámbito catalán ya no requerirán el plácet sistemático de Moncloa. Alberto Fernández Díaz hace su ingreso en el Parlament con menos diputados, pero más influyentes -cada uno será esencial para Pujol- y, si Moncloa cumple su promesa de subsidiariedad, con más autonomía.

El teléfono

Pujol sólo apareció ayer para insistir, ante las cámaras de Antena 3, en que su sexta victoria era un "hecho extraordinario, meritorio y casi irrepetible". El líder de CiU habló mucho por teléfono. Además de con Aznar, conversó con Fernández Díaz y con el republicano Josep Lluís Carod Rovira, en lo que fueron contactos preliminares de cara a la investidura. La cara visible de la coalición nacionalista durante la jornada fue Josep Antoni Duran Lleida, que ya exhibió galones de lugarteniente en la campaña. Duran descalificó a los socialistas por "no saber perder" -"moralmente y políticamente lo que cuenta son los escaños, no los votos", recordó- y colocó su pieza en el rompecabezas de la alianza con el PP. El líder de Unió admitió que "lo más fácil" era contar con los populares, para la investidura y para más allá.

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La aritmética parlamentaria permite a CiU utilizar dos muletas con 12 escaños cada una, la del PP y la de ERC. Pero los republicanos no están, de momento, por la labor. Duran tomó nota de ello. Esta semana se reunirá con el presidente en funciones para debatir la composición del nuevo Gobierno, en el que Duran quiere ganar influencia y sacar rendimiento de su contribución a la ajustadísima victoria de CiU.

Josep Lluís Carod Rovira mantiene su calculada ambigüedad. Ayer indicó que votaría contra la investidura de Pujol, aunque insinuó que si CiU efectuara algún tipo de "gesto" favorable hacia las posiciones republicanas, el voto negativo podría quedarse en abstención. Desde la opinión de que convergentes y socialistas embocan la decadencia, Carod se instala en la "equidistancia" (ayer admitió que Pujol y Maragall habían "empatado" y no consideró obvio que fuera el primero el encargado de formar gobierno) y prefiere esperar en una oposición que no le impedirá pactar puntualmente con el Ejecutivo.

El más votado

Pasqual Maragall, mientras tanto, repetía que el candidato más votado era él. En una declaración "solemne", se declaró dispuesto a "ofrecer propuestas constructivas de gobierno en el momento en que, como líder de la fuerza más votada, sea convocado por el presidente del Parlament".

La insistencia de Maragall exasperó a los nacionalistas y puso de relieve que algunas ideas preconcebidas sobre el candidato socialista podrían ser erróneas. En CiU aventuraban que, derrotado, Maragall ejercería una oposición apática o incluso haría dejación de la tarea. Por el momento, el ex alcalde de Barcelona discute a Pujol los cimientos mismos de su legitimidad, y sus primeros gestos no hacen pensar en una deserción, sino en una actitud combativa. El PSC-Ciutadans pel Canvi quiere escenificar que Cataluña entra en un irreversible final de etapa.

Tal vez Maragall no diga nunca "váyase, señor Pujol", pero el planteamiento de los socialistas -dolidos y a la vez encorajinados por su paradójica derrota- hace pensar que el presidente de las seis legislaturas pasará momentos ásperos en el tramo final de su carrera.

La presidencia del Parlament, primer peldaño para formar Gobierno

Jordi Pujol o Pasqual Maragall recibirán el encargo de formar Gobierno si lo propone el presidente del Parlamento de Cataluña. El líder de Convergència i Unió (CiU) tiene la aritmética de los 56 escaños a su favor, que con los 12 del PP le concederían la mayoría absoluta; Maragall cuenta con sólo 55 diputados (sumados los 3 de IC), pero está respaldado por un mayor número de votos que CiU.La coalición nacionalista ya tiene designado a su hombre para presidir la Cámara. Se trata del presidente de Unió Democràtica de Catalunya (UDC), Joan Rigol, quien en la pasada legislatura vio truncadas estas mismas posibilidades por la alianza en su contra de los restantes grupos de la Cámara: PSC, PP, ERC e IC-V. Pero eso fue en 1995, un año antes del pacto de legislatura de CiU con el PP. Ahora hay menos posibilidades de sorpresa. En CiU nadie está para bromas que le cuesten la presidencia del Parlament.

En el supuesto de que el PP y CiU votaran cada uno a su candidato, y ERC, PSC e Iniciativa decidieran unir sus fuerzas, la presidencia de la Cámara sería para el bloque de izquierdas. Y al ser potestad del presidente del Parlament el encargo para formar Gobierno, éste podría recaer en Maragall. La propuesta no pasaría más allá de la pura animación del panorama político, porque CiU y PP cuentan con la mayoría absoluta de 68 diputados, uno más que la suma de PSC, IC y ERC.

El eterno aspirante

"No va a haber sorpresas", subrayó ayer un dirigente de CiU, quien no descartó negociar con el Partido Popular el nombramiento de Joan Rigol para la presidencia de la Cámara. A UDC le corresponde por pacto de coalición con CDC la presidencia del Parlament, mientras la jefatura del Gobierno es para CDC.

El presidente de Unió debía presidir el Senado en 1996, pero Jordi Pujol no quiso que se escenificara ningún acercamiento al Partido Popular, que apoyaba la propuesta de Rigol. La presidencia de la Cámara alta fue para Juan Ignacio Barrero (PP). José María Aznar llamó la víspera de la votación a Barrero y le dijo: "Mañana serás presidente si Pujol quiere". El presidente de la Generalitat catalana no quiso dar bazas negociadoras a los conservadores. Había quien apuntaba que para el líder de CiU era difícilmente digerible que otro miembro de la coalición estuviera por delante de él en el protocolo oficial.

Joan Rigol es un hombre apreciado entre la oposición, desde que fue consejero de Cultura y propuso un pacto para mantener la cultura a salvo de los vaivenes políticos. Su proyecto le costó el puesto y la enemistad de los nacionalistas más radicales.

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