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Colombia se hunde entre la quiebra económica y la violencia perpetua

Bogotá conocerá este año la peor recesión de su historia

Juan Jesús Aznárez

Días atrás, el Ayuntamiento de Bogotá ofreció 30 empleos de limpiador de cloacas y acudieron a la convocatoria más de 10.000 personas. Colombia atraviesa una crisis económica tan aguda que hasta las Fuerzas Armadas sufren el recorte presupuestario derivado de la acelerada depreciación del peso, los altos tipos de interés y la inevitable política de austeridad acometida por el Gobierno del conservador Andrés Pastrana.

Habría que remontarse mucho tiempo atrás para encontrar un panorama semejante en un país zarandeado desde hace decenios por violencias de toda índole. Mientras la recesión afecta a todos, prosperan la venta de armas y el derramamiento de sangre. Probablemente desde la depresión de 1931 Colombia no presentaba un horizonte tan complicado. La economía registrará una recesión cercana a cuatro puntos del PIB al final de año, la peor de la historia nacional. La banda de cambio saltó por los aires la pasada semana y el Banco de la República, aconsejado por las circunstancias y los organismos de crédito, eliminó sus márgenes para dejar el peso en libre flotación respecto al dólar y recibir 7.000 millones de dólares (un billón de pesetas) en créditos.El último presupuesto militar aprobado por el Congreso, 1.750 millones de dólares, sufrirá el año próximo una reducción del 25% con relación a 1999, y teóricamente quedará limitada la capacidad de compra de nuevo armamento. Los generales pidieron a Estados Unidos, a través del Ejecutivo, 500 millones de dólares para el bienio 2000-2002, para comprar aviones de combate y de transporte con los que combatir a las guerrillas y al narcotráfico. El poder castrense es fundamental en un país que creció macroeconómicamente a una con la pobreza, los tiros y las tumbas, y es seguro que la capacidad de fuego de las tres armas no sufrirá mermas, pues los pertrechos guerrilleros son modernos y sus finanzas multimillonarias.

El retroceso hunde sus raíces en el pasado y ha acabado siendo insostenible. El Gobierno del liberal Ernesto Samper, que aplicó un programa populista, quedó atrapado en 1995 por una crisis tan severa que los analistas pensaron que había tocado fondo. No fue así. Su sucesor la heredó, y parece dar palos de ciego. El retraso en la aplicación de ajustes estructurales, la sangría causada por casi 40 años de conflicto armado, la inseguridad y la envergadura de los problemas colocaron también a Pastrana contra las cuerdas.

Entre los errores propios y los ajenos, el déficit de las finanzas públicas trepó este año hasta los 5.000 millones de dólares, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) habilitó un préstamo de 2.700 millones para tapar agujeros en las cuentas públicas. El programa de créditos suma 6.900 millones de dólares a desembolsar en tres años. También echaron una mano, esto es, 4.200 millones, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Banco Mundial, Corporación Andina de Fomento y Fondo Latinoamericano de Desarrollo. El pliego de compromisos obliga al Gobierno a emplear buena parte de esos fondos en salud, educación, vivienda y asistencia.

Aunque las autoridades económicas confían en una modesta expansión para navidades, las últimas políticas no pudieron aminorar la recesión y el desempleo (un 20%, según estadísticas oficiales), y el déficit se agrandó peligrosamente. El peso a la baja, las altas tasas de interés y la incertidumbre completan el cuadro. En el primer trimestre bajó la venta de automóviles en un 60%.La caída promedio de las ventas totales es del 10%. Farmacias, ferreterías y gasolineras registran las pérdidas mayores. El comercio no levanta cabeza y, según la patronal del sector, tres millones de metros cuadrados de obras suspendidas han dejado sin trabajo a 200.000 peones. Los sectores textil, papelero y de alimentación, sin embargo, ganaron con la devaluación de la moneda nacional.

Los optimistas anticipan una inflación controlada en el 10%, la recuperación de la senda del crecimiento con los nuevos créditos y, el objetivo más querido por los colombianos, ver si el proceso de paz emprendido por Pastrana acaba encarrilándose.

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