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Romano Prodi renuncia a cambiar al secretario general de la Comisión

Xavier Vidal-Folch

El nuevo presidente de la Comisión, Romano Prodi, ha desistido del proyecto de cambiar de funciones al primer funcionario de la casa, el secretario general, Carlo Trojan, de nacionalidad holandesa. Prodi ha renunciado a la idea por las "fortísimas presiones holandesas y alemanas", según fuentes del Ejecutivo. El presidente se ha comprometido a alumbrar hoy una reorganización de altos cargos, en medio de sordas batallas dentro de su equipo y de presiones de los Gobiernos.

Trojan, que ascendió a secretario general por la influencia que logró sobre el anterior presidente, Jacques Santer, estaba en todos los puntos de mira. El ex comisario británico Leon Brittan llegó a plantear en una reunión del colegio cesante: "Aquí hemos dimitido todos, y éste, ¿qué?", señalándole. Luego, el segundo informe del grupo de sabios desveló las lagunas, disfunciones y deficiencias de los mecanismos administrativos del Ejecutivo. Todo ello, la cocina interna y los métodos de cocción, pasa por las manos del secretario general, quien, aunque no disponga de la última palabra, puede proponer reformas al colegio de comisarios. El hecho de que Trojan lleve apenas dos años en el cargo no le exime de responsabilidades, puesto que antes fue el adjunto de su predecesor, David Williamson. Un portavoz de Prodi confirmó ayer el continuismo del discutido burócrata: "No se va".Pero Prodi había hecho bandera de la independencia de su institución frente a los 15 Gobiernos, no sólo política, sino también organizativa. Ahora, tras las presiones de Berlín y La Haya, esa bandera queda a media asta. El presidente y su vicepresidente para la Reforma, Neil Kinnock, aprovecharon la jornada de ayer en Finlandia -donde se reunieron con la presidencia- para ultimar la reorganización de altos cargos que han fraguado con el secretista método del confesionario. Puede afectar a una quincena de funcionarios. La técnica ha sido "la opacidad de siempre, frente a las promesas de transparencia", critican altos cargos. A cada comisario se le pregunta si le gusta el perfil del director general que le ofrecen, pero ninguno dispone de una visión general sobre el tablero.

Los propósitos de la movida son tres: arrancar las banderas nacionales de algunas direcciones generales; rotar a directores generales eternizados en un puesto, y desembarazarse de incapaces. Todo indica que la primera víctima será el todopoderoso director general de Agricultura, el francés Guy Legras, que ostenta el cargo desde el pleistoceno. Goza de la confianza del comisario Franz Fischler, y en su defensa ha intervenido el presidente francés, Jacques Chirac, aunque París parece tirar la toalla, a cambio de que se relegue al jefe de la Competencia, el alemán Alex Schaub, a otro destino y se otorgue el puesto a un francés.

Los dos directores generales españoles también cambiarán sus funciones. Eneko Landaburu, un peso pesado de la casa, dejaría su puesto en Política Regional para acudir a Empresa o a Ampliación. Pablo Benavides no podrá seguir en Energía, entre otras razones, porque la comisaria de este departamento, Loyola de Palacio, es también española. Aspira a algún puesto en Relaciones Exteriores, pero tiene sólidos competidores.

Algunos otros destinos serán examinados con lupa. Por ejemplo, el de los altos funcionarios italianos y británicos, muy confiados en que el tándem Prodi-Kinnock les beneficie. Los británicos son quienes más se mueven como peces en el agua por la deriva monolingüista inglesa del actual mando y porque hasta el Corriere della Sera adjetiva al presidente de "Prodi, el inglés".

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