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Reportaje:

"La sangre no ha llegado al río"

Los tres turistas secuestrados en Irán intentan desdramatizar la experiencia a su regreso a casa.

El cautiverio, la soledad, la incomunicación, el miedo y las temperaturas extremas se reflejaban en sus rostros, en su mirada, en sus palabras. Uno, Cosme Puerto, lo expresaba con preocupación y dolor, y los otros, Joaquín Fernández y Pedro García-Die, con sentido del humor. El párroco de Vicálvaro (Madrid), Fernández, recuerda cómo "perdía la cuenta de los rosarios" que llevaba, las ampollas de los pies al caminar por los riscos "como cabras", el desayuno a base de unas "tortas que sólo se comía el compañero italiano [Massimo Cattabriga, secuestrado con él]", e incluso las cicatrices que mostraba en las muñecas de cuando lo capturaron el pasado 14 de agosto. Pero el susto, insiste, se le ha pasado desde que lo liberaron el martes. "Como decía el Quijote, las heridas de batalla son motivo de honra y la sangre no ha llegado al río. ¡Ojo, que no tengo síndrome de Estocolmo ni nada parecido!".Cosme Puerto, el dominico de 57 años, le sonríe levemente, le mira con extrañeza y le replica: "Será para ti, que eres más viejo [67 años] y te han tratado con mayor respeto". Puerto reconoce haber sufrido mucho durante los 17 días de cautiverio, haber sentido una incertidumbre desesperante y padecer un gran daño psicológico: "Estás a su merced, no puedes orinar, no te puedes lavar, casi no hay comida... Yo sólo pido que las agencias de viajes no lleven a nadie a esa zona, es peligroso, allí no deben ir turistas". Un viejo amigo suyo, Vidal Ayuso, le miraba, y se acordaba de que no quiso acompañarle a ese viaje a pesar de lo mucho que insistió Puerto. Tenía presente a todos los que le desaconsejaron marchar. Igual que los familiares y compañeros que esperaron en el aeropuerto a Puerto, quien confiesa: "Me he dado cuenta de las consecuencias que tienen las decisiones que tomamos, de lo que he hecho sufrir a mis allegados. He estado cerca de la muerte..., pero no he tenido miedo a morir".

Pedro García-Die, de 34 años, el más joven de los tres secuestrados, también temió por su vida, informa Manel Torres. Y fue en dos ocasiones, como relató ayer a su llegada a Barcelona: cuando tras el apresamiento fue encerrado en el maletero de un coche y le llegó a faltar el aire, y cuando en un desierto oyeron el ruido de unas palas. "No sabíamos que aquélla fuera una zona peligrosa", asegura. Además, señala García-Die, en el folleto del Ministerio de Asuntos Exteriores sobre países peligrosos o no recomendables para turistas "no estaba Irán". García-Die, con buen humor, indicó que eligió Irán porque deseaba conocer una cultura y un país nuevo que no estuviese masificado de visitantes. "Quería desconectar, y desde luego que lo he hecho", señaló.

Desconectaron a punta de arma automática. Unas ametralladoras que exponían de forma amenazadora "hasta 30" narcotraficantes, antes y durante la ingesta de "drogas diversas", según las palabras de Puerto. "Eran jóvenes, tenían unos 18 años, y veías cómo les explotaban sus jefes. Yo no quería morir por su causa". Los narcos tampoco querían que murieran. "Les interesaba un intercambio por dos compañeros presos", prosigue Puerto. Si bien las autoridades españolas e iraníes no han confirmado que se haya producido canje alguno, la prensa de Teherán lo da por hecho y lanza una reflexión llena de preocupación: "Que las compensaciones no alienten más secuestros". La respuesta la dio García-Die. No será la última: "Nos dijeron que lo harían siempre que hiciera falta".

Para endulzar el recuerdo del cautiverio, el miércoles comieron paella en la Embajada española en Irán y se fueron de compras por la capital en compañía del embajador, José María Busquets. "Yo no quería que el viaje fuera frustrante", reconoce Fernández. "Y me decía: "Por lo menos he de traer algo, una carpet [alfombra en inglés], lo que fuera, con tal de traer algo que no fuera malo de Irán". Y bueno, ya sé que la puedo comprar igual en El Corte Inglés, pero bueno, tenía que ser de Irán, aunque ni siquiera sé dónde la meteré. Ya veremos".

Lo que sí sabe Fernández, y también Puerto y García-Die, es que "hay que continuar viviendo". Puerto descansará unos días en su comunidad religiosa, en Atocha (Madrid), para luego incorporarse al curso que tiene comprometido en Valladolid sobre sexualidad en la tercera edad, en el que confirmó que estará el próximo día 9. Y Fernández oficiará la misa de las ocho de la tarde toda la semana que viene en su parroquia de Vicálvaro: "Es lo que estaba previsto, igual que la comida de mañana [por hoy] con el prior. Es que tenemos comida todos los viernes". Su tía, María de Carlos, la hermana de su madre, le mira embelesada: "No ha cambiado, sigue igual: éste es mi Joaquín"

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