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PP-CiU, sociedad parlamentaria de auxilios mutuos

Populares y convergentes se han cubierto recíprocamente las espaldas tanto en Madrid como en Barcelona

Enric González

Los periodistas suelen errar en sus pronósticos. Pero no tanto como los políticos. La presente legislatura española, por ejemplo, se abrió con unas cuantas frases que pedían mármol. Tres horas después de que se cerraran las urnas, Francisco Álvarez-Cascos proclamó que el Partido Popular había obtenido "una gran victoria" y "al menos" 166 diputados. Su auditorio, mientras, entonaba aquello de "Pujol, enano, habla castellano". Y Felipe González, en otro sitio, hablaba de "derrota dulce". En fin. Es bien sabido que los escaños del PP se quedaron en bastante menos, Jordi Pujol se convirtió en apolíneo estadista, José María Aznar se acostumbró a hablar catalán en la intimidad y la derrota del PSOE fue tan dulce como una coz en la espinilla.La legislatura, que pareció nacer bajo el signo de la inestabilidad, ha acabado resultando sólida. Y la extraña pareja Aznar-Pujol ha funcionado. No son matrimonio, ni siquiera un par de amigos. Pero su sociedad de auxilios mutuos arroja un balance muy satisfactorio para ambas partes.

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Momentos difíciles

- Dos en apuros. Unos meses antes de las elecciones generales de marzo de 1996, Pujol había perdido la mayoría absoluta en Cataluña. Toda la oposición (PSC, PP, IC y ERC) se había unido para imponer a un socialista, Joan Reventós, como presidente del Parlament. Y en CiU lloriqueaban por lo que llamaban "cuatro contra uno". Bien entrado marzo, con Aznar ya aprendiendo catalán a marchas forzadas, Pujol seguía barajando la posibilidad de alcanzar con Narcís Serra un pacto de gobierno CiU-PSC. Si Aznar estaba en precario en Madrid, Pujol no lo estaba menos en Barcelona. La realidad les condenaba a entenderse. Y de ambas fragilidades, bien ligadas en una sala del hotel Majestic de Barcelona, salieron dos holguras. La quinta legislatura catalana, recién concluida, ha sido para Pujol casi tan confortable como las cuatro anteriores. Aznar tampoco tiene queja.

- Pactos y límites. El presidente del PP en Cataluña, Alejo Vidal-Quadras, que había insuflado vida a su partido a base de antinacionalismo y de ataques vitriólicos contra Pujol, captó enseguida la situación. Y se declaró dispuesto a ser "tan leal en la colaboración" como lo había sido "en la oposición". Jordi Pujol, el destinatario del mensaje, miró hacia otra parte. Hacia Madrid, seguramente. El propio Aznar se encargó de acabar con Vidal-Quadras, sustituido por Alberto Fernández.

En el Congreso de los Diputados existía un pacto formal entre PP y CiU. En el Parlament, no. Pero se daba por supuesto. Josep Curto, el líder de los populares en el caserón de la Ciutadella, ha desempeñado durante cuatro años un difícil papel. Curto afirma que nunca se ha sentido limitado, y esgrime datos y cifras. "De las 71 leyes aprobadas por el Parlament en esta legislatura", dice, "sólo nueve han salido adelante con los votos de CiU y PP. Cinco han sido aprobadas por CiU y PSC, con el voto en contra del PP. En 11 casos, hemos votado juntos CiU, PSC y PP. Y las otras 46 leyes han obtenido unanimidad".

- El balanceo. Entre las leyes del Parlament para las que CiU ha contado con los socialistas, y no con el PP, figuran algunas de las más significativas del cuatrienio: ley del catalán, ley de parejas de hecho y ley sobre selecciones deportivas. El habitual balanceo de Pujol entre el PP, que le garantiza lo sagrado, es decir, los presupuestos y la estabilidad gubernamental, y parejas más fugaces, como ERC o los socialistas, que le permiten mantener la llama identitaria o un hálito de progresismo, ha difuminado el juego de mayorías. Y ha complicado algunas cosas. CiU, por ejemplo, impulsó en Cataluña una ley de parejas de hecho.Y se opuso a una similar en Madrid. Caso aparte son las pensiones: CiU ha votado varias veces en Madrid, a la estela del PP, contra su aumento, pero acercándose las elecciones las ha subido en Barcelona.

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Curto tiene la conciencia tranquila. "Hemos hecho una oposición rigurosa", afirma. En lo legislativo. En lo político, menos. La legislatura catalana ha sido prolija en combustiones espontáneas de consejeros. El de Trabajo (acusado de supuestas irregularidades en el manejo de fondos europeos), el de Agricultura (denostado por las organizaciones agrarias), el de Gobernación (chamuscado por los fallos en la extinción de los grandes incendios que devastaron la Cataluña central), y el de Bienestar Social (criticado por presunto clientelismo y por atacar a los socialistas mediante anuncios pagados por el contribuyente), entre otros, fueron sometidos a votaciones de reprobación. El PP les salvó sistemáticamente.

CiU también tuvo que afrontar malos tragos. Con el ministro de Fomento, por ejemplo. Pujol fue muy expresivo al explicar por qué sus diputados en Madrid habían votado contra la reprobación de Rafael Arias-Salgado, el ministro responsable del aeropuerto de Barajas: "A veces, en política, hay que tragarse algún sapo". Cuando el PSOE reclamó que el vicepresidente Álvarez-Cascos explicara ante el pleno sus reuniones con el periodista Pedro J.Ramírez, CiU, con sapo o sin él, salvó al Gobierno del apuro.

- Comisiones. La sociedad de auxilios mutuos nunca ha funcionado mejor que en las comisiones de investigación. El dúo PP-CiU hizo que resultaran exculpatorias las comisiones sobre Piqué (el hombre que pasó de Ercros al Ministerio de Industria más raudo que una subvención, el portavoz que paga hipotecas por sociedad interpuesta) y sobre Loyola de Palacio por el asunto del lino.

Los presupuestos, como es lógico, pasan sin problemas. Los portavoces y expertos económicos de CiU no necesitan calendario para saber que se acerca el verano. Lo notan porque les llaman de Madrid para negociar el paquete presupuestario. Así fue en la última legislatura del PSOE y así es en la actual.

- "Escenificar". La coordinación de los auxilios mutuos se deja en manos de los segundos de a bordo. Por el lado catalán, el encargado de engrasar la máquina, acordar votaciones importantes y marcar los límites de juego en los enfrentamientos (dentro de un orden) ha sido el consejero de Presidencia, Xavier Trías. El mecanismo ha funcionado con tal fluidez que, en algún caso, la prensa ha sabido lo que diría el PP catalán sobre un asunto determinado, antes de que nadie del PP abriera la boca. Los términos "escenificar los desacuerdos" y "marcar distancias con el PP" forman parte del vocabulario interno de CiU. Lo que Xavier Trías acuerda con Álvarez-Cascos (en otra época), con Rato o con Piqué pasa a veces por encima de los respectivos portavoces. Joaquim Molins, el hombre de CiU en Madrid, y Josep Curto, el portavoz del PP en el Parlament, han debido ceñirse a esa situación. "A veces he intuido cosas", admite Curto. "Pero la dirección del PP", agrega, "jamás me ha presionado".

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