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En busca de la niñez perdida

POSTALESHay en Sevilla una tienda de juguetes a la que no suelen entrar los niños. Adultos, que en muchos casos peinan canas, buscan allí, entre soldados de plomo, muñecas de terracota y viejos juegos de mesa, un momento que nunca volverá. El mismo juguete que marcó uno de los puntos cardinales de su mundo infantil les saluda, en la clave silenciosa de su reino, desde un anaquel o un rincón. El tiempo se desliza en una niebla confusa hasta que el ruido de la calle disipa el encanto y los visitantes de la tienda se dan cuenta de que nunca podrán regresar a su infancia. "No es una tienda para niños. Aquí vienen personas mayores a las que les recuerda su infancia. Vuelven tras la nostalgia", explica la dueña del local, Lola Álvarez. La tienda se llama Manualidades R. Cuevas y está situada en la calle de Hernando Colón, junto a la céntrica plaza de San Francisco. Lola Álvarez cree que es la única tienda de juguetes antiguos de Sevilla. Tampoco piensa que haya muchos comercios parecidos en España. Las muñecas miran desde el escaparate con ese punto espectral de lo que estaba muerto en el pasado. Muchas de las niñas que les daban vida también están hoy muertas. Lola Álvarez arregla las muñecas. "Vuelvo a hacer los trajecitos. Cuando están estropeaditos, se los copio como eran", dice. Las muñecas son las estrellas de su establecimiento. Una muñeca de Mariquita Pérez, el símbolo de la riqueza infantil en los sórdidos años cuarenta, cuesta en torno a las 90.000 pesetas. Su rival, Gisela, no alcanza tal precio. Algunas de sus compañeras reposan en los lugares más apartados de la tienda, junto a los cromos, los recortables y las armónicas. Todo envejece en pocos años. Un muñeco de Gaby, el alegre camarada de Fofó y Miliki, pide un poco de vida desde su atalaya de olvido. Don Cicuta, el levítico fantoche de concurso televisivo, lo mira con el aire del que pide cuentas por un exceso de frivolidad. Indiferentes a las ínfulas imperiales de Mariquita Pérez, hay juguetes más humildes que se pueden comprar por apenas 200 pesetas. Lola Álvarez tiene un "pequeño almacén con más juguetes en el campo". "Y, además, tengo mi pequeña colección. Un día la expondré en uno de los escaparates de la tienda de mi suegro", señala Lola Álvarez. La gente mayor que busca su niñez en la tienda pertenece a un país muerto. Sus leyes ya no están vigentes. "Ahora mismo, el juguete ha desaparecido. Los juegos de ordenador para mí no son juguetes. Jugar a las canicas o al trompo, montar un rompecabezas... Todo eso pasó a la historia. Ahora, los niños piden ordenadores desde muy pequeños y juegan solos", explica Lola Álvarez. Varios nativos miran con ojos atónitos desde las huchas del Domund. Los juegos reunidos Geyper prometen revivir una tarde en la que nunca pasa nada. Los madelman contemplan con expresión un tanto desdeñosa a las gigantescas muñecas. Un cartel de la marca Caldo Real El Mandarín presenta la efigie de un chino de mirada astuta. Su barba de chivo lo hermana con alguna de las tribus urbanas contemporáneas. A un palmo de él sonríe el hombre de Netol con su boca interminable. "La mayoría de los juguetes no están usados. Sólo tienen el deterioro del tiempo", resume Lola Álvarez. El mandarín chino y las muñecas siguen con su indiferencia hacia la calle. El tiempo no les interesa.

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