Triple español
En esta partida de ajedrez que es el 1.500, los españoles movieron pieza, y lo hicieron perfectamente. Por encima de las previsiones de los más pesimistas, que habían entonado el miserere por Cacho. Después de una decepcionante temporada de verano, había que decidir entre sus resultados y lo que decía Cacho. "Estoy bien, no pasa nada", había repetido hasta cansarse en los días anteriores. Pero como estaba de tan buen humor, como siempre tenía un chiste en la boca, algunos interpretaban que sólo se trataba de una estrategia para esconder su mal estado físico. Hubo quien se atrevió a aconsejarle el paso a los 5.000 metros. Decían que los síntomas que ofrecía sólo servían para subirle de distancia. "En el 1.500, está muerto", sostuvieron esas voces. Bien, la necrológica tendrá que esperar.Estévez también procuraba algunas dudas. La lesión, su cambio en el régimen de entrenamientos tras la grave enfermedad de su entrenador, su pobre actuación en los Campeonatos de España, todo eso obligaba a pensar en un Estévez en peor condición que el pasado año, cuando se proclamó campeón de Europa. La realidad es diferente. No se sabe cuál es el estado real de Estévez, pero se aproxima bastante al del atleta que impresionó en Budapest hace doce meses. De los Europeos salió como la gran alternativa a El Guerruj. Por el camino ha surgido el jovencísimo keniano Ngeny. No hay duda de su calidad, pero Estévez tiene tantas condiciones como el mejor. Ganó su ronda con tanta facilidad que se hace obligatorio pensar en algo grande.
La peor parte correspondió a Andrés Díaz, atleta que atraviesa por momentos de inseguridad en las grandes competiciones. Si a esta circunstancia se añade una dolencia en el tendón, sus posibilidades disminuyen apreciablemente. Pasó a semifinales después de una carrera que se le complicó en la última recta. A Díaz no cabe reprocharle nada. No le faltó arrojó para disputar a Ngeny la jefatura de la carrera. El joven keniano no quería problemas y puso la proa desde el arranque. Díaz le siguió y no dudó en atacarle en los últimos 300 metros, un ataque de mediofondista valiente y no de pusilánime como tantas veces le han acusado a Díaz. No le faltó coraje, pero estuvo escaso de fuerza. Remató mal en la última recta, salvada a golpe de esfuerzo entre un grupo de rivales que se le echaron encima.
A Cacho le había tocado una serie complicada por la excelente nómina de rivales, cuatro de ellos con mejores marcas que él en esta temporada. Por una vez, se hizo realidad lo del mundo al revés. El ruso Shabunin, que no ha corrido en cabeza de una prueba desde que era cadete, decidió tirar del carro. Cacho y El Guerruj vieron con asombro y satisfacción la maniobra de Shabunin. Una carrera a ritmo de 3.35 minutos en la primera ronda garantiza la ausencia de codazos y de sorpresas. Sirve para que se imponga el más fuerte. Se daba por supuesto que el más fuerte era El Guerruj, pero nadie se atrevía a lanzar un pronóstico sobre el estado de Fermín Cacho. Los más optimistas recordaban que el mejor Cacho venía de convivir con el peor Cacho. Sus mayores victorias se han producido en sus temporadas más grises.
La respuesta de Cacho fue contundente. Durante toda la carrera siguió la estela de El Guerruj, con tanta facilidad que recordó sus mejores tiempos. No podía ser una impresión casual. En un gran campeonato, no se puede correr bien si el estado físico es malo. Por lo tanto, Cacho tenía razón. Se había guardado cartas para este Mundial. En su entorno se asegura que está para correr el 1.500 en 3.30 minutos. Eso significa que está en condiciones de luchar por un puesto entre los tres primeros. Es casi imposible pensar en una final a ese ritmo, y todo lo que sea andar entre 3.32 y 3.34 le conviene a Cacho. También le conviene a El Guerruj. Bueno a El Guerruj le sirve cualquier ritmo. Si la carrera es rápida o lenta, le importa poco. Su dominio es amplísimo en todos los sentidos. Por calidad y por sentido táctico. Ganó la serie con la comodidad que se reservan los campeones. Su ataque a falta de 300 metros sólo encontró la respuesta de Cacho, que abandonó toda idea de batir al marroquí antes de la última curva. El español decidió que ya había hecho su trabajo.
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