El animador desanimado
Jaime Bores es un buen chico que insiste en presentar espacios intrascendentes poniendo cara de que le gustaría estar en cualquier parte menos en el plató. Uno se lo imagina en el rincón más tranquilo de cualquier biblioteca, releyendo a Camus y a Cioran mientras se pregunta por el sentido de la vida. ¿Qué extraña pulsión le lleva a seguir el ejemplo del gran Joaquín Prat y ponerse al frente de programas chispeantes en los que no hay lugar para esa melancolía que preside su peripecia vital?Hasta hace poco, Jaime Bores presentaba uno de esos programas vespertinos a los que la gente acude a explicar sus desgracias en público. Ahora, el melancólico Bores está al frente de ¿Quién con quién? (cada tarde, en TVE-1), un concurso en el que tres parejas desparejadas deben engañar al espectador sobre su grado de relación.
Éste es un tipo de programa que parece especialmente diseñado para presentadores optimistas y amantes del bullicio, como Ramón García, Bertín Osborne o Alonso Caparrós. Inexplicablemente, ha ido a parar a manos de Jaime Bores, cuya actitud deja en evidencia lo absurdo de participar en un espacio semejante y, si me apuran, el escaso interés de tostarse en las playas dominicanas cuando uno puede dedicar su tiempo a desentrañar los pasajes más crípticos de los sonetos de Leopardi.
Con sólo unas pocas clases de portugués, Jaime Bores podría haber sido el cantante de fados más deprimente de la historia. "Todo esto existe, todo esto es triste", cantaba Amalia Rodrígues. Y eso es lo que parece pensar el buen Bores cuando se enfrenta a esos matrimonios inmunes al horror de la existencia que sólo aspiran a tostarse el trasero en las playas del Caribe.
[¿Quién con quién? obtuvo en su estreno, el lunes pasado, un 20,8% de cuota de pantalla y 1.306.000 espectadores. El martes, un 25%, con 1.406.000 seguidores].
