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El clero conservador de Irán certifica en la plegaria del viernes su victoria sobre la revuelta

Ángeles Espinosa

Los conservadores iraníes usaron ayer los sermones de la plegaria del viernes al mediodía para despejar cualquier duda sobre quién controla el poder. En la Universidad de Teherán, el ayatolá Taherí Joramabadí trató de quitar hierro a los peores disturbios desde la Revolución Islámica de 1979, reiteró que los incidentes fueron fruto de una mano extranjera y llamó a la unidad. Los reformistas mantienen silencio desde que, el martes, el presidente Mohamed Jatamí se distanciara de la revuelta estudiantil. Los universitarios amenazan con otra sentada hoy si no se admiten sus peticiones.

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"Es bueno tolerarse unos a otros", manifestó el ayatolá Joramabadí durante su sermón en un tono bastante más moderado de lo que cabía esperar desde las filas conservadoras. Esto parece indicar que no ven peligrar su control sobre la sociedad iraní. Con todo, no faltaron consignas antioccidentales; se coreó el "abajo, abajo, Estados Unidos", o el que se popularizó durante la manifestación del miércoles en apoyo al régimen islámico: "Somos tus soldados, Jamenei, y te escuchamos", en claro respaldo a la principal figura del sector inmovilista, el líder supremo, Ali Jamenei, al que por primera vez se ha criticado en alto durante las manifestaciones de la semana pasada."Los rumores sólo sirven para provocar a la gente. El objetivo de todos debe ser preservar la Revolución", añadió Joramabadí. El orador, uno de los cuatro clérigos designados por Jamenei para dirigir las plegarias del viernes en la Universidad de Teherán, trataba así de calmar los ánimos y ayudar a reconducir una situación que, a decir de los observadores, no sólo ha dañado a los sectores más reformistas sino a todo el sistema.

"No hay un claro ganador. Jatamí ha perdido [la batalla] pero el sistema en su conjunto ha salido dañado en este proceso", apunta Mohamed Soltanisar, director del diario independiente en lengua inglesa Iran News. Para él, como para muchos otros analistas, los estudiantes han quedado defraudados por la actitud del presidente.

"Confiábamos en él, pero nos ha dado la espalda", se dolía ayer una joven universitaria que ya no volverá a unirse a las protestas.

Protestas y violencia

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El ayatolá Joramabadí, parlamentario y miembro de la Asamblea de Expertos, abundó en la idea -sobre la que reformistas y conservadores parecen haber llegado a un acuerdo tácito- de separar las protestas iniciales a favor de una mayor libertad de expresión de los episodios de violencia que se produjeron a partir del lunes, cuando algunos manifestantes atacaron comercios, incendiaron vehículos e incluso llegaron a asaltar dos sucursales bancarias. Las heridas son poco visibles en una ciudad en la que muchos de sus edificios parecen en permanente estado de reforma o como si hubieran quedado a medio construir. Y en el campus principal, lleno de fieles, no se observaban desperfectos. "Ni siquiera hace dos semanas, cuando conmemoramos la muerte del profeta, hubo tanta gente", aseguró una mujer que quería dejar constancia de la respuesta popular. En efecto, el número de asistentes era ayer muy superior al de un viernes cualquiera de los últimos meses, a pesar de que el termómetro rozaba los 40 grados a mediodía, la hora del sermón.

Mientras, los líderes estudiantiles se reunieron con miembros del Consejo de Seguridad Nacional para defender sus peticiones: destitución del jefe nacional de policía como responsable último del ataque a las residencias universitarias, enjuiciamiento público de los dos altos oficiales cesados, puesta en libertad de todos los detenidos y entrega de los cuerpos de los muertos en los enfrentamientos. Las autoridades sólo reconocen dos fallecidos, uno en Mashad y otro en Teherán, pero fuentes estudiantiles recogidas por la prensa local hablan de entre cinco y 11 fallecidos. El Ministerio del Interior no da cifra de detenidos, aunque amenaza con procesarles.

El consejo formado por los estudiantes ha dado de plazo hasta hoy para obtener una respuesta de los dirigentes. Si no, repetirán la sentada. El titular de Interior, Abdolvahed Musaví Larí, les recordó ayer que no han solicitado autorización para manifestarse, lo que impediría su salida del perímetro universitario. Sin embargo, no parece probable que la policía vaya a intervenir si la protesta se realiza de forma pacífica dentro del campus. El jueves que se iniciaron las protestas, los estudiantes salieron de ese entorno y marcharon sin permiso por las calles adyacentes. La represión policial subsiguiente desató las iras de los jóvenes y los peores disturbios en 20 años de república islámica.

La sentada se suspendió el pasado miércoles, las pancartas han sido retiradas y la toma de control por parte de las autoridades es palpable. El campus de Amirabad, a pocas calles del recinto principal de la Universidad de Teherán, la mayor del país, permanecía en calma. Con las clases acabadas y tan sólo los últimos exámenes pendientes, apenas media docena de muchachos rondaban la entrada a primera hora de la tarde de ayer. Como es habitual, sólo se podía traspasar la verja de acceso con el carné de estudiante, lo que hace aún más comprometido el asalto policial a las residencias universitarias en la madrugada del viernes día 9.

Tal vez para evitar nuevos incidentes, los exámenes de selectividad, que se celebraron ayer y anteayer en todo el país, se habían trasladado a otras dependencias, pues las autoridades decidieron mantenerlos como estaba previsto. La marquesina de una parada de autobús quemada y un coche policial que rondaba la calle eran el único signo de los últimos problemas.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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