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RAINA KABAIVANSKA - CANTANTE

"Ya no hay cantantes dramáticas"

La que quizá sea la última gran diva de la generación de cantantes-actrices, la soprano Raina Kabaivanska, de 62 años, se encuentra en Madrid, donde ofrecerá cinco representaciones en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid, de uno de los títulos más desconocidos en España y más atractivos de la temporada: Otra vuelta de tuerca. Se trata de una ópera dividida en un prólogo y dos actos de Benjamin Britten, con libreto de Myfanwy Piper, basado en la novela homónima de Henry James. Como director de escena, otro gran dios del teatro del siglo XX: Luca Ronconi. El director italiano vuelve a hacer una excepción y aborda una ópera de estas características al contar con la soprano búlgara. Ronconi ha afirmado, en más de una ocasión, que no dirige más melodramas si no es con la Kabaivanska: "Es la única capaz de hacer creíbles a estos personajes".A diferencia de otras de las grandes divas de este siglo, Kabaivanska ha decidido, hasta en los más nimios detalles, la trayectoria de su carrera, que se ha desarrollado alternando los más importantes teatros del mundo con los escenarios de pequeñas ciudades italianas: "Miserables teatros", señala con humor. "En ellos se puede hacer música para que te oiga la gente y donde me dicen "gracias por la emoción", porque el hombre moderno tiene necesidad de emociones", comenta esta mujer que presume orgullosa de haber trabajado y conocido durante décadas a directores de coliseos de ópera que define como "grandes hombres de teatro, mientras que ahora viene un partido político y reparte entre sus hombres la gestión de la leche y la gestión de un teatro de ópera con los mismos criterios". Profesionales

Para ella es fundamental rodearse de profesionales que amen su trabajo, una de las razones por las que ha venido al Teatro de la Zarzuela de Madrid: "Es único en el mundo, hay poca gente y trabajan, mientras que ahora en los grandes teatros de ópera, sobre todo estatales, trabaja mucha gente, todos miran el reloj para ver a qué hora salen y apenas hay producciones".

Este montaje que acude ahora a Madrid es de 1996, producción del Teatro Regio de Turín, con un reparto en el que participan además otras grandes voces como la del tenor estadounidense Donal Kaasch, la mezzosoprano Elena Zilio y la soprano Patricia Orciani, además de los niños Simone Feroci y Arianna Torelli. Kabaivanska, que también es instrumentista, analiza rigurosamente las partituras, aporta al personaje de la institutriz su sello y su forma de interpretación, impregnada de sentimiento. Una escuela que, según dice la soprano, está desapareciendo: "Ya no se encuentran cantantes dramáticas, quizá porque las exigencias son distintas. Karajan, Solti, Kleiber... exigían la interpretación, no sólo el sonido, el trabajo tenía que estar lleno de emoción", afirma esta mujer que no ha aceptado personajes que hablaran idiomas que desconociera o que no tuvieran fuerza dramática.

Pero la cosa no sólo queda ahí. Cuando abordó Madama Butterfly, uno de los títulos cumbres de su carrera, que, al igual que Tosca, ha interpretado unas 400 veces, aprendió japonés, así como las técnicas teatrales niponas más populares. Su fórmula no es un secreto: "Hay que tener instinto, es algo diabólico, no es justo que decida todo por instinto. Claro que nunca me falla". Para transmitir su teoría, Kabaivanska preside en Bulgaria una fundación para jóvenes artistas huérfanos que trata de formar profesionales sin prescindir del sentimiento. Es una forma de devolver en parte la deuda contraída con su gran protectora y maestra, Zita Fumagalli-Riva, que acogió a Kabaivanska en sus duros comienzos.

De un tiempo a esta parte su interés se centra en compositores del siglo XX como Leos Janácek o Benjamin Britten: "Ayer, tras el ensayo, pensaba que quizá es mejor hacer Britten que Puccini o Verdi, con ellos está asegurado el triunfo, pero ¿qué me aporta más?, Britten es más intrigante y enigmática".

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