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NECROLÓGICAS

Jean Guitton, el filósofo francés del Vaticano II

Un siglo, una vida. Así tituló sus memorias Jean Guitton, el filósofo cristiano y académico de Francia fallecido el domingo en París.Se publicaron hace diez años, y además de acertar en la cronología (nació en 1901 y muere con el siglo) fueron el autorretrato de un testigo excepcional de su tiempo. Los franceses, sin distinción ideológica, estaban encantados con él, y Guitton les hablaba con el desparpajo y la gracia de los grandes sabios.Fue discípulo de Bergson y amigo de Juan XXIII. Ayudó a Pablo VI como primer observador laico del Concilio Vaticano II, Juan Pablo II le reconoció ayer un ministerio indiscutible dentro de la Iglesia, conoció a De Gaulle, discutió con Lefebvre, compartió con Heidegger, y fue visitado por Mitterrand cuando el presidente de la República enfilaba el último tramo de la vida. El líder socialista sostuvo con el pensador católico un memorable coloquio sobre el ser, el tiempo y la eternidad. Muchos consideraron aquel último encuentro una confesión, pero no fue más que, nada menos, una conversación sobre la muerte. El relato del encuentro, en boca de Guitton, fue impresionante. "Guitton, parlez-moi de la mort", pidió Mitterrand. Y hablaron durante dos horas. Guitton contó después que el líder socialista había leído todos sus libros porque le consideraba un hombre libre, contrariamente al papa, a los obispos y a los curas.

Fue Guitton, efectivamente, un hombre libre, aunque nunca dejó de ser católico, apostólico y romano. Alguna reticencia expresó sobre el desarrollo posterior de la Iglesia con respecto al Concilio Vaticano II, pero lo hizo en entrevistas y conversaciones, nunca en libro. Y jamás fue objeto de recelos por parte de la jerarquía vaticana, con mejor suerte que otros teólogos conciliares, e incluso algunos de los grandes escritores católicos de su país (recuérdese las críticas a George Bernanos, y la posición de éste respecto a la guerra civil española, que la Iglesia consideró "cruzada", y Bernanos, "barbarie y crimen").

Guitton saboreó su autonomía de criterio con todos y frente a todos. Lo demostró, por ejemplo, ante su alumno Louis Althusser, el filósofo marxista, uno de los maître-à-penser de la izquierda radical durante la revuelta de mayo de 1968. Había matado a su esposa y, declarado en el juicio irresponsable, estaba recluido en un hospital público de París. Guitton contó en sus memorias, además de su admiración por Althusser (al que dibujó casi como filósofo, asesino y santo), cómo había hecho gestiones ante el alcalde de París Jacques Chirac (hoy sucesor de Mitterrand) para que Althusser fuese trasladado a una institución privada, donde los dos filósofos, el católico y el marxista, continuaron con sus conversaciones sobre el todo y la nada, y su impresionante amistad.-

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