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La prensa británica hace causa común contra el Gobierno por intentar censurar una noticia

El Gobierno de Tony Blair trataba anoche de minimizar el daño causado por la conducta de su ministro del Interior, Jack Straw, cuya decisión de prohibir la publicación de un informe que expone un caso de racismo en la policía británica ha desatado un debate nacional sobre la libertad de expresión. El furor se añade a la ola de críticas, que llegan no sólo de la oposición conservadora sino de la vieja guardia del partido gobernante, que ilustra un extraordinario grado de sospecha y desencanto con el Nuevo Laborismo en el poder desde hace casi dos años.

Calificada de "intrínsecamente racista" por un informe oficial, la policía metropolitana de Londres, símbolo máximo de las fuerzas del orden británicas, atraviesa sus horas mas bajas. El jefe de la fuerza, sir Paul Condon, contemplaba nuevos embates, pero anunció intempestivamente ayer que, a pesar de las presiones de cada lado, no piensa dimitir.Ese comportamiento provocó respuestas airadas y la más espectacular de ellas fue el titular del tabloide The Sun, el diario sensacionalista y de mayor circulación en el Reino Unido. ¿Es éste acaso el Gabinete más arrogante de la historia? fue la pregunta que planteó a sus ocho millones de lectores en un gran titular de primera página sobre una fotografía del equipo ministerial de Blair. "Difícilmente se podría encontrar una pandilla tan pomposa y autocrática", dijo en su editorial, también en primera. La gran mayoría de los diarios coincidió, aunque con lenguaje menos atrevido. The Guardian denunciaba en sus páginas que el asunto parece responder a "una tendencia alarmante hacia el autoritarismo en el nivel más alto del Gobierno".

La furia contra Blair estalló en la mañana del domingo, cuando Straw consiguió una orden judicial para prohibir la publicación de un informe preparado por sir William Macpherson y en el cual expuso las hasta hace poco desconocidas prácticas racistas de un servicio de policía que, exteriormente al menos, es un modelo de urbanidad, serenidad y ecuanimidad.

Esta imagen se vino estrepitosamente abajo cuando comenzaron a desvelarse detalles del brutal asesinato de Stephen Lawrence, un joven de ascendencia jamaicana apuñalado sin motivo aparente en 1993 en Londres por un grupo de matones blancos. La investigación tardó demasiado, justo el tiempo para neutralizar las pruebas.

El caso Lawrence se ha convertido en una causa célebre que une a todos los movimientos defensores de los derechos humanos y a las diversas organizaciones que representan a las minorías, incluyendo la potente voz de los musulmanes británicos.

Lo que causó un clamor nacional sin precedentes fue el hecho de que el ministro del Interior, Jack Straw, consiguió un mandato judicial para obligar al Sunday Telegraph a quitar de su segunda edición los fragmentos del informe de Macpherson que claramente imputan a la policía londinense un vergonzoso comportamiento racista. Pero ello no impidió que millones de británicos se enteraran de las conclusiones, publicadas en su primera edición

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La actitud de Straw fue instantáneamente calificada como una flagrante violación de la libertad de expresión y los argumentos del ministro, en el sentido de que el informe estaba planeado para hacerse público mañana y que un avance sería inadecuado, no convencieron a nadie. Tampoco impresionó a nadie el hecho de que Blair expresara su apoyo a semejante medida.

Straw atraviesa desde anoche uno de sus peores momentos políticos, sobretodo al término de una agitada sesión de emergencia en la Cámara de los Comunes en la que fue abucheado sonoramente por la oposición conservadora, siempre ansiosa por subrayar que al Gobierno de Blair se le está yendo la mano y que representa una corriente impositiva, autoritaria y totalmente desvinculada de los anhelos democráticos del pueblo.

"No es justo para con la familia del fallecido ni tampoco con la policía. Ahora todo el país tacha de racistas a todos los policías sin que ellos mismos hayan podido leer el documento", dijo el ministro con una serenidad que iría desapareciendo a medida que la oposición le apretaba. "Ni el domingo, ni tampoco ahora, me pareció que desvelar así el informe sirviera al interés nacional. Se trata de una información privilegiada y confidencial que debía llegar primero al Parlamento", añadió.

Sonrisas irónicas

Apenas se había sentado con sus notas en el regazo cuando el portavoz conservador del interior, Norman Fowler, le lanzó el primer dardo de una andanada que se prolongó durante tres horas. "Desafía a la razón pensar que el laborismo, campeón de las filtraciones interesadas a la prensa, pueda molestarse tanto por culpa de esta. ¿Está usted seguro, señor Straw, de que no ha sido un acto deliberado para darle ventaja a la propia policía?", preguntó arropado por sonrisas irónicas de sus correligionarios.

El siguiente capítulo de esta escaramuza política se abre mañana, cuando el informe Mcpherson sea divulgado integramente

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