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El Atlético gana por pulmones

La Real no supo aprovechar el declive físico de los madrileños, pletóricos hasta la última media hora

Mikel Ormazabal

El Atlético hace virtud de la monotonía. Con un juego tan anodino como eficaz, resolvió ayer el partido frente a una Real Sociedad que palideció poco a poco. En tres apariciones, que esconden un trabajo incansable y sor do, el conjunto madrileño se despachó con tina victoria que pare ce suficiente.

Cuando el partido no tiene dueño y se pierde tontamente, la Real actúa más cómoda y hace más daño. De salida, el Atlético empezó con una actitud, que no planteamiento, conservador, a sabiendas de que la eliminatoria también pasa por Madrid o por acertar en las jugadas cruciales. Esto dio la ocasión para que los donostiarras bajaran la guardia en la defensa e invirtiera todo el empeño en romper el dispositivo preparado por Sacchi en el centro del campo. Tantos intentos como fracasos acumuló la Real, insistente por demás en lanzar pelotazos a Kovacevic y Aldeondo.

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Hostil, pero menos

El Atlético trianguló cuando poseyó el balón, pero participó en el juego con muchas intermitencias porque disfruta más faenando en la presión, encerrando al adversario en parcelas minúsculas de las cuales cuesta dios y ayuda escapar con la pelota controlada. Tan pronto los atléticos oscurecían su figura extendiendo su tela de araña como la abrillantaban trenzando paredes. Para eso es muy minucioso Sacchi y obedientes cumplen las órdenes sus jugadores, no sin correr riesgos cuando, por una casualidad, se perdía la vigilancia de un delantero.

El primer gol fue de pura puntería de José Mari y un ejemplo de la dejación defensiva de la Real. El partido así exigía otras soluciones en el bando local y las mismas en el visitante. Gómez, Jauregi y Gracia responden al perfil del futbolista esforzado y premioso, lo cual relegaba toda la responsabilidad creativa a De Pedro, a quien se le acumuló la tarea. En el Atlético sucedía otro tanto. Sólo Valerón estaba llamado a conducir el balón, y conducirlo con sentido común. Como quiera que la clave estaba en la suerte de estos dos jugadores, el partido quedó muy simplificado en todo momento.

El conjunto madrileño engarzó otra serie de combinaciones que acabaron en gol y el partido cayó fulminado. La Real recurrió entonces al carácter explosivo de Aldeondo, autor de un tanto y protagonista en todas las oportunidades que generó su equipo en la recta final del choque. Cuando sus compañeros estaban en fase de deterioro, él hizo del partido un acto de orgullo.

Otra cosa sucede con Kovacevic, preso de un problema de identidad. Confunde los deseos con la realidad, una camiseta con otra, y ayer lo mismo estaba en el área, en el córner, que en ninguna parte. Cobra a doblón y la afición le recriminó su chiquillada. Desacertado como nunca, tuvo buen cuidado de intentar lo imposible en desagravio por un detalle muy feo.

El Atlético tiene el tesoro de la organización como un secreto a voces que desorienta al contrario. Le trae al fresco esperar una eternidad hasta aprovechar un trance imprevisto para sorprender al contrario.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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