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Amistades

JAIME ESQUEMBRE Ayer, por segunda ocasión desde la llegada del PP al poder local en Alicante, la definición del término "amistad" se erigió en protagonista de la vida pública. Ya en 1997, un concejal conservador tuvo que echar mano del diccionario para aclarar que lo que a él le unía con el torero José María Manzanares, con el que viajó a México poco después de concederle la explotación del coso taurino, no podía entenderse como una amistad íntima, sino amistad común, un especial cariño sin excesivas confianzas ni sospechosos actos de confraternización. Simplemente, Josemari se despedía de la afición azteca y, como el concejal es muy taurino, no tenía por menos que cruzar el océano para animarlo, viaje de inequívoca consagración del alicantinismo altruista más genuino. Lo del contrato fue puramente circunstancial. Una anécdota. Dos años más tarde, otro concejal del PP fue acusado de favorecer a un amigo ginecólogo por intentar alquilarle un local, con fondos públicos, por un precio muy por encima del aconsejado por los técnicos tras un estudio de mercado. Otra vez la amistad entró en juego, y en esta ocasión hasta la justicia se ha visto forzada a intervenir y valorar el término. Repasemos el caso: el concejal ofició la boda del ginecólogo, que a su vez asistió el embarazo y parto de la esposa del político, y después el edil propuso alquilar el local. ¿Tiene algo que ver todo esto con la amistad? Para la juez que ha archivado la denuncia, no. Resulta que Alicante es una ciudad pequeña, muy de tropezarse todos contra todos, y los personajes cuestionados se encontraron un buen día. Por lógica, el concejal y el ginecólogo se conocieron, y la relación de amistad, nada intensa, se deriva de ese encuentro. Y digo yo, ¿por qué calles hay que circular para tropezar con similar fortuna? Si, repasados los casos, nos llegamos al diccionario (Amistad: afecto personal, puro y desinteresado, ordinariamente recíproco, que nace y se fortalece con el trato), concluiremos que, efectivamente, hay amistades peligrosas.

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