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Palos en las ruedas

"Hay personas que no se enteran del país en el que viven". Frase lapidaria, ya la conocen. Dirigida por el presidente del Gobierno a monseñor Setién, a propósito de una carta dirigida por éste a uno de los portavoces de los presos de ETA. Es, aparentemente, otra de las tantas que ha tenido que escuchar -y aguantar- el obispo donostiarra. Pero es mucho más que eso. Viniendo de quien viene, es -o pretende ser- un palo en las ruedas de los esfuerzos que Setién, como muchos otros, está haciendo para consolidar la paz. Vayamos a los hechos. Allá por octubre, apenas un mes después de la tregua y antes de las elecciones, Setién escribe una carta -privada- a uno de los más significados presos de ETA. En ella dice que por su parte "no hay ningún problema para ayudar a que se respeten los derechos de los presos políticos y, con esto, la verdadera paz de nuestra Euskal Herria". Esta carta es interceptada -¿con qué derecho?- y hace pocos días filtrada a los medios. Quien quiera escandalizarse con lo de "presos políticos", que se escandalice. Es pura hipocresía. El problema es otro. El problema es el nulo interés que este Gobierno tiene en el proceso de paz. Mejor dicho, el problema, y empieza a ser grave, es el extremado interés con que este Gobierno está moviendo sus peones en esta historia, interés exclusivamente partidista. Y mezquino. Aznar pasa por ser un tipo prudente, pero es muy poco prudente tratar poco menos que de imbécil, y además estrafalario, a alguien de quien muy pocos pueden dudar que no hace nada sin haberlo pensado exhaustivamente. Setién conoce muy bien este país. Mucho mejor que Aznar. Pero la lucidez y la libertad de pensamiento molestan al poder. Y molestan mucho cuando el poder se ampara en la mezquindad. Aznar ha chillado porque le han pisado el callo, porque un obispo ha metido las narices en sus cárceles, porque a pesar de todos los insultos, la presencia y la participación de la Iglesia la asocia todo el mundo con la paz y no con la guerra. Denle la vuelta a la frase y se sabrá lo que el presidente del Gobierno ha querido decir en realidad: hay personas que no quieren dejarme evitar que el país se entere de lo que pasa. Porque es esto lo que está sucediendo. Aznar está manejando este asunto con el mismo talante con el que actuaba cuando se enfrentaba al PSOE desde la oposición: radicalizando a la opinión pública española para sacar partido. Si incluso antes de la tregua era más que discutible la cerrazón que el Gobierno ha mantenido ante las demandas de acercamiento de los presos, el perseverar en ella después de tres meses de alto el fuego demuestra el poco respeto que tiene hacia sus propias leyes, lo mismo las que amparan el secreto de la correspondencia que las que constituyen la legislación penitenciaria. Sólamente hay una manera de evitar que te pongan palos en las ruedas: blindarlas. Tantos años de violencia, tantas violaciones de los derechos humanos cometidas presuntamente en nombre del pueblo vasco nos han curado de espanto. Pero también han creado un clima de pasividad e inhibición, sólamente roto en momentos concretos y particularmente dolorosos. Sería un error creer que el proceso de paz es algo que vaya a arreglarse únicamente en conversaciones de unos pocos. El proceso de paz, que es, que tiene que ser, como también, y muy acertadamente, ha señalado Setién, un proceso de reconciliación, tenemos que blindarlo entre todos. Perdiendo el miedo a decir las cosas claras, por ejemplo, que lo que se apunta como una reactivación de la kale borroka es una irresponsabilidad, pero también que no acercar a los presos, y no acercarlos ya, es una mezquindad. Exigiendo a los responsables políticos que estén a la altura de las circunstancias. Defendiendo a quienes están tomando iniciativas y haciendo propuestas constructivas. Y rechazando las manipulaciones e insultos. En Euskadi no hay clamor contra Setién. Eso es mentira. Los que claman contra Setién no quieren la paz. Eso se va a ir haciendo cada vez más evidente.

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