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Frontera

DE PASADAAcceder a Francia o a Italia en automóvil es más fácil y menos arriesgado que viajar al barrio granadino del Albaicín. Los enormes pivotes que emergen del subsuelo de la ciudad para cancelar la marcha de los vehículos se han cobrado veinte víctimas. En la mayor parte de los casos los damnificados eran tipos indocumentados que pretendían pasar la frontera por medios ilícitos, es decir, rodando al rebujo de una persona provista de carta de residencia. Sin embargo, cuando ya habían traspuesto medio coche en el otro territorio, surgían desde el subsuelo como animales prehistóricos los dos pesados hitos y con sendos mazazos golpeaban las entrañas de la máquina hasta romperle alguna víscera imprescindible para la locomoción. Allí quedaban inertes mientras la Policía se hacía cargo de inmediato de los integrantes de esta nueva casta de inmigrantes de barrio nacida en la Europa sin fronteras y los obligaba a pasar a pie. Antonio Ortega y Llanos Maestros resultaron heridos en una de las operaciones. Desde que se conocieron los incidentes en la demarcación fronteriza del Albaicín, cada día la periferia es ocupada por grupos de jubilados nostálgicos de antiguas batallas que esperan, apontocados contra los muros de los edificios de éste lado, la fortuna de contemplar alguna escaramuza entre los agentes del puesto, los hitos y los invasores. Los guardias, por su lado, conforme aumentaban los incidentes, fueron colocando señales disuasorias, rótulos informativos, balizas y quebrantaolas, hasta lograr un auténtico paisaje de frontera que sólo los muy temerarios son capaces de pasar sin el correspondiente salvoconducto. Junto a la línea que divide ambas regiones hay un locutorio desde el cual el conductor puede telefonear a algún hotel del interior y si acierta con el santo y seña pasar sin interferencia al otro lado. Los guardias, siguiendo instrucciones del concejal César Díaz, para mayor seguridad, han colocado cámaras con circuito cerrado de televisión que graban las incidencias y que, en caso de necesidad, valen de prueba ante los tribunales de justicia. Nadie podría pensar que la restricción del tráfico rodado en una ciudad llevaría a fundar tan complejos y peligrosos sistemas de control, que la paz del caminante se basara en tan arduos dispositivos de vigilancia, en fronteras de cemento y hierro. ALEJANDRO V. GARCÍA

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