_
_
_
_

La Mostra de Els Joglars

Más cursi que Antonio Gala, aunque desprovisto de sus prendas, Chanquete se coló también en las festividades josefinas de la Mostra, donde el anarquista vestido Luis Fernández le obsequió con una medalla y un ramo de flores, o algo parecido, y Rita Barberá con una calle, que a estas horas ya debe estar absolutamente desolada. Al borde del llanto, porque el gran actor es de los que piensan que una buena lagrimita es lo que conviene a la expresión de las emociones valencianas, Antonio Ferrandis calificó a la alcaldesa de esteticien de nuestra interrumpida ciudad, y no contento con eso (hay que comprender antes de juzgar que se trataba, una vez más, del día más feliz de su vida), anunció su propósito de reservar al ramito como ofrenda para la virgen de su pueblo. Qué admirable devoción la de este hombre, y qué de reconocimientos recibe de los amigos de su aldea. No es que uno crea, que a tanto no se atreve, que la ya famosa gastroenteritis de Consuelo Ciscar tuvo como feliz desenlace semejante desatasco emocional, pero cuando el río suena, agua por lo menos lleva. Y qué aguas más internas, señor, las de las centenares de ancianas enjoyadas que se abalanzaron sin piedad sobre un Jeremy Irons que, no dando crédito a tanto espanto, y fino caballero anglosajón como es el hombre, se limitó a empalidecer educadamente como manifestación de pánico. Fue muy elogiado el grisáceo tono de su piel: pura concurrencia de miles de aterrorizados folículos pilosos. Conservará el actor un recuerdo tan imborrable de su alucinada estancia en nuestra ciudad que muy probablemente tardará varios años en volver, por más que hasta Rita, la esteticista urbana de renombre internacional, se empeñase en rozarle los vaqueros, o tal vez precisamente por eso. ¿Asistiremos también a emociones tan fugaces en el encuentro de ex Lluis con Joan Collins que cerrará la Mostra? Eso, señores, sólo nuestra particular Pitita Ridruejo, la comparable Mayren Beneyto, puede decirlo en cuanto se recupere del sofoco de origen no se yo si gastrointestinal. A esas horas, entre otras tonterías, en la tele va y sale Julio Iglesias y se monta ante millones de espectadores una relación homo con el micro que alcanza donde su cuerda falla, y en un canal distinto un tropel de niños de Sudán con menos futuro que Álvarez Cascos se ofrecieron para una sesión de antropología de campo mostrando que a fuerza de no comer se acaba por no saber ni abrir la boca para dejar paso a un alimento de caridad en papillas. Alguna ONG no gubernamental debería encargarse de recoger los dodotis usados por nuestros niños a fin de reciclarlos para todos esos otros niños negros: el peligro de que prefieran comérselos queda compensado por la certidumbre de que aún correctamente usados serían de uso más bien restringido. Y absolutamente inicuos, quiero decir, inocuos. Iniquidades aparte, porque no voy a hablar ahora de Vera y Barrionuevo pintando alegremente en Guadalajara una copia de paredón del Guernica de Picasso, ni siquiera de Carmen Romero arengando a una docena de simpatizantes en plan errática Agustina de Aragón abobada ante las Cortes de Cádiz, pero sí lo voy a hacer, aunque no teman, con brevedad, de Alfonso Guerra, que en otra tele (¡y ante Pedro Ruiz!) muestra la lisa profundidad de su pensamiento cuando trata de jerarquizar los saberes y no se le ocurre metáfora mejor que preguntarse qué haría un informático si paseando por el campo va y le pica una araña, circunstancia que, se diga lo que se diga, parece muy poco machadiana, iniquidades aparte, que se me va el hilo y se me ve el plumero, Albert Boadella y sus juglares estuvieron por aquí en rueda de prensa y el chico no la montó esta vez, se mostró educadito y algo friolero, ante el suspiro de alivio de un Gil-Albors, pobre, que no las tenía todas consigo, pese a estar arropado por la poderosa presencia de su ya repuesta directora general de los museos al borde de la momificación. El montaje, bien, gracias, aunque algo hepático y parlanchín, como de mesa camilla. Fuera de esto, pues nada, la Declaración de Valencia continúa siendo una declaración de valencia, en la retrospectiva de Andy Warhol puede verse su enorme talento para hacer pasar por actores a rústicos camioneros y en la de Fellini todo que usted quiso saber sobre el cine y no se atrevió a preguntar, y la numerosa concurrencia de empresarios valencianos a la gala inaugural de la Mostra y al estreno del Els Joglars posibilitó una vez más que nadie echara en falta su cartera al recogerse en casa.Antonio Ferrandis calificó a la alcaldesa de esteticien de nuestra interrumpida ciudad, y no contento con eso anunció su propósito de reservar el ramito como ofrenda para la virgen de su pueblo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_