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FERIA DEL PILAR

Premio, regalo y espejismo

Público eufórico y "rejonófilo", con tres orejas en el contador. Sin embargo, cada una de ellas tuvo distinta importancia. El premio de verdad fue para Bohórquez, que en el segundo, aunque a veces clavase a la grupa, tuvo una actuación entregada, en la que destacó un espléndido par a dos manos. Además, cosa no habitual en esto del rejoneo, mató con ortodoxia de un rejón en todo lo alto. Al final, saldría a hombros por la puerta grande, porque, en las colleras, colaboraría al corte de otra oreja, aunque quedase algo apagado por un Hermoso de Mendoza inspirado.El regalo, precisamente, fue para esa collera de Bohórquez y Hermoso, porque, aunque el navarro revelase a una nueva estrella de su cuadra (con algo había que suplir la forzada ausencia del herido Cagancho), una montura torerísima, que toreó y se arrimó de verdad en banderillas, hubo el aberrante mareo final de la res y una puñalada en la paletilla, que emborronó todo lo anterior. Y el espejismo se dio con la oreja para Paco Ojeda. Bien es verdad que el público la pidió, seducido por la rabia, casta y ganas que el sanluqueño puso en el empeño. Pero para obtener semejante trofeo, no se puede estar tan nervioso, fallar tanto al clavar y dar tantas pasadas en falso. Ya lleva Ojeda muchas corridas de rejones en su haber para estar tan poco acertado. Todo ese empuje parecía más propio de un inexperto novillero que empieza que de uno de los rejoneadores que más actúa.

Cubero / Cuatro rejoneadores

Toros para rejoneo de Benítez Cubero, de desigual presencia y poca codicia, excepto 2º. Joâo Moura: ovación. Fermín Bohórquez: oreja. Pablo Hermoso de Mendoza: ovación. Paco Ojeda: oreja. Por colleras: Moura-Ojeda, ovación. Bohórquez-Mendoza, oreja.Plaza de Zaragoza, 4 de octubre. 1ª corrida de la Feria del Pilar. Cerca del lleno.

Como siempre, Moura cargó con el inconveniente de actuar en primer lugar y, aunque no estuviese todo lo acertado de otras veces, encontró al público muy frío. En su toro, Hermoso de Mendoza estuvo mejor en la preparación y en los adornos, que en la precisión al clavar, acabando de un infame rejonazo en los costillares.

En las colleras, aparte de esas nefastas y mareantes vueltas alrededor del pobre astado, hubo dos momentos de especial brillantez: el ya apuntado del torerísimo equino de Hermoso de Mendoza y, en el quinto, una auténtica lección de temple y maestría por parte de Moura. El presidente había cumplido con lo reglamentado, dando las tres orejas que pidió el público, pero, como queda dicho, una fue un premio, la otra un regalo y la tercera un espejismo.

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