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La traición de Kabila

El desprecio a los tutsis, clave de la nueva guerra que devora el Congo

Alfonso Armada

ENVIADO ESPECIAL"Laurent Desiré Kabila se ha ganado sus líneas en la historia universal: el hombre que acabó con la infame dictadura de Mobutu Sese Seko después de 32 años de saqueo de Zaire, pero metió al país en dos guerras civiles en dos años". Eso dice con sorna un congoleño de Goma (al extremo oriental de la República Democrática de Congo, RDC, el antiguo Zaire) al que ni le gustaba Mobutu ni le gustó Kabila y a quien tampoco entusiasman sus nuevos señores, los banyamulengues (tutsis instalados en el este de Congo desde hace 200 años), que han vuelto a desenterrar el hacha de guerra contra el hombre a quien en mayo de 1997 llevaron en volandas hasta el trono de Kinshasa, la lejana capital de este país tan grande como Europa Occidental, una riqueza mineral escandalosa y casi 50 millones de almas hartas de ser la pitanza de políticos sin escrúpulos. Cinco países africanos han entrado al trapo de la guerra movidos por intereses que poco tienen que ver con el de los propios congoleños.

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Hibernado en el maquis del este zaireño desde el fracaso de la revolución lumumbista de los simba (leones) de los años sesenta, Kabila engañó a Paul Kagame, el "visionario" (en palabras del general Georges Joulwan, comandante en jefe de la OTAN) y verdadero hombre fuerte de Ruanda, que pensó en el viejo guerrillero para encabezar la revuelta de los banyamulengues (maltratados por Mobutu) que entre el otoño de 1996 y la primavera de 1997 (siete meses) desmantelaron los campos de refugiados hutus junto a la frontera ruandesa y llegaron victoriosos a Kinshasa. Pero Kabila resultó menos manejable y más ambicioso de lo previsto, y sobre todo no cumplió sus promesas: no selló su frontera este a los ataques de guerrillas irredentas contra Ruanda y Uganda, no concedió la nacionalidad congoleña a los banyamulengues, pronto adoptó las maneras de un Mobutu redivivo y despidió sin contemplaciones a los mandos tutsis del Ejército que le dio la presidencia. Demasiado para sus padrinos, que quisieron repetir la jugada este mes de agosto lanzando de nuevo a los banyamulengues contra su antiguo patrón. La inesperada intervención de Angola, Zimbabue y Namibia junto a Kabila atascó la imparable maquinaria rebelde y ha vuelto a hacer del castigado país del Congo (el río que se bebe todos los ríos) un avispero. He aquí las avispas y sus razones.

Contra Kabila

Ruanda. La audaz operación que Kagame lanzó con los banyamulengues y Uganda en el otoño de 1996 para desmantelar los campos de refugiados hutus (vivero de la revancha hutu) y que llevó a Kabila a Kinshasa no alcanzó sus objetivos: la frontera siguió siendo un coladero para los ataques de la guerrilla hutu. Aunque lo nieguen, en Goma hay evidencias de que el 2 de agosto lanzaron de nuevo a los banyamulengues, ahora contra Kabila, para intentar cubrir los objetivos frustrados. Estuvieron a punto de conseguirlo con una facilidad inusitada, cuando al mando del depuesto jefe del Ejército de Kabila, el tutsi James Kabarehe, ocuparon la base de Kitona, cerca de Kinshasa, y llevaron a su molino a 30.000 antiguos soldados de Mobutu que estaban en proceso de reeducación. Sólo la inesperada y rápida respuesta de Zimbabue y Angola (que empleó helicópteros artillados y aviones para diezmar a los rebeldes) al lado de Kabila impidió la caída de Kinshasa. Los rebeldes son percibidos por la población congoleña como extranjeros, "tutsis que quieren dominar o partir Congo", señalan vecinos de Goma. Aunque los banyamulengues y sus aliados llevan la iniciativa (controlan Kivu, la provincia Oriental, parte de Ecuador y de Katanga), tras perder la cabeza de puente que habían logrado abrir junto a Kinshasa han empezado a perder terreno junto a Kindu, en el centro del país, y Kalemie, a orillas del Tanganica.Uganda. El Banco Mudial autorizó recientemente al presidente ugandés, Yoweri Museveni, un precioso aliado de Washington en los Grandes Lagos, a aumentar su presupuesto de Defensa, que en este año se ha incrementado en un 26% (lo que lo eleva a unos 20.000 millones de pesetas). La mayor amenaza para Museveni, alumno aventado del Fondo Monetario Internacional, la constituyen grupos como el Ejército de Resistencia del Señor y la Alianza de Fuerzas Democráticas, que cuentan con el respaldo económico de Sudán y hostigan cada vez con mayor eficacia el interior ugandés desde sus bases en el este de Congo. Museveni tiene estrechos lazos étnicos, políticos y personales con Kagame. Museveni comparte con el viceprimer ministro y ministro de Defensa ruandés la intención de crear un nuevo orden africano, en el que la estabilidad (y para ello acaso partición o tutela política de Congo) es vital. Uganda acaba de iniciar un estratégico acercamiento a Angola, que de consumarse pondría en graves aprietos a Kabila.

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Junto a Kabila

Kabila ha logrado frenar el imparable deterioro que sus maneras dictatoriales le estaban granjeando en Congo. Pero su exacerbado llamamiento a la población de Kinshasa para que empleara mazas y machetes contra los tutsis provocó escenas pavorosas en la capital congoleña. Kabila ha situado en puestos de responsabilidad a su propia familia (su hijo Joseph es ministro de Defensa), ha intentado fabricar un ejército de los despojos de la desmotivada tropa de Mobutu, se ha aliado con los interhamwes (radicales hutus), lo que acabó de enervar a Ruanda, y con guerrillas indomables como los mai-mai. Originario de Katanga él, lo mejor de sus fuerzas son los antiguos gendarmes katangueños.Angola. El pretexto para la intervención angoleña (país que cuenta con el más poderoso Ejército de la región, y que participó en el derrocamiento de Mobutu) fue el supuesto (y hasta ahora no demostrado) alineamiento de la antigua guerrilla anticomunista de UNITA (Unión para la Independencia Total de Angola) junto a los rebeldes. Parece fuera de dudas que al igual que cuando Luanda inclinó la balanza en favor de Denis Sasu Ngueso en la guerra civil de Congo-Brazzaville el año pasado para garantizarse una franja de seguridad al norte del rico enclave petrolero de Cabinda, ahora intenta hacerse con una faja de terreno al sur de la provincia congoleña de Bajo Congo para poder emparedar a la guerrilla de Savimbi, que pese a las sanciones de la ONU sigue sin desmovilizar a miles de sus mejores hombres.

Zimbabue y Namibia. El presidente zimbabuo, Robert Mugabe, ha apostado fuerte. Zarandeado por una crisis económica y social sin precedentes, Mugabe ha jugado la carta nacionalista de exportar los problemas fuera, pero los muertos que ya han empezado a llegar a Harare pueden convertirse en un bumerán mortal para su contestado mandato. Lo que está fuera de dudas, según el diario británico The Guardian, es el dinero que une a los dos países: Zimbabue ha firmado con la RDC contratos por valor de más de 22.000 millones de pesetas, en gran medida para venta de armas. El sobrino de Mugabe, Leo Mugabe, y el hijo de Kabila, Joseph, han sumado codicias para hacerse con el control de una rica mina valorada en miles de millones de pesetas.

El argumento económico acaso serviría para explicar la apuesta de Namibia por Laurent Kabila: contratos por valor de más de 6.000 millones de pesetas. Pero fuentes diplomáticas estiman que Suráfrica, que ha hecho hasta ahora todo lo posible por enfriar los ánimos y desactivar el conflicto que incendia el corazón de África, conseguirá desenganchar a Windhoek del carro de la guerra. En cualquier caso, muchos actores y con razones diversas y encontradas para apaciguar fácilmente una hoguera que sin embargo es observada a cautelosa distancia por Occidente. Parece como si esta vez las potencias del Norte estuvieran dejando que los africanos se encargaran solos de resolver sus asuntos.

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