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Cosas que pasan

La última novela de Isabel Allende nos sorprendió a todos. Su editor y sus lectores esperábamos con impaciencia un libro en la línea de sus últimos brillantes títulos y ella se despachó con uno de cuentos, recetas y otros afrodisíacos, en el cual hizo participar a su propia madre y a su agente literaria Carme Balcells. Algo parecido sucedió con la última película de Sally Potter. Tras Orlando se esperaba de todo, en la línea intimista de la directora, excepto una lección de tango en la que ella en persona diera la réplica como bailarina a Pablo Verón. Éstas son cosas que pasan. Resulta impredecible el futuro y nosotros mismos nos vemos sujetos a cambios que nos sorprenderían. Los estudios de prospectiva, las más de las veces dejan de tener sentido y los plazos se acortan de manera que el largo es corto y el corto inmediato. El hombre que viene, con los mayores conocimientos posibles, tiene apenas tiempo disponible, para alcanzar los necesarios. José Larralde cantautor argentino se preguntaba al respecto cuánto tiempo se precisa para saber cada vez menos. Los gustos cambian a gran velocidad y las verdades de hoy sólo pueden orientar parcialmente sobre los gustos del mañana. Sólo la tendencia a la mayor comodidad, el ansia de juventud, el cuidado de la forma física y algunas otras convenciones sociales apuntan débilmente sobre los gustos del consumidor. Las empresas se encuentran en un estado de innovación permanente en el cual les afecte gravemente tanto la caída de la capacidad adquisitiva, por la crisis lejana, como los cambios en los gustos del consumidor propiciados a través de los audiovisuales, cuando por ejemplo un actor se pone del revés una gorra con canguro incorporado, en la última película de Tarantino. Cierto que hace años los calores del verano de Louisiana produjeron el descenso fulminante del consumo de camisetas cuando Marlon Brando se deshizo de tan habitual prenda mostrando sus pectorales, así como que los flamantes tintes y alisados hicieron su agosto cuando Verónica Lake ocultaba su rostro con su larga, rubia y lacia cabellera, hasta que algunas trabajadoras de taller sufrieron accidentes laborales, como consecuencia de la incompatibilidad entre tamaña longitud y oficio. Pero no es menos cierto que tales efectos se produjeron escalonados en el tiempo y en el espacio, según países, décadas y censuras, y que en ocasiones el stock de camisetas americanas o los productos de peluquería sobrantes, hubieran podido ser suministrados, sin graves consecuencias, durante años en distintos países como el nuestro, donde el producto cinematográfico, como las modas, llegaba con considerable retraso. Hoy, por el contrario, el producto nace para ser consumido inmediatamente. Antes de lanzarlo se encuesta el mercado y se provoca la avidez del mismo. En ocasiones se advierte que lo que se está viendo, no es sino virtualmente real pero la ansiedad provocada se produce con idéntica intensidad como si fuera verdaderamente real. Una multiplicidad de canales pueden emitir las mismas breves imágenes durante unos segundos conformando la opinión mundial. Cuando la guerra del Golfo, de tan graves consecuencias humanas, la televisión mostraba una especie de fuegos de artificio indescifrables, en los que se ocultaba el drama real del pueblo iraquí. Efectivamente y en vista de las cosas que pasan, y cómo pasan, cobran mayor validez las palabras de Peter Drucker, gran experto en la gestión de empresas, que advierte que la hipótesis más probable es que ninguna de las teorías empresariales actualmente vigente siga teniendo validez dentro de diez años. Y ello lo recordaba recientemente el presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, Arturo Virosque, al referirse a las dificultades de predecir la evolución a largo plazo de los sectores económicos, en relación con el plan de cooperación de la Feria, y baste decir, por poner un ejemplo, que el juguete que hace poco financiaba instalaciones, hoy opta por diferentes instrumentos de marketing, generando eso sí nuevos sectores industriales. Y para redondear estas afirmaciones cómo no traer aquí las palabras del gurú de la información Bill Gates, a quien no le queda más remedio que desafiarse a sí mismo al sentenciar que en su propio sector, las empresas que tienen algo que ver con la información se encuentran ya ante un serio problema.

Alejandro Mañes es gerente de la Fundació General de la Universidad

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