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LA CRISIS RUSA

Yeltsin busca un sustituto a Chernomirdin para evitar la disolución del Parlamento

Con el país cayéndose a pedazos, Borís Yeltsin mantuvo ayer en la incertidumbre a la clase política y a los ciudadanos rusos. Al día siguiente de que la Duma rechazase por segunda vez a Víktor Chernomirdin como primer ministro, el presidente se reunió con sus asesores y con el propio candidato derrotado. Casi todos los pronósticos apuntan a que Yeltsin no volverá a presentar a Chernomirdin, pero no en la identidad del elegido para la tercera y definitiva votación. Incluso se especula con la posibilidad de que los diputados tengan que optar entre tres nombres.

Rusia ha sufrido una enorme devaluación en un breve periodo de tiempo: más de un 70% desde el 17 de agosto. Indonesia llegó al 80%, pero fue en un año. Los escenarios más catastrofistas son evocados no ya tan sólo por los ciudadanos comunes que sufren en sus carnes las consecuencias de la crisis, sino por los líderes políticos como el comunista Guennadi Ziugánov, el ex general Alexandr Lébed o el propio Chernomirdin, que dijo el lunes que el país puede arder por los cuatro costados. Incluso el patriarca ortodoxo, Alexéi II, pidió ayer "paciencia, coraje y concordia", porque "la guerra civil es la cosa más terrible que existe".El ex primer ministro Yégor Gáidar habla del peligro de un régimen como el de Hitler. Con el rublo en caída libre (ayer perdió otro 9%), los precios disparados, los salarios y las pensiones congelados y muchas veces sin cobrar y las tiendas cada vez más desabastecidas, el fantasma de la explosión social o la guerra civil ya no parece un espantajo, sino una posibilidad real a tener en cuenta.

Entretanto, Yeltsin deshoja la margarita, convencido de que en esta apuesta no sólo está en juego quién dirigirá el Gobierno, sino su papel como zar, ejercido de forma más autoritaria que democrática en los últimos siete años. Física y mentalmente debilitado, cada vez con menos apoyos, acosado desde todos los ángulos, el líder del Kremlin se defiende como un tigre herido, aunque, si las cosas que se dicen sobre su carácter son ciertas, se deja dominar a veces por el pesimismo y el abatimiento.

Contra viento y marea

Algo está claro: que ésta no es la misma situación que la del pasado abril, cuando, contra viento y marea, insistió en hacer pasar a la Duma por el mal trago de aceptar a Serguéi Kiriyenko como primer ministro. A comunistas y nacionalistas, mayoritarios en la Cámara baja, no parece importarles ya la amenaza de disolución y de convocatoria de elecciones anticipadas. Piensan que los votantes se volcarán hacia ellos y castigarán a cualquiera mínimamente contaminado por Yeltsin.El presidente se reunió ayer en su residencia de Gorki 9, en las afueras de Moscú, con sus más próximos colaboradores y despachó también un buen rato con Chernomirdin, cuya suerte pende de un hilo. Entretanto, se van abriendo paso los nombres de algunos posibles candidatos de consenso.

El primero de ellos es el popular alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, bajo cuyo mandato ha cambiado el aspecto de la ciudad y el nivel de vida de sus habitantes, que dobla el del resto de Rusia. El segundo es el presidente del Consejo de la Federación, Yégor Stróyev, un pragmático de ideología no muy definida capaz de llevarse bien con todos. Y el tercero es Yevgueni Primakov, el ministro de Exteriores, propuesto por los liberales de Yábloko y que en los últimos años se ha empeñado en recuperar para Rusia parte de la influencia en el mundo que en su día tuvo la Unión Soviética.

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Todos ellos manifestaron ayer, con diferente grado de énfasis, que no tienen el más mínimo interés en un cargo que, en las actuales circunstancias, puede terminar con cualquier carrera política, por brillante que sea, si las fuerzas, la habilidad y la suerte no acompañan.

"No hay ninguna posibilidad de que sea designado como primer ministro, y esto ni siquiera ha sido sugerido", declaró Luzhkov a la agencia Itar-Tass. "Ya soy jefe del Gobierno de Moscú".

"No" de Primakov

El rechazo más creíble es el de Primakov. Un alto cargo de su ministerio aseguraba anoche a EL PAÍS que el no de su jefe es definitivo y no negociable. Pese a que también lo niega, y con no menos énfasis, hay fuertes sospechas de que Yuri Luzhkov no le haría ascos al encargo de gobierno, siempre que pudiera conservar, como seguro, la alcaldía de la capital.No es descartable que, si Yeltsin se desprende finalmente de Chernomirdin, opte por alguien menos ambicioso y que le haga menos sombra, aunque sin llegar al extremo de sacarse de la manga a otro Kiriyenko, tan desconocido cuando fue nombrado en marzo que algún periódico llegó a titular irónicamente: ¿Serguéi qué?

Otra hipótesis que cobra forma es que Yeltsin presentará a la Duma una terna con el compromiso de nombrar primer ministro al que obtenga más votos. Chernomirdin, que muy probablemente estaría en ese trío, accedió así, en diciembre de 1992, al puesto que luego ocupó durante cinco años largos, aunque ni siquiera fue entonces el que recibió el mayor apoyo de los diputados.

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