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Aires de Misteri

Hay más de una razón para presenciar, al menos en alguna ocasión, el Misteri d"Elx desde los balcones y cornisas de la Basílica de Santa María en vez de hacerlo cómodamente sentado en los bancos de la nave de la iglesia. Aparte de la perspectiva aérea que se consigue, que permite disfrutar a vista de pájaro de las evoluciones de los actores-cantores y que te sitúa más cerca del cielo -el cel de la Festa, que cubre el tambor de la cúpula y desde el cual se descuelgan los aparatos aéreos- existe otro espectáculo paralelo, popular y colorista propiciado sin saberlo por el público que asiste a las representaciones. Hombres y mujeres acuden armados de abanicos que, a falta de aire acondicionado en el interior de la iglesia, inexistente por razones obvias, ayudan a soportar los 40 grados a la sombra de una hora tan impestiva en los agostos ilicitanos como las cinco de la tarde. Los abanicos revolotean sin parar en las manos de la gente mientras se representa el drama asuncionista, con lo que el cuadro que se vislumbra desde lo alto no puede ser más movido y constituye en sí mismo otro espectáculo al que los ojos se desvían cuando no tienen lugar en los escenarios los fragmentos preferidos del Misteri. La costumbre está tan extendida en Elche que a los visitantes se les aconseja encarecidamente que no olviden su abanico si no quieren pasarlo mal durante la representación. A raíz de una exposición llamada Visions de la Festa, que se celebró en 1992, el Patronato del Misteri contactó con varios artistas ilicitanos para que decoraran unos abanicos de cartón que se regalarían al comprar las entradas para ver la representación. Con esto se pretendía dignificar ciertos elementos marginales de la Festa de manera que se convirtieran en objetos dignos de ser mostrados y guardados como recuerdo, contribuyendo así a coadyuvar en la difusión del drama ilicitano. la relación de artistas, nueve pintores y dos ceramistas, que participaron en aquella exposición, a la que aportaron cada uno varios apuntes del Misteri, se hizo por edades, de mayor a menor, y desde 1992 han elaborado abanicos a partir de sus obras Sixto Marco, Pola Lledó, Albert Agulló, Tomás Almela, Sol Pérez, Matilde Carbonell y Antonio Henarejos. La pintora María Dolores Mulá presentó ayer su obra de este año, impresa a partir de un original al óleo que compuso la primavera pasada y que integra una extensa colección sobre la Festa. La pintura representa un momento álgido de la representación cuando la magrana se abre sobre la nave de la iglesia, aunque vista desde el cel. La magrana, de un rojo muy vívido, contrasta sobre el fondo verde que simboliza el Palmeral de la ciudad. Se han editado 7.000 ejemplares de este pai-pai octogonal y muy llamativo, y las personas que asistan a las representaciones tradicionales de la Vespra y la Festa y, por tanto, no paguen entrada, podrán adquirirlo por 100 pesetas en el Museu de la Festa, como ya viene siendo habitual. El mismo motivo, pero a lápiz, ha servido para decorar este año las entradas a la basílica. Tres artistas, que participarán en los tres años venideros hasta el 2001, restan para completar aquel antiguo proyecto: Matías Blanco, Antonia Soler y Pepa Ferrández. El Patronato ha recibido propuestas de nuevos pintores, de manera que es muy posible que la idea tenga una continuidad y se convierta, con el tiempo, en una especie de tradición. Al igual que pasa con los carteles, hay multitud de personas interesadas en coleccionar estos abanicos y ya se han agotado los de Sixto Marco y Albert Agulló. El Patronato se plantea reeditarlos en un futuro. En cuanto al cartel de 1998 se ha optado por rescatar un dibujo del arquitecto Antonio Serrano Peral realizado en el año 1940. Se trata de uno de los bocetos para la restauración de la Basílica de Santa María, de cuya finalización se cumplen 50 años.

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