El Festival de Aix celebra su medio siglo volcado en artistas menores de 35 años
La ópera de Benjamin Britten 'Curlew River' sorprende en una versión fascinante y ritual
Saltó la gran sorpresa donde menos se podía uno imaginar. Al margen de los grandes divos musicales, teatrales y coreográficos como Abbado, Brook, Pina Bausch, Trisha Brown, René Jacobs y Pierre Boulez, que estos días se dan cita en Aix-en-Provence con motivo del 50º aniversario del festival, la recientemente creada Academia Europea de la Música se ha volcado en cantantes, instrumentistas y compositores menores de 35 años para montar dos espectáculos operísticos, Dido y Eneas, de Purcell, y Curlew River, de Benjamin Britten, esta última en una fascinante versión de emocionado diálogo entre Oriente y Occidente. El festival que dirige Stéphane Lissner busca así líneas de renovación en la ópera.
La Academia Europea de la Música prepara también una Flauta mágica de la mano de la cantante Regine Crespin y del director de escena S. Braunschweig que se pondrá en pie en la próxima edición y presentará en dos programas los trabajos líricos y coreográficos de cinco jóvenes compositores, entre los que se encuentra el navarro Juan José Eslava. La Academia es quizá la apuesta más mimada de Stéphane Lissner como nuevo director del festival. "Supone una proyección clara hacia los habitantes de Aix. Hemos creado para ellos unos pasaportes a 100 francos [unas 2.500 pesetas] con los que pueden asistir a 75 actos entre conciertos, ensayos, clases magistrales, etcétera. El éxito de esta iniciativa se demuestra en los 3.000 vendidos hasta ahora". Las óperas inglesas de Purcell y Britten con las que la Academia se ha presentado en sociedad han obtenido resultados desiguales: de buenas intenciones, convencional y sin profundizar musicalmente en el estilo Dido y Eneas; tocando la perfección musical y teatral Curlew River. Después del festival tendrán 72 representaciones adicionales en Bruselas, Viena y varias ciudades francesas.Curlew River surgió como respuesta de Britten a la profunda impresión que le produjo una pieza medieval de teatro Nô durante un viaje a Japón. En Aix es dirigida por Yoshi Oida, autor de libros tan apasionantes como El actor flotante y El actor invisible, cuya identificación con los criterios espaciales y de dirección de actores de Peter Brook es tan absoluta que la sombra del Mahabarata del director europeo aparece continuamente, tanto en el gesto como en el ritmo, el movimiento o la utilización del agua, el fuego, la tierra y los elementos de la naturaleza como soportes teatrales. El espectáculo es fascinante, ritual, lleno de serenidad. Pocas veces un diálogo Oriente-Occidente ha alcanzado una emoción tan viva. Los cantantes están espléndidos y a ello no es ajeno el asesoramiento de un britteniano nato como Robert Tear. Los músicos, dirigidos por Davis Stern, hijo del célebre violinista protagonista de un memorable documental sobre Mozart y China, también están en sintonía con esta ceremonia de iniciación, integrándose en ella desde las mismas vestimentas.
No es el único logro positivo de una Academia que tiene entre sus maestros a instrumentistas como Yo Yo Ma y Agustín Dumay, o a compositores como P. Manoury y M. A. Dalbavie. Un espectáculo que integraba las nuevas creaciones operísticas del ruso Chmoulevitch, el americano Golove y el finlandés Koskinen funcionó a las mil maravillas en el recoleto teatro Jeu de Paume, con una frescura e inventiva naturales con las que el estupendo director de escena Pierre Strosser se esmeró en dar el toque teatral y P. A. Valade en defender musicalmente desde el podio al frente del estupendo conjunto Court Circuit. "Pensamos realizar estos talleres cada dos años con cuatro nuevos compositores, encargando además la ampliación temporal de la obra que cada edición tenga más entidad lírico-dramática", dice Lissner, especialmente estusiasmado con este proyecto.
El presupuesto del Festival de Aix ronda los 1.500 millones de pesetas, distribuidos entre un 55% de subvenciones oficiales y un 45% de autofinanciación. Los esfuerzos de acercamiento a la población no impiden las manifestaciones paralelas. Off Opera, por ejemplo, es un festival alternativo organizado por la asociación Operaríssime que, entre otras iniciativas, propone unas Bodas de Fígaro en las que los cuatro actos de la loca jornada de Beaumarchais adaptada por Da Ponte se celebran en cuatro espacios distintos (todos ellos del XVIII) y a cuatro horas diferentes. El primer acto matinal incluye un aperitivo y el último nocturno un bufé, con localidades que no sobrepasan los 300 francos. Y aún más baratas, 80 francos, son las Bodas de Fígaro que monta el teatro de la Avant-Seine (la revista de ópera francesa más prestigiosa se llama Avant-Scene) en el Hôtel de Esquilles. Buen humor no falta a la sombra de un Mozart que Peter Brook ha puesto patas arriba en el festival oficial. "Uno de los grandes engaños de la ópera", dice Lissner, "es confundir la puesta en escena con los decorados, sin tener en cuenta el trabajo con los actores. La respuesta que Brook ha hecho en Don Juan desde la simplicidad, la intensidad de los sentimientos y la ligereza del espacio escénico renueva completamente la ópera". Bernard Haitink, Raimondi, Minkowski y muchos otros personajes se han acercado a este nuevo Aix que busca despertar emociones perdidas y encontrar otros públicos explorando métodos de trabajo y comunicación nada convencionales.
Babelia
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