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Tribuna
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El lamento y la rebelión

El pleito anímico. La superioridad de un equipo frente a otro también se dirime en el terreno de la conducta. En ocasiones se gana superando la oposición del rival, y en otras, a raíz de las concesiones que éste hace. Bélgica no hizo méritos para ganar la pugna en el terreno anímico. En total estado de indiferencia, el empate que consiguió no debe emparentarse con ningún esfuerzo significativo. En este campo, los mexicanos fueron ganadores absolutos, por méritos propios y también por la opacidad de su oponente.El lamento. México fue superior desde el comienzo. Pero ante la expulsión injusta de Pardo en el minuto 28, sus jugadores eligieron un camino equivocado. De ahí en más, en lugar de revelarse contra la adversidad, los mexicanos optaron por seguir reclamndo sobre lo injusto del episodio. Su actitud daba entender que con un hombre menos consideraban la derrota inevitable. Fue un error. Quedó probado que frente a un rival tan tibio, aún con 10 jugadores se podía incluso ganar.

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La efervescencia de juego de México

Bélgica inmóvil. Bélgica fue un equipo predecible. No tuvo disposición para desmarcarse. Cada belga quedó aislado del resto de sus compañeros, y la acción individual, en estos casos, pasa de ser una decisión -que es lo recomendable- a convertirse en la única alternativa posible. Al no encontrar opciones asociativas, se intentó el regate por necesidad. Y Bélgica no mostró capacidad para superar individualmente a México.

Wilmots, el entusiasmo. El tipo de goles que convirtió Wilmots, llevándose el balón a empujones, demuestran el valor del entusiasmo en un equipo indiferente. Fue la cara opuesta a Oliveira y Nilis.

Atacantes incomunicados. México mantuvo a sus tres delanteros -Blanco, Hernández y Palencia- a pesar de la expulsión de Pardo. Pero perdió la capacidad de hacerles llegar la pelota. El equipo tenía dificultades para habilitarlos. Tras el descanso, México quitó un delantero y puso a Arellano como medio derecho, y, paradójicamente, sus dos puntas dispusieron de más ocasiones. Conclusión: la cantidad de atacantes importa siempre que haya capacidad de asistirlos. Mejor menos pero alimentados que muchos incomunicados.

Ramírez, y la rebelión. Ramírez fue el factor de desequilibrio más concreto que ofreció México para intentar empatar el marcador. Encabezó la rebelión de su equipo contra el infortunio. Brilló aún cuando su función primaria fue defensiva, lo que limitó su participación en el ataque. Lo ayudó la presencia de Scifo en su banda, totalmente indiferente a sus evoluciones.

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