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Mihajlovic pone a salvo a Yugoslavia

Una falta directa lanzada por el libre yugoslavo acaba con la muralla iraní

Àngels Piñol

Un libre directo de Mihajlovic puso a salvo a Yugoslavia en su regreso a la Copa del Mundo, un torneo del que ha estado apartado por razones políticas. La zurda del libre se metió por el hueco que dejó Jokanovic al despegarse de la barrera iraní y la pelota se coló a un palmo de la mano derecha del portero Nakissa. El gol expresó la falta de oficio del equipo de Talebi en las jugadas de estrategia. A falta de juego, las faltas y córners son una buena alternativa en el torneo para desembarazarse de equipos incómodos como era el caso.Irán estuvo muy atento en la defensa de su portería. El suyo fue un trabajo constante, aplicado y solidario. Tanto que provocó el desasosiego yugoslavo. El colectivo de Santrac comenzó con una buena actitud en la cancha. Tenía una fábrica de producir fútbol. Mihajlovic, Jokanovic, Jugovic, Stojkovic, Mijatovic, todos son capaces de armar una jugada. Le faltó, sin embargo, encontrarle un hilo al partido. Jugaron uno a uno, sin ligazón, como si en el campo hubieran once pelotas.

El partido resultó un desfile de yugoslavos, uno tras otro, frente al marco iraní. No combinaron, no encontraron la línea de pase y no generaron ocasiones de gol, puesto que no hubo conexión entre líneas. La laboriosidad del equipo iraní en la contención provocó el desánimo del rival, y el encuentro adquirió una rutina alarmante, sólo rota por el balonazo de Mihajlovic.

El gol no garantizó el triunfo yugoslavo, un equipo desquiciado por la resistencia iraní. No había manera de meterse por entre la maleza que dispuso Talebi en su campo y rematar la faena.

Irán, por contra, asomó con cierta frecuencia en la cancha yugoslava. No fue el suyo un ataque constante sino el goteo de un par o tres de opciones de gol que fracasaron por la falta de malicia en el remate.

Especialmente torpe estuvo su estrella, Ali Daei, pese a que en un último cabezado estuvo a punto de atrapar el empate. No hizo honor el jugador del Bayern Múnich a su condición de gran goleador (38 tantos en 52 partidos internacionales). Cayó con reiteración en el fuera de juego y, muy desasistido, no combinó con la otra figura del equipo, Azizi, un futbolista que se ofreció para triangular en las pocas llegadas que tuvo al área. Más inspirado, aunque tan desacertado como Daei, estuvo el carrilero Mahdavikia, que encontró un corredor en su banda derecha y dispuso de un buen surtido de buenas opciones tanto para el centro como para el remate.

La insistencia iraní en la defensa del marcador a cero provocó la incomodidad de Yugoslavia en los diferentes tramos que tuvo el partido. El arranque resultó muy acelerado y torpe. Las pérdidas de balón fueron constantes y la falta de gobierno facilitó el correcalles. Ni Jokanovic ni Jugovic ni Brnovic lograron centrar al equipo y ponerle una pausa al encuentro. Mijatovic tuvo que bajar a recibir muy atrás la pelota y no tuvo entrada en el área contraria. Más absentista estuvo Milosevic y Stojkovic acabó torturado por el acoso iraní.

Santrac probó de abrir el campo en el segundo acto con la entrada de Ognjenovic y Stankovic, pero no encontró alivio a sus males. Jugó muy al paso, de forma previsible, sin dinamismo, incapaz de buscar espacios en la tupida malla defensiva del contrario. No resulta fácil afrontar paredes como la iraní, con todos los futbolistas metidos en su campo, dispuestos a la presión, al combate, a la interrupción del juego: ahora con un agarrón, después con una patada, más tarde con una simulación de lesión. Pero Yugoslavia es un equipo con capital futbolístico suficiente para sobreponerse a la estrategia iraní y mostrar un sentido colectivo del juego.

Irán estuvo especialmente beligerante a la hora de evitar que Yugoslavia le diera velocidad a la pelota, y dispuso una ocupación racional del campo para optimizar recursos y repartir de forma equitativa el trabajo. Así pudo garantizarse una faena más cómoda. Pero el gol, generado por su propia inocencia, le condenó, y ahora queda relegado al último puesto de un grupo ya llamado político, por cuanto los otros dos participantes son Alemania y Estados Unidos.

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