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Tribuna
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Pequeño gran hombre

Luce el sol en Cannes, preparo las maletas, me despido del festival por este año. La vita e bella ha sido un éxito. Estoy contenta... Y de repente me llega la noticia: Ricardo Franco ha muerto. El pequeño gran hombre ha muerto. El sol se esconde, cierro las maletas, me duele tu muerte: La vita non e bella .Pienso en ti, en mí, en nosotros. En lo injusto de tu precipitada muerte, en el homenaje que querían hacerte en México que ya no verás, en la película que no terminaste. En fin, en lo absurdo que es que ya no estés.

Tus amigos nos quedamos aquí un poco más solos, con el fantasma de tu recuerdo, ése que vive ahora en este mar azul y que trae a mi memoria el último beso que nos dimos en el Casino de Madrid con motivo de uno de los premios a tu maravillosa La buena estrella . Y recuerdo el momento de los «indispensables» años sesenta cuando nos conocimos. Era el final de los sesenta, el pub de Santa Bárbara: Emilio, Agustín, Manolo, en fin, todos nosotros. Estaba yo haciendo teatro en el Español y tú en el Festival de Benalmádena armando jaleo, rebelándonos todos contra los crímenes del otro Franco. Conservo aún la preciosa postal que me enviaste en la que proponías que rompiera las cadenas que me «ataban» al escenario y huyera a encontrarte... lo que no hice ni haré nunca, nunca, por varias razones que algún día te voy a explicar, pequeño gran hombre.

Dicen que te sorprendió la muerte viendo el fútbol. Siempre te dije que el fútbol es muy peligroso. En fin, da igual los detalles. Eras un ser extraordinariamente sensible, un rebelde con causa, un pequeño gran hombre. Te voy a extrañar.

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