_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

ANÁLISIS Caer en la tentación

Más allá de las consencuencias que provocará en el PSOE la victoria de José Borrell en las primarias, los seguidores en la Comunidad Valenciana del ex ministro de Obras Públicas corren el riesgo de, si se me permite la expresión, confundir el culo con las témporas. Por una no tan extraña perversión, las diferentes "familias" del socialismo valenciano interpretaron la elección del candidato a la presidencia del Gobierno como una suerte de comicios "internos" en los que se medía la correlación de fuerzas entre los seguidores del actual secretario del PSPV, Joan Romero, y del responsable de organización del PSOE, Ciprià Ciscar, al que resignadamente acompañaban los restos del naufragio lermista. Por razones meramente instrumentales, que no ideológicas, los aparatos fraccionales de unos y otros se lanzaron a la pelea con el objetivo de demostrar al adversario cuál de los dos contaba con mayor respaldo en la organización de los socialistas valencianos. Traducido al román paladino -bastante simplista, pero no por ello menos cierto-, lo que se pretendía desde las plataformas de apoyo a ambos candidatos no era tanto elegir entre Almunia o Borrell, como entre Ciscar o Romero. Pues bien, el resultado, en esa dinámica establecida por todos, es que Romero ha ganado por goleada a Ciscar. ¿Pero es ésa la realidad? La victoria de José Borrell sobre Joaquín Almunia ha demostrado muchas cosas. Sobre todo una: los militantes socialistas, acertada o equivocadamente, han apostado por quien creen que es el mejor candidato para batir a José María Aznar en las urnas. Ahora bien, extrapolar esa voluntad, claramente mayoritaria en el PSPV, al rifirrafe doméstico puede resultar un error mayúsculo. Es verdad que Joan Romero y los suyos han apoyado al ex ministro de Obras Públicas; como lo es que Ciscar y sus seguidores, más el lermismo náufrago, han optado por el secretario general del PSOE. Pero de ahí a concluir que todos los votos a Borrell son votos a Joan Romero, media un abismo. El mismo que existe entre quienes creen que Felipe González ya es historia y los que piensan que aún le queda una larga vida política. La interpretación de los hechos, en ocasiones -y ésta es una de ellas-, es más elemental. Los militantes socialistas valencianos, como en el resto de España, han decidido pasar de las recomendaciones de los aparatos de Romero y de Ciscar. Sencillamente han expresado sus preferencias por Borrell como alternativa a Aznar. Y punto. Cualquier otra lectura responde más a los deseos que a la realidad. Si el romerismo, o lo que sea, cae en la tentación, bien puede acabar en el infierno. Ellos mismos. Y una cosa más: los militantes del PSOE han pasado página respecto de su pasado inmediato; ¿en la Comunidad Valenciana quién será capaz de cambiar la hoja?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_