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"Macedonia no podría soportar una riada de refugiados"

ENVIADO ESPECIALPregunta. ¿Tiene miedo de la situación en Kosovo?

Respuesta. Me preocupa mucho. Pero creo que la experiencia de Bosnia está suficientemente cercana para todos nosotros y la comunidad internacional como para que permitamos una repetición de lo mismo. Las decisiones recientes de Grupo. de Contacto y las presiones diplomáticas pueden desembocar en unas negociaciones entre las dos partes. Si las conversaciones no comienzan ya y la represión y las actividades terroristas continúan en Kosovo, estaremos abocados con certeza a una escalada del conflicto, y en último término a una confrontación general en los Balcanes, para la que cada uno de los países que rodean Kosovo tendrá sus propias razones.

P. ¿Espera una solución pacífica? ¿Cree que Milosevic puede ser persuadido a negociar?

R. No tiene muchas opciones, dada la difícil situación económica y política de Yugoslavia. A pesar de su deseo de que Kosovo se mantenga como un asunto interno, al final será un asunto de la comunidad internacional. Kosovo es, por otra parte, una nueva prueba de que la represión violenta no resuelve los problemas, especialmente en una situación en la que el 90% de la población se siente oprimida.

P. ¿Cuáles serían las repercusiones en Macedonia de un deterioro en Kosovo?

R. Una de ellas, que una parte de los albaneses de Macedonia expresarían su solidaridad con los de Kosovo y se alinearían con su resistencia pacífica. Otra, una posible riada de refugiados provenientes de Kosovo, lo que nos crearía problemas muy graves. Macedonia no tiene capacidad para acomodar, mantener y proporcionar educación y asistencia sanitaria a un gran número de refugiados. Este lado de la frontera está también poblado por gente de origen albanés, y cualquier entrada importante de gente podría alterar el mapa étnico de Macedonia, lo que por muchas razones es muy arriesgado. Si el conflicto afecta a otros países vecinos -Bulgaria, Albania, Grecia, quizá Turquía-, una vez más estaríamos asistiendo a la repetición de la historia, a la regresión.

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P. ¿Hay alguna razón para sentirse optimista?

R. Quizá sólo el comportamiento del más influyente partido albanés de Kosovo, la Liga Democrática de Ibrahim Rugova, y su determinación para conseguir una solución democrática por la vía del diálogo. Siempre y cuando, por supuesto, estén implicados también los representantes de la comunidad internacional; sobre todo los americanos, pero quizá este papel también puede ser desempeñado por Felipe González, que ha sido designado representante de la OSCE. Éstos podrían ser los signos optimistas que relajaran la situación y abriesen la puerta a un compromiso a largo plazo que incluya el principio de no cambiar las fronteras por medio de la fuerza, pero que también satisfaga la necesidad de los albaneses de Kosovo de renovar las instituciones que tenían antes de que Belgrado les privara de su autonomía y enviara a sus soldados y policías para mantener el control.

P. ¿Cuál es el sentimiento general de los albaneses de Macedonia?

R. Creo que de solidaridad con los de Kosovo, aunque no todos los albaneses de Macedonia tienen las mismas ambiciones y objetivos políticos. Los nacidos aquí, la mayoría, están contra la idea de morir por una Gran Albania. Simplemente, porque viven mejor aquí que los que están en Albania o en Kosovo, y tienen todos los derechos políticos y otros que no creo que estén dispuestos a sacrificar por una idea cuya realización es problemática.

P. ¿Qué pasará con las fuerzas de la ONU que patrullan ahora sus fronteras con Serbia y Albania?

R. Antes de que el Consejo de Seguridad decidiera que éste fuera su último mandato escribí al secretario general de la ONU para explicarle que la situación en esta parte de los Balcanes no debe considerarse estable y requiere la vigilancia internacional de las fronteras. Y recalqué la necesidad de controlar nuestros límites con Serbia [Kosovo], porque todavía no están demarcados. Han existido durante 50 años, pero no han sido delimitados técnicamente. Mis argumentos sólo fueron parcialmente apreciados, y se acordó que la misión de los cascos azules debe finalizar el 31 de agosto próximo... No se han tenido en cuenta ni el peligro de Kosovo ni nuestro contencioso con Serbia ni otras disputas entre países balcánicos.

P. ¿Usted se inclina por la presencia militar estadounidense en Macedonia?

R. Hay varias alternativas. La mejor, que vinieran soldados norteamericanos con el mandato actual, pero quizá es difícil para Washington obtener la aprobación del Congreso o de su opinión pública. Segundo, prolongación del mandato de los soldados de la ONU, pero sin límite de tiempo. Y si esto no es posible, por el veto de algún miembro del Consejo de Seguridad, debe intentarse una fórmula en el marco de la OTAN que permita a sus fuerzas patrullar nuestras fronteras con Serbia y Albania.

P. ¿Cuál es su opinión sobre la situación política en Serbia?

R. El mayor problema es que en Serbia no se han hecho todavía los cambios radicales que han acontecido en todos los demás países poscomunistas. No ha habido democratización, no se ha privatizado la economía ni hay un verdadero sistema de mercado. No se han creado tampoco las condiciones que permitan el surgimiento de una verdadera oposición, una oposición que realmente combata al partido socialista gobernante [de Milosevic]. No hay unidad en la oposición, ni deseo real de cambiar rápidamente el régimen, como hemos podido ver en las recientes elecciones para el Parlamento y la presidencia de Serbia. Incluso parecen mantener los mismos puntos de vista que Milosevic sobre el uso de la fuerza en Kosovo. En el aspecto exterior, Yugoslavia no tiene claro si su prioridad estratégica debe ser o no la integración en Europa y en la Alianza Atlántica.

P. Los partidos más combativos de los albaneses ganan terreno en Macedonia. Pueden ser una fuerza electoral muy importante este año.

R. A medida que los años pasan y Kosovo sigue sin soluciones, es inevitable que aparezcan tendencias más agresivas que la de Rugova. En Macedonia también existen, especialmente entre aquellos albaneses que durante los últimos treinta años han llegado desde Kosovo o la misma Albania. Sus puntos de vista difieren de los de los nacidos aquí. Ahora ya la presencia de diputados albaneses en el Parlamento es aproximadamente la misma que su representación en el conjunto de la población, el 23%. Si sus partidos se aliaran electoralmente, quizá pudieran reunir dos escaños más, pero no habrá un cambio sustancial en la composición del Legislativo, no pueden convertirse en fuerza mayoritaria.

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