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José Luis Palomar reaparece en un festival a los 20 años de su alternativa

El diestro se lamenta de la desnaturalización de la fiesta

Fue un año agitado: el Mundial de fútbol, la visita del Papa y la célebre corrida de los victorinos. El 1 de junio de 1982, con la ayuda de la televisión, José Luis Palomar tocó el cielo. Unos años de gloria y, poco después, un purgatorio que le conduciría a dejar de torear un día de 1995. Ahora, el diestro soriano reaparece en un festival para celebrar sus 20 años de matador de toros.

"Desde mi alternativa, el 4 de marzo de 1978, he conocido el cielo, el purgatorio y el infierno", dice José Luis Palomar después de pasar toda la mañana entrenando en el campo. El próximo 4 de abril y con un cartel en el que de forma provisional figuran los nombres de Dámaso González, Pepe Luis Vázquez, Manuel Caballero y Niño de la Capea, Palomar responderá a la llamada de su afición. "Una peña taurina de jóvenes ha preparado el festejo y no puedo más que sentirme agradecido", afirma."Nunca dije que me retiraba. Las circunstancias hicieron, que dejara de torear", dice para a continuación mostrar una puerta abierta a todas las elucubraciones posibles. "Hubo un momento en que Madrid me dio la espalda. Dejar de ir a la capital y perder el tren es todo uno", declara el torero, del que Las Ventas guarda el recuerdo de 24 presencias y 11 orejas.

Con anterioridad a la célebre corrida de los victorinos, en compañía de Ruiz Miguel y Luis Francisco Esplá, el coso madrileño conserva como oro en paño una actuación veraniega frente a los toros de Saltillo. Ocurrió en el 81 y, desde entonces, la imagen del matador recio que domina los tercios de la lidia quedó en la retina de la afición. Los laureles definitivos vendrían en la Corrida de la Benefiencia apenas 15 días después de la televisada hazaña de los victorinos. Al lado de Antoñete y, otra vez, Ruiz Miguel, Palomar desorejó a sus bureles.

"Esta profesión exige 24 horas al día de ilusión y eso ahora me falta. Cuando ves que se pierde respeto al toro, que esa idea romántica de la fiesta ha dejado el sitio al negocio y el dinero de forma exclusiva, entonces, no. Siempre ha habido ponedores y pelotas, pero nunca en la proporción que hay ahora", dice. "No creo estar dolido o resentido. Simplemente tengo la impresión de que podía haber dado más. Yo soy matador de toros y eso va unido a unas reglas que han dejado de existir", se lamenta para, en un arranque de orgullo, señalar que el día del festival se entregará con empeño: "Nadie, ni joven ni mayor, me va a mojar la oreja".

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