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48º FESTIVAL DE BERLÍN

Dustin Hoffman vuelve a dar vitalidad a otro filme vulgar de Barry Levinson

Robert de Niro, que interviene en tres películas,recibe hoy un homenje

Un magnífico dúo entre Dustin Hoffman (que hace de nuevo un trabajo eminente) y Robert de Niro (al que le basta poner la cara) da vitalidad a Wag the dog, otra película dirigida de forma tramposa por Barry Levinson, que se limita, con habilidad simuladora de estilo, a filmar de forma elemental un poderoso y cáustico guión del gran David Mamet, inspirado en la novela Un héroe americano, de Larry Beinhart, que anticipó los embrollos, mitad de guerra y mitad de alcoba, en que anda metido Bill Clinton. Robert de Niro, oliendo el filón, compró la novela y produjo un filme de esos que dan el pego, porque parecen más de lo que son.

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Capítulo de ausencias

Ya es la tercera vez que Dustin Hoffman saca las castañas del fuego a Barry Levinson, excelente productor, guionista de escasa imaginación pero de mucha maña y director habilidoso de proyectos llenos de ambición, que sistemáticamente rebaja, al resolverlos por la línea fácil y de menor resistencia, simulando un estilo del que carece mediante una puesta en escena de corto alcance, en la que incrusta con olfato para la oportunidad algunos juegos de encadenamientos enfáticos, destinados a dar, con toquecitos de ampulosidad, la apariencia de que las virtudes de la película son obra suya, cuando en realidad son calidades ajenas que él se apropia.La primera castaña que Hoffman sacó del fuego para provecho de Levinson fue en Rain man en 1988. La segunda ocurrió hace dos años en Sleepers. Y la tercera castaña está todavía caliente y se titula Wag the dog, película que se ve bien gracias a las intérpretes y que derrocha salidas de magnífico humor de mala uva gracias al talento subversivo de David Mamet. La película puede resultar premiada aquí, pero no gracias a su director, sino a pesar de él.

El esquema argumental procede de una novela que probablemente tomó de prestado los rumores que desde hace años venían sonando alrededor de las alcobas clandestinas del presidente Clinton, pero todo indica que Mamet ha metido de rondón, en su traducción a cine de Un héroe americano, ecos del reciente caso de Monica Lewinsky, en el que aquellos sordos cuchicheos se han convertido en una farsa vociferante. Y esto va enredado con el minucioso relato de una maniobra de distracción electoral, puesta en marcha por un fontanero (Robert de Niro) de la Casa Blanca, que contrata los servicios de un productor de Hollywood (Dustin Hoffman) para que urda y ponga en escena, con un show de estrategia televisiva gradual, la divertida impostura de que los servicios de inteligencia estadounidenses han descubierto la existencia de un inminente golpe de mano terrorista contra Estados Unidos por Albania, a la que el gendarme imperial se dispone a dar una inmediata réplica militar, que es como matar espermatozoides a cañonazos.

El tremendo disparate, así orquestado, cunde como un reguero de pólvora por todo el territorio estadounidense y casi no hace falta decir que la endemoniada capacidad para la burla política de David Mamet y Dustin Hoffman consigue hacer una (siniestra) delicia con las sombras chinescas entrelazadas de las supuestas felaciones de Mónica Lewinsky a los misiles de Sadam Husein disfrazado de albanés. La condición de metáfora esperpéntica que hoy día está adquiriendo la política en Estados Unidos es tan brutalmente evidente que incluso no pasa inadvertida a la miope lente de la cámara de Levinson, de modo que la película se ve fluidamente, con agrado, pero también con horror, ya que deriva con gracia y contundencia de lo grotesco a lo truculento y apalea como a una alfombra a la amorfa opinión pública norteamericana, moldeable como un puñado de cera en la mano de los prestidigitadores de imágenes televisivas.

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