_
_
_
_
_
LA NUEVA SEDE DE LA PRESIDENCIA REGIONAL

"Se podía dejar un calabozo", dice Sánchez Montero

"Quizá se podía haber mantenido algún calabozo en pie, como recuerdo. Me habría parecido bien, pero la verdad es que me preocupa más el futuro que el pasado". Así habla el veterano comunista Simón Sánchez Montero, un visitante forzoso de los calabozos de la Puerta del Sol. Los pisó media docena de veces entre 1945 y 1977.

"Casi siempre me metían en una celda aislada de arriba. Sólo en una ocasión estuve en los calabozos del sótano. Cuando lo pasé peor fue en 1959: una noche los policías me pegaron un palizón que me dejaron sin sentido", sintetiza Sánchez Montero. En su reciente libro Camino de libertad (Temas de Hoy) describe vivencias como ésta en Sol: "Un día me bajaron a la celda donde me torturaban y me hicieron una serie de preguntas concretas, que después se convirtieron en afirmaciones. Como seguía negando, me tiraron al suelo y se ensañaron". "Los calabozos eran muy pequeños. No se oían ruidos" recuerda este ex dirigente del PCE. "Los despachos de la Brigada Político-social estaban en la parte de San Ricardo", prosigue. Precisamente desde una de las ventanas que dan a ese callejón se arrojó el también comunista Julián Grimau, según la versión oficial. "Yo sigo sin creerme que él se tirara", apostilla. Aquello ocurrió en abril de 1963. Veinte años después, en 1983, un delincuente, Santiago Corella, El Nani, fue internado allí. No volvió a saberse de él.

Más información
La policía quiere retrasar al máximo su salida del cuartel de Zaragoza

La sede policial de Sol albergó otros detenidos, a la postre ilustres, como el secretario general de la OTAN, Javier Solana; el escritor Rafael Sánchez Ferlosio o el sindicalista Marcelino Camacho, quien volvió a visitar los calabozos cuando el Gobierno regional se instaló en el edificio. Uno de los últimos políticos que lo pisó fue Santiago Carrillo, cuando era secretario general del ilegal PCE. Sánchez Montero, de 82 años, conjuró la tentación del regreso turístico. "Pensé en hacerlo, pero estaba muy ocupado". Lo que no ha olvidado es el miedo que sintió durante casi 40 años a que le llevaran a Sol. "Podía ser preludio de golpes primero y de cárcel después", concluye.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_